Durante la septuagésima séptima edición de exposición de la Sociedad Rural de Jesús María, su presidente, el biólogo Eduardo Riera, se manifestó contra la actual Ley de Ordenamiento Territorial de Córdoba (también conocido como Ley de Bosques). “La ley de ordenamiento territorial quemó todo el bosque, los campos, las chacras y los alrededores de las ciudades. Perjudica a todo lo que dice proteger. No sirve”, aseguró. Entre los presentes estaba la vicegobernadora, Myrian Prunotto; el ministro de Bioagroindustria de la provincia, Sergio Busso; y el presidente de la Sociedad Rural Argentina, Nicolás Pino.
Las declaraciones se basan en el informe “Estudio de áreas quemadas en la provincia de Córdoba: Período 2010-2011”, realizado por el ingeniero agrónomo Marcelo Romero y el biólogo Erio Curto. En un posterior comunicado, reconocidos investigadores de instituciones cordobesas como la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), CONICET, INTA, la Red de Restauración Ecológica Argentina, Ecosistemas Argentinos o el Foro Ambiental, advirtieron la “interpretación errónea y sesgada de los datos publicados”.
Un debate con historia
“Es un debate que venimos teniendo acerca de una disputa de modelos. El movimiento campesino junto con muchos otros actores pudimos demostrar científicamente, con datos, que la intervención de la cultura campesina permite una producción consciente que además previene el fuego”, explica Marco Reyna, parte de la Unión Campesina de Traslasierra (Ucatras). “En la zona que abarcan nuestras comunidades hay más de 200 planes de manejo y conservación del fuego y no existen incendios desde mediados de la década del noventa. Nosotros le damos vida al monte de manera que te permite una economía múltiple: construir tu casa, esquemas de ganadería mixta con cabras y vacas, aprovechamiento forestal para vender podas de árboles enfermos (que se cortan para que haya regeneración), arropes, dulces, huerta o apicultura. Entre otras actividades que tienen que ver con la reproducción de la vida campesina”, explica.
“Una cosa no quita la otra. La producción puede suceder cuidando el ambiente o no. Es llamativo que en toda la zona del noroeste, donde hay mucha producción campesina, al no haber pasto en abundancia, porque los animales lo comen, no hay muchos incendios. La gente saca la leña seca. No hacer nada es lo más peligroso para cuidar el monte. No solo se previenen los incendios, sino también las plagas y enfermedades, como la rabia. Es llamativo que hay más episodios en zonas donde hay desmonte, abandono de casas, de pozos, construcciones que antes no estaban, que hacen que los murciélagos aumenten porque no tienen depredadores”, concuerda Matías Fernández, funcionario del SENASA.
“Nosotros tenemos una experiencia de más de veinte años generando producción campesina en el marco de la despareja disputa que tenemos con el capital y las grandes industrias. Hay jóvenes familias que han podido volver a su territorio e ir haciéndose lentamente de una pequeña unidad productiva con otros criterios que no son los del mercado. Criterios de justicia social y protección ambiental”, continua Reyna. “Desde ahí generamos una estructura de comercialización y una articulación más amplia, como la que tenemos con la Mesa Agroalimentaria Argentina. Incluso con sectores con los que diez años atrás nos peleábamos. Porque compañeros de ellos desalojaban a los compañeros nuestros en el norte de Córdoba. Son alianzas impensadas”, agrega.
Hace dos semanas Ucatras, a través de la comercializadora del MCC, Monte Adentro, inauguró un local y centro de distribución en Villa Dolores. Donde además de los productos de sus propios emprendimientos, distribuye alimentos de organizaciones cooperativas y campesinas de todo el país.
Intereses diversos y denuncias
“Siempre cuando hablamos de quienes pueden estar detrás de los incendios es bueno analizar la geografía. En la zona de Punilla se puede especular con el negocio inmobiliario. El caso más resonante es el del emprendimiento Club Vacacional Veneto 360, que propone construir cuatro torres con centros comerciales y una pileta con cascadas artificiales, sobre terrenos al costado del lago San Roque. Justo donde sucedieron los incendios del 2020. Ahí está el grupo Veneto, asesorado por un abogado del grupo Roggio, ligado a la construcción de la autovía de Punilla, relacionada al boom inmobiliario”, explica Lea Ross, periodista del medio provincial La Luna con Gatillo.
