Uno de los argumentos con los que Ernesto Sanz logró convencer a la mayoría del radicalismo de la alianza con Mauricio Macri fue que el ex alcalde sería una buena locomotora para garantizar una elección que permitiera renovar bancas en el Parlamento y sumar algunas intendencias y gobernaciones. Frente a esa idea-fuerza, la postura de quienes rechazaban el acuerdo por cuestiones ideológicas encarnada en Ricardo Alfonsín y Luis Naidenoff, entre otros fue derrotada en la Convención de la UCR de marzo de 2014.
Sin embargo, el tiempo pasa y las circunstancias cambian. El macrismo se juega en la elección de medio término de 2017 a consolidar su proyecto y una de las condiciones para lograr un buen resultado es mantener dividido al peronismo. Por eso, los principales operadores políticos del PRO han lanzado en todos los distritos una estrategia de seducción de peronistas. El punto es que muchos de estos dirigentes son adversarios locales de los boinas blancas. El incipiente plan electoral ya hace crujir a la alianza Cambiemos en varios distritos.
En la provincia de Buenos Aires las fisuras son muy visibles. Alfonsín conduce todavía el Comité radical bonaerense. Ha marcado sus disidencias con el rumbo del oficialismo nacional y también con las nuevas alianzas, reflejadas, por ejemplo, en la incorporación del massista Joaquín De la Torre, ex intendente de San Miguel, al Ejecutivo de María Eugenia Vidal. Alfonsín mantiene por esto un conflicto interno con el radical Daniel Salvador, vicegobernador de Vidal, que suele ilustrar la relación con el macrismo como una eterna luna de miel. Las duras fricciones que tuvo Cambiemos en La Plata y Azul son prueba del clima de la coalición. Vamos a ir a las PASO, repiten una y otra vez en el alfonsinismo, rechazando la posibilidad de una lista única, en la que imaginan un radicalismo relegado al fondo de la tabla, además de las señaladas diferencias con las políticas de Macri.
A pesar de tener al ultramacrista Oscar Aguad en el gabinete y a Mario Negri dirigiendo el bloque de Diputados de la coalición (ambos son cordobeses), Córdoba también es un distrito con tensiones. En este caso son con el intendente de la capital, Ramón Mestre. El motor es el acercamiento del macrismo con el peronista Juan Schiaretti, actual gobernador, y otros sectores del PJ.
Santa Fe es otro escenario en el que incluso está en riesgo de fractura la propia UCR. El presidente del Comité Nacional e intendente de Santa Fe, José Manuel Corral, sueña con ser gobernador en 2019. Desde la Rosada le han ofrecido respaldarlo, es decir, no poner a jugar de nuevo en la cancha al comediante Miguel del Sel. Esto, claro, a cambio de lanzar Cambiemos en Santa Fe, sin el socialismo, algo que ya se hizo y que tiene como consecuencia la potencial ruptura de la alianza radical-socialista que gobierna la provincia desde 2007. Los boinas blancas que forman parte del actual Ejecutivo santafesino han tomado una nítida distancia de Corral. Barajan poner otro candidato radical gobernador en una PASO para aguarle la fiesta al intendente.
El punto es que no alcanza con las disputas intestinas que recorren al peronismo luego de la derrota electoral. Para que un político que no es parte del oficialismo acepte el respaldo del gobierno hace falta una condición más importante, que al Ejecutivo le vaya bien con la sociedad.