El silencio de hierro que la Casa Rosada le impuso a todos sus equipos de campaña sobre las encuestas concluirá esta noche, cuando las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias hayan aportado el primer pantallazo nacional sobre el alcance de la estrategia que definió Cambiemos para plebiscitar al presidente Mauricio Macri en sus primeros 19 meses de gestión al frente del estado nacional.
Con candidatos afectados por un bajo nivel de conocimiento, e integrados, casi a la fuerza, a listas únicas, la máxima responsabilidad del oficialismo, quedó en manos de sus tres grandes electores: el jefe del Estado, la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal y el alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta, las tres gestiones del área metropolitana que controla el PRO desde que ganó los comicios presidenciales de 2015. La centralidad que tuvieron hasta ahora los tres perfiles en la campaña continuará a partir de mañana en un camino que, para el equipo del oficialismo, se trata de una primera etapa que comenzará su tramo más definitorio. En ese cálculo, el trío de funcionarios, y grandes electores, tendrá cosechas dispares cuando se conozca el escrutinio de este domingo.
Hasta ahora, el único que se anima a anticipar un saldo favorable en estas primarias, es Rodríguez Larreta, que apuesta superar su techo histórico de la mano de su primera candidata Elisa Carrió, cuyo rol le permitió obturar las ambiciones del radicalismo capitalino, encarnadas en Martín Lousteau. Del otro lado de la General Paz, los colaboradores de Vidal se muestran cautos, luego de atravesar las últimas dos semanas con desventajas superiores a los 7 puntos. Se trata de los números que les arrojaron las encuestas y que el gobierno no quiso exhibir hasta revertir esa tendencia. Ese fenómeno, admiten cerca de Vidal, tuvo un freno en los últimos días, pero todavía no fue conjurado. En el equipo de campaña bonaerense, repiten un pronóstico de empate técnico entre los escuderos de Cambiemos y Unidad Ciudadana, aunque algunos se animan a arriesgar una victoria propia de tres o cuatro puntos.
Al cierre de esta edición, la foto que manejan en la Casa Rosada tiene tanta cautela como las que exhiben los comandos de campaña en Córdoba y Santa Fe, donde sus principales voceros aseguran las victorias que necesita Macri para equilibrar un posible revés en los principales núcleos urbanos de la Provincia de Buenos Aires, donde el impacto de la política económica se transformó en el mayor adversario para el oficialismo y en uno de los principales motores de la oposición al macrismo y, en especial, al kirchnerismo.
A la espera de un resultado que no profundice la incertidumbre que ya respiran los principales arquitectos electorales del Gobierno, en la Casa Rosada aseguran: «Las PASO, tanto en Provincia, como en el resto del país, serán un punto de partida que nos permitirá hacer correcciones hasta llegar a octubre, tal como contestó a este diario un miembro de la mesa chica que rodea al presidente para desdramatizar posibles reveses en el cierre de los comicios de este domingo.
En el mapa político y social que administra el Gobierno para afrontar el trecho que separa a las PASO de las generales de octubre, los creativos de campaña se preparan para relanzar una campaña que concentrará su fuego discursivo en los paliativos sociales del Estado para mitigar los efectos de la crisis económica en una clase media que, según los números que muestran las encuestas, es el mayor público desencantado y el principal objetivo que Cambiemos intentará retener.
El plan de mitigación que baraja el Ejecutivo redoblará los anuncios en materia social, pero también apostará a evitar que el voto más duro se siga desgranando en centros urbanos rurales de la provincia y del interior, donde el descontento para los aspirantes de Cambiemos tiene que ver con las reformas que Macri aún no realizó, y que van desde mas reformas impositivas a favor del agro, menos retenciones y nuevas reformas fiscales y laborales que le permitan al Gobierno dar señales promisorias a los mercados, pero también para los sectores más ideologizados que le reclaman dureza. En esa encrucijada, la comunicación presidencial buscará, desde este lunes, contener los daños de un electorado que alguna vez los votó y hoy está peor, con otro que está a un paso de castigarlos si no cumplen con la drasticidad que sobrevendieron en 2015. «