“Si uno superpone los mapas de los incendios de los últimos quince años en las sierras de Córdoba y arriba le pones las capas de los emprendimientos que se han realizado posteriormente, vas a encontrar el calco exacto de los barrios privados, de las autovías y de los proyectos inmobiliarios”, concuerda Federico Fumiato, concejal de Capilla del Monte y parte del Movimiento Verde Cordobés. “Parecía una cuestión de ambientalistas y no se trata de eso. Es un crimen que nos deja a todos muy maltratados. Mientras estábamos apagando las casas en los barrios estaban prendiendo en otros lugares. Es decir que hubo algo planificado”, agrega.
Miembro de organizaciones de producción, comercialización y comunicación popular, Fumiato viene coordinando en la región un proceso de “ordenamiento territorial” junto al ministerio de Ambiente de Córdoba. “Justo antes de los fuegos nosotros estábamos lanzando ese plan con seis municipios, el ministerio, las universidades, el INTA y el Conicet. Tuvimos que suspenderlo. Realmente es muy duro de entender. Hay dos modelos: u ordena el Estado con participación de las comunidades, u ordena el mercado de esta manera”, advierte.
“Cuando hablamos de la Sociedad Rural de Jesús María, hablamos de sectores ruralistas que quedaron limitados por no poder expandir la frontera ganadera por la presencia del bosque nativo. Muchos se han desplazado a Santiago del Estero. En algunos casos flojos de papeles, como demuestran las denuncias del Movimiento Campesino del Santiago del Estero (MOCASE), sobre amedrentamiento y desalojos ligados a apellidos que son de renombre en la provincia de Córdoba. Ya hubo una condena a un empresario de apellido Becerra por una quema que llegó al Parque Nacional Quebrada del Condorito”, cuenta Ross.
Otra forma de producción
“Yo arranco en el año 2018 en un campo de 35 hectáreas que no había sido usado hacía más de 30 años, que no había entrado nunca un animal. Eran unos pajonales terribles. Hoy, además de la producción ganadera, he sembrado, por ejemplo, nopal que es un cortafuego importante”, cuenta Eduardo Cabaleiro, que tiene un emprendimiento de ganadería regenerativa en la región de Pampa de Pocho (muy cerca de uno de los focos de incendios que siguen activos en la provincia). “Es un sistema menos intensivo y con rotación, pero que permite una regeneración del suelo y conservación del agua. Tiene un crecimiento que es progresivo. Al séptimo o décimo año hay casos en los que se multiplica hasta por 10 la producción original”, explica.
“Con respecto a las acciones a tomar con el tema de incendios, según mi experiencia, es de suma importancia que en vez de derivar esos montos faraónicos en las distintas asociaciones y en ayudas a la gente, si el Estado ayudara a este tipo de producciones podría ser más beneficioso. Son políticas gestadas en escritorios y no en el campo. A la naturaleza se la tiene que abordar holísticamente, hay que entender el todo por sobre el yo o el nosotros chiquito”, opina Cabaleiro, que gracias a su forma de producción pudo afrontar de manera rápida el incendio de 2002 que arrasó su campo.
“Es muy importante entender que el productor chico está emigrando porque no hay comodidades. Acá no tenés luz, no tenés agua. Querés hacer una perforación tenés miles de problemas. Pero al lado tengo una perforación que saca un caño gigantesco para regar papa. Fumigan todas las semanas, están bombeando unas cantidades exorbitantes de agua, de la napa freática profunda. Eso no se recupera con una lluvia”, cuenta. Y agrega: “Al margen de la contaminación por el tema de los agroquímicos, sin ningún tipo de controles, con velocidades de viento de 40 km por hora, desperdiciando producto y rociándonos a nosotros. Una locura. El tema es que los productores grandes no están en los campos. Ellos fumigan y suben a la camioneta, ponen el aire acondicionado y se mandan a mudar. Y los que vivimos en el campo somos los que tenemos problemas”.
“Como lo sabe y lo sufre cualquier usuario, intentar registrar un producto alimenticio es entrar en un laberinto indescifrable y cansador. En muchas zonas de nuestro país no existen frigoríficos habilitados. Por eso es muy común que animales criados y engordados en un lugar tengan que viajar cientos de kilómetros para ser faenados. Luego la carne vuelve al lugar donde se originó, pero con todos los costos adicionales (transportes, combustible, tasas de faena, consignatarios, intermediarios, etc.)”, explica Fernández. “Que la carne esté cara en grandes ciudades es muy triste. Ahora, que la carne esté cara en pueblos y parajes rurales es casi un contrasentido y un incentivo a la faena y comercialización informal. Es muy importante que el Estado acompañe la formalización de la producción y comercialización de alimentos para evitar estas situaciones”, agrega.