Suele ser muy claro, para quienes analizan la política, que el peronismo abarca un espectro ideológico muy amplio. Contiene expresiones neoliberales, filomacrsitas, como Juan Manuel Urtubey, y sus antagónicas, como Agustín Rossi. Lo que a veces se pierde de vista es que el universo político y social no peronista tiene una elasticidad similar. La afirmación no intenta describir a los dos polos antropológicos de la cultura política nacional como la cara de una moneda frente al espejo. Hay diferencias. Es más compleja. Pero sí sirve para entender por qué ha comenzado a germinar en algunos sectores políticos la idea de un espacio opositor con una mayoría de expresiones que no vienen del peronismo.
Lo que se conoció públicamente hace poco más de un mes fue la reunión de cuatro referentes: Ricardo Alfonsín, Martín Lousteau, Margarita Stolbizer, y el gobernador santafesino, Miguel Lifschitz. El encuentro no es otra cosa que la conclusión de una serie de conversaciones que cada uno de estos referentes tienen con sus «entornos» y también entre ellos.
Las realidades de cada uno de estos referentes, que representan sectores, es diferente.
El socialismo santafesino tiene el desafío de conservar la provincia y construir alguna expresión nacional para el 2019. En ese sentido, el debate interno es si en la estrategia provincial no habría que hacer una alianza con el peronismo para derrotar a Cambiemos. Eso tiene dos caras. Podría sumar votos por el lado peronista, pero complicaría su histórica alianza con el único radicalismo que está realmente fracturado, el de Santa Fe, donde un sector está con Mauricio Macri y el otro en la vereda de enfrente. De todos modos, a nivel nacional, la apuesta es más clara: construir una expresión opositora al macrismo, pero diferenciada del peronismo.
Lousteau fue parte del oficialismo el primer año, con su rol de embajador en Estados Unidos. Luego se la pasó pidiendo ser sumado a Cambiemos para competir por dentro, cosa que no logró. Ahora rechaza sumarse. Esta última postura tiene una explicación de matemática electoral básica. En 2015, compitiendo contra el PRO, el exministro de economía de CFK estuvo a milésimas de derrotar a Horacio Rodríguez Larreta en el balotaje. Lo lógico es repetir el esquema y apostar a que esta vez esos dos puntitos caigan de su lado. Si va a una interna contra el aparato macrista, lo más probable es que ni siquiera llegue a la primera vuelta, menos, al balotaje. El cálculo más elemental indica que no podría ganar las PASO dentro de Cambiemos.
Stolbizer viene de dos experiencias no muy felices. En 2015 intentó representar sola ese espacio de la política argentina, que rechaza el peronismo y también el neoliberalismo. Y no le fue bien. Luego se embarcó en la alianza con Sergio Massa y los resultados estuvieron lejos de las expectativas que ambos tenían. Margarita necesita reconstruir un espacio político.
Alfonsín, por su parte, se opuso al acuerdo con el PRO desde el minuto uno, pero perdió la discusión dentro de la UCR con Ernesto Sanz, principal impulsor de lo que terminó siendo Cambiemos. El exdiputado nacional enfrenta un dilema que hoy no tiene solución. Sus posturas ideológicas lo ubican enfrente del gobierno y su pertenencia partidaria lo incluye en Cambiemos. En su entorno dicen que, por ahora, seguirá planteando sus opiniones abiertamente y cuestionando el rumbo del oficialismo, al que ya ha calificado públicamente como neoliberal. Las decisiones electorales quedarán para 2019. El exdiputado aspira, antes de tomar cualquier postura, a lograr el respaldo de ciertos sectores de su partido.
Los operadores políticos del gobierno tienen posiciones divididas sobre esta incipiente formación de un espacio opositor no peronista. Por momentos evalúan que fragmentará más el voto antimacrista, lo que les sería útil, y por otros, que puede quitarles un sector de votantes que respaldó a Cambiemos más por rechazo al kirchnerismo que por amor a Macri. Y el paso del tiempo juega en contra de ese tipo de adhesión. «