Paola Barriga Montero tiene 26 años. Estudia fotografía en la Universidad de Avellaneda y el viernes pasado llegó a Plaza de Mayo para cubrir el acto recordatorio por la desaparición de Santiago Maldonado y difundirlo por cuenta propia. Pero no pudo.
– Ya se había desmovilizado la mayoría de la gente cuando comenzaron los incidentes. Había cinco, seis personas que incentivaban a golpear las vallas que nos separaban de la Casa Rosada. Empecé a registrarlo todo.
Entonces, Paola escuchó disparos a sus espaldas. Eran policías que corrían y disparaban hacia donde estaba ubicada. Los manifestantes corrieron en distintas direcciones pero un grupo quedó acorralado.
– Ahí veo que un oficial reduce a una persona y cuando le está por pegar, me acerco y grito que no le pegue.
Como respuesta, Paola recibió un golpe por detrás y cayó al piso. Su cámara fotográfica voló por el aire y se destrozó al chocar contra el asfalto. En ese momento, los policías se abalanzaron sobre ella y la detuvieron. La llevaron hasta el frente del Banco Nación y la mantuvieron de pie durante tres horas. Ninguno de los detenidos entendía su situación.
– Nos decían: Ustedes estuvieron haciendo quilombo. Cuando te apoyabas en el camión, venían y te amenazaban. Una chica detenida quiso ir al baño. Y ahí un policía preguntó: ¿No tenemos personal femenino?. Nos habían revisado hombres, todo ilegal.
Mientras los detenidos aguardaban el traslado a destino incierto, los oficiales anotaban como estaban vestidos. Ninguno pudo llamar a su familia para avisar sobre su situación. Así pasaron tres horas. Hasta que llegó un camión con más policías, que se bajaron y cambiaron el uniforme por ropa de civil. Después subieron a los detenidos a las camionetas.
– Nos sentíamos oprimidos, perseguidos. Estábamos reclamando por un desaparecido. Me detuvieron alrededor de las 21 pero en el acta figura a las 20. No tenían testigos, usaron policías de civil como testigos. No sabíamos dónde íbamos. Teníamos miedo. No nos dejaban llamar. En la camioneta una chica sacó un teléfono celular y pude llamar a mi familia.
Paola sólo pudo decir: Yo sacaba fotos y comisaria 30. Ahí comenzó la búsqueda de su madre.
Mientras tanto, las camionetas llegaban a la comisaria 30. Allí les tomaron los datos personales a todos. A Paola la desnudaron totalmente para revisarla. Luego tomaron sus huellas dactilares. Aunque parezca irreal, hubo alguien que la pasó peor.
– A una compañera la desnudaron, la obligaron a que abra los brazos como Jesucristo y que dé la vuelta mientras la filmaban.
Era la una de la madrugada del sábado. Allí estuvo hasta las seis de la mañana del domingo.
– No nos decían la hora. Nos pedían nombre y datos familiares. Todo el tiempo las mismas preguntas. Después pasó un oficial y anotaba: color de piel, de ojos, de pelo.
El domingo a las ocho, llegaron a Tribunales y las mujeres detenidas fueron alojadas en celdas custodiadas por el Servicio Penitenciario Federal.
– Los del SPF te preguntaban tu orientación sexual. Entramos a las ocho y tipo doce comenzamos a gritar y a exigir nuestra llamada. Se cagaban de risa.
Todo era broma para las penitenciarias. Hasta que una de las detenidas entró en una crisis nerviosa e insultó a una de las oficiales.
– Te vas golpear sola en esta celda. Le disparó la celadora.
Recién a las 14, Paola pudo contarle a la justicia lo que había pasado. Pero la mantuvieron detenida hasta las cinco de la mañana del lunes. Recién entonces volvió a su casa.
– Elegí la fotografía para denunciar este tipo de hechos. No me arrepiento de haber estado en Plaza de Mayo. Si hay otra marcha, iría de nuevo. Lo que trato es contrainformar para dar un panorama distinto. La gente es bombardeada por los medios masivos y cree sus mentiras. El viernes, los disturbios los empezó la policía, no la gente. Yo estuve ahí.
De más esta decir que con los golpes, Paola perdió la memoria de la cámara. Lo que no pudieron quitarle fue su memoria histórica.