Antes de asumir como ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, el cirujano, abogado y teniente coronel del Ejército, Sergio Berni, aseguraba en la intimidad que su proyecto político era construir «un kirchnerismo de derecha».  Después de las elecciones del 27 de octubre, el entonces senador local abrigaba una ambición: transformarse en titular de la cartera de Seguridad del presidente Alberto Fernández.  El nuevo inquilino de la Casa Rosada le hizo saber con velocidad que no ocuparía ese puesto y su derrotero terminó al lado del gobernador bonaerense Axel Kicillof, a partir de un exclusivo pedido de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. 

Berni lleva siete meses al frente de una de las sillas más eléctricas del gobierno provincial. En La Plata reconocen que tiene un ritmo hiperactivo, de lunes a lunes, donde busca ejercer su voz de mando como responsable civil de la policía más grande del país, que tiene 90.000 efectivos. Pero así como se encarga de aplicar una aparente mano de hierro en la conducción de esa fuerza, también hace su juego personal, en una dinámica comunicacional planificada para construir su candidatura. 

La estrategia tiene costos altísimos para el oficialismo en medio de la pandemia y del inicio de la nueva cuarentena. Está concentrada en capitalizar la proyección que obtiene su figura, a partir de los tironeos que alimenta y mantiene con Fernández, con la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, y con la viceministra, Cecilia Rodríguez, que goza del respaldo del presidente y también de la confianza de la vicepresidenta. 

Frivolidad con voz de mando

La base del producto electoral que construye Berni está sostenida en su propia gestión. Las irrupciones mediáticas que protagoniza, para antagonizar con el Gobierno Nacional, surgen de fricciones sobre la gestión de la seguridad en el Área Metropolitana. Cada mini escándalo va acompañado por extensas y cómodas entrevistas en programas del prime time televisivo que están más vinculados a la farándula que a la política. Es la senda elegida por sus «kingmakers» para construir a un candidato eficiente en un año no electoral, donde los hechos que lo posicionan surgen a partir de su ejercicio de la función pública. 

En La Plata sostienen que el arquitecto de esa estrategia, que Berni sigue al detalle, es su jefe de Gabinete, Mario Baudry, director del medio platense La Tecla, abogado, bolsero publicitario de medios y actual operador en las sombras de la candidatura silenciosa que desarrolla su amigo ministro. Esta semana también se hizo famoso: fue denunciado por violar la cuarentena, junto a su novia, Verónica Ojeda, que fue pareja del astro del fútbol Diego Maradona. Cuando se conoció el escándalo, Berni lo respaldó públicamente. 

Lo hizo casi 24 horas antes de irrumpir este miércoles en el Puente de La Noria que comunica a la capital con Lomas de Zamora. Llegó en helicóptero para retar a los efectivos de la Policía Federal porque no agilizaban el retén de control, instalado en ese acceso durante el primer día del endurecimiento de la cuarentena. 

«Los controles son para facilitarle la vida a la gente no para generarle más quilombo en esta situación especial», bramó enojado delante de las cámaras. Una escena similar protagonizó hace veinte días cuando apareció en el barrio 2 de abril, de la localidad de Villa Madero, en La Matanza, luego de un tiroteo de bandas narco que hirieron a un vecino. En medio del estupor llegó Berni para instalar unas torres de control, siempre rodeado de cámaras. «Anoche esto parecía Sinaloa», dijo el ministro mientras deplegaba la ferretería tecnológica. Entre los flashes y los vecinos prometió: «Acá se les acabó el negocio a los narcotraficantes».

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Los intendentes, un aliado menos

La escena puso en estado de alerta a los intendentes de los tres cordones del conurbano bonaerense. Por ahora el funcionario les sirve para contener una situación compleja en materia de seguridad y corre la atención de los medios de ese territorio. Pero ningún jefe comunal tiene interés en tenerlo tan empoderado cuando termine el segundo semestre de este año.

En ese contexto, las expresiones de Berni de este miércoles cosecharon reacciones furibundas en la Casa Rosada. Más allá de su hiperexposición mediática, tanto en Nación como en la Ciudad de Buenos Aires reconocen que todos los detalles de los operativos para esta nueva etapa de la cuarentena fueron analizados en una reunión realizada el viernes pasado. Por fuera de las especulaciones sobre las desinvitaciones cruzadas, las fuentes consultadas en todas las administraciones confirmaron que allí se acordaron tácticas disuasivas. Es decir, que el embotellamiento del retén de este miércoles era parte de una estrategia consensuada que Berni supo y que decidió desconocer en forma manifiesta. 

La Rosada busca un reemplazante 

Para el ministro es el daño colateral de una estrategia que le sigue generando dividendos. En La Plata, distintas fuentes oficiales consultadas interpretan el despliegue mediático como una forma de forzar su desplazamiento de un cargo que no quería ocupar. Su garante fue la vicepresidenta, que posiblemente lo saque del puesto, pero las consecuencias de sus declaraciones no sólo mellan a sus pares a nivel nacional sino que desgastan la figura del Presidente. 

«Cada vez que dice que solo responde a Cristina desautoriza a Alberto», se lamentó un testigo de los tironeos que se repiten en forma creciente desde enero pasado. 

Las apuestas de Berni podrían provocar su desplazamiento a otro cargo ministerial o a una salida elegante que le permita reclamar una candidatura el año que viene. Por lo pronto la Casa Rosada ya comenzó a buscarle reemplazante. Ante cada cuestionamiento interno, Kicillof sostiene que no tiene a quién poner. Ese obstáculo sería superado con una decisión manifiesta del Gobierno Nacional.  Según confiaron fuentes municipales, Frederic comenzó a sondear a distintos intendentes del conurbano para saber si avalan la designación del jefe comunal de Ezeiza, Alejandro Granados. Otros mencionan la designación de la viceministra Rodríguez en ese puesto, ya que hasta 2015 fue encargada en la materia para el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi. 

En todos los despachos sostienen que «si hay cambios» se concretarán cuando termine la cuarentena. Pero las urgencias políticas podrían acelerar los tiempos. La última palabra la tendrá la vicepresidenta. Contra sus pronósticos, CFK definirá el destino de un hombre de su riñón, que ahora ocupa un puesto que no quiere. La postergación de sus ambiciones no le impide a Berni hacerlas valer, mientras se jacta de contener a un electorado del conurbano que, sin sus irrupciones, podría extrañar la prédica de la exgobernadora María Eugenia Vidal o de la exministra Patricia Bullrich.