Sin plata para folletos, señalética y bombitas de luz, y con poco personal especializado en conservación, los sitios de memoria que dependen de la Secretaría de Derechos Humanos atraviesan una profunda crisis y subsisten por la militancia de organismos y sobrevivientes y la decisión de trabajadores y trabajadoras de seguir sosteniendo estos espacios, prueba y testimonio del terrorismo de Estado.
«La situación es crítica», señaló un trabajador de la Dirección de Sitios de Memoria, que desde el cambio de gestión dejó de depender directamente de la Secretaría que encabeza Claudio Avruj y pasó a la órbita del Archivo de la Memoria, un organismo descentralizado que quedó a cargo de su amigo, Sergio Kuchevasky.
Desde 2014, son seis los excentros clandestinos de detención que dependen directamente del Archivo: cuatro que fueron traspasados desde la Ciudad, Club Atlético, Virrey Cevallos, Oreltti y el Olimpo, y dos del interior, El Faro de Mar del Plata y la Escuelita de Famaillá, en Tucumán.
«Somos muy pocos trabajadores y trabajadoras y no tenemos presupuesto para cuidar los edificios. El trabajo didáctico y pedagógico se resuelve en el día a día pero más por la voluntad de los trabajadores que por una política de Estado. A veces vamos a las escuelas o a las visitas a los sitios sin ningún material, sin recursos, porque no hay dinero», agregaron desde el área.
Quienes recorren los sitios de memoria día a día coinciden en el delicado panorama. «Es un problema grave. No hay presupuesto y ponemos nosotros lo necesario, que tampoco alcanza», contó a Tiempo una integrante de la Mesa de Trabajo y Consenso de El Olimpo, sitio por donde pasan al año unas 20 mil personas.
Las mismas situaciones se repiten en Club Atlético, Virrey Cevallos y Orletti, ya que no cuentan con fondos de Nación para imprimir señalética, para comprar luces y ni siquiera tienen material de seguridad y ropa de trabajo para quienes hacen maestranza. Sin embargo, la principal dificultad y lo más sensible es la conservación de estos edificios. «Son pocos los conservadores, se fueron yendo. Estamos con recursos mínimos, atajando penales», señaló a este diario un delegado de ATE de la Secretaría de Derechos Humanos.
En El Olimpo hay una sola persona que se encarga de evitar el deterioro y no cuenta con los elementos básicos. «Lo que se hace, se hace a pulmón», indicaron en ese sitio. En otros lugares, los trabajadores de la Dirección de Sitios dan una mano en esa tarea tan específica para evitar males mayores.
La Escuelita de Famaillá.
Si bien se trata del primer centro clandestino de detención del país, el sitio que funciona en Tucumán recién en 2013 fue declarado espacio de memoria y en diciembre de 2015 quedó inaugurado como sitio de memoria. El espacio no recibió ni siquiera mobiliario para su funcionamiento. No existe una partida presupuestaria fija ni desde Nación ni desde la provincia, a pesar de que de este último se reciben material para lo más urgente: limpieza y algunos elementos de librería.
«Todo lo que sucede dentro de la Escuelita de Famaillá es a pulmón», explica la abogada Carolina Frangulis a Tiempo y detalla que el lugar tienen cuatro patas institucionales: Educación y Derechos Humanos de Nación y de provincia.
La única empleada que tiene el espacio es su directora, María Coronel. La provincia además le paga el sueldo a una persona que realiza algunas actividades específicas y a un grupo de docentes que realiza tareas pedagógicas para las visitas semanales de estudiantes y docentes que se acercan al lugar.
El poco dinero mensual que recibían de Nación para cortar el pasto o cambiar las bombitas de luz hace meses que no lo reciben, y todos los otros gastos los deben resolver con donaciones o gestiones particulares con el municipio o la provincia. Así lograron retirar el árbol que se cayó en diciembre de 2017 por una tormenta y que derrumbó parte del edificio histórico.
«Hace dos años decidimos crear la Asociación de Amigos de la Escuelita, juntando plata a través de bonos para resolver algunas de esas cuestiones. Este año, lo que estamos haciendo es una especia de madrinazgo o padrinazgo del que estamos definiendo algunos detalles administrativos», señaló Frangulis, integrante de HIJOS, agrupación que forma parte de la mesa de consenso por la Escuelita.
«Si no fuera por algunos participantes de la mesa de consenso que integran organismos de Derechos Humanos, por su directora y por el equipo de memoria, ese espacio no funcionaría», finalizó.
Un gesto
Con este panorama y a una semana del aniversario del golpe de Estado cívico-militar, el gobierno nacional dio de baja a través de una decisión administrativa la Red Federal de Sitios de Memoria y la Coordinación de Gestión de los Espacios de Memoria, dos estructuras que dependían de la Dirección de Sitios de Memoria.
Si bien en la práctica no significa un gran cambio, ya que esas áreas no tenían personal designado desde hace dos años, que se quiten estos espacios intermedios de gestión dificulta la división y especialización del trabajo con los sitios de la Ciudad y el interior. «