Dos temas muy importantes confluyen en estos días. Uno es el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y el otro, la marcha de este martes, a la Corte Suprema de Justicia.
La Justicia y la economía imponiéndose como los capítulos más importantes de resolver por parte de este gobierno. La marcha del 1 de febrero, que es una invitación a que el pueblo haga escuchar su voz, tiene que ser el punto de partida para que definitivamente el gobierno decida hacer cuanto sea posible, desde el punto de vista republicano, para cambiar una Justicia que ha abochornado al estado de derecho y que promueve la peor etapa de toda su historia.
Mientras tanto, el acuerdo con el FMI. Si bien el default resultaba un peor escenario, tremendamente complicado para el país, con la amenaza de subir muy fuerte el dólar, con el inmediato resentimiento de la producción, una inflación que sería insoportable, este acuerdo nos pone en un condicionamiento importante por las revisiones que impuso el Fondo. Con lo cual estamos frente la aceptación del mal menor.
Aquí se logra despejar vencimientos para crecer: eso es bueno. Despejar horizontes complicados con los organismos multilaterales, evitar la puesta en marcha de reformas estructurales que son tremendamente dañinas para la población vinculadas particularmente a la jubilación. Así como la devolución de los pagos ya realizados, del orden de los 4,5 mil millones, fortalece las reservas del Banco Central para enfrentar los años venideros… Sería interesante también que la meta de déficit entre 2022 y 2024 sea realizable, que no suponga recortes en el gasto social, ni tampoco vaya a afectar la masa salarial. Que se mantenga la asistencia monetaria de parte del Banco Central, en línea con el sendero fiscal acordado, se hace relevante porque la situación financiera del país no permite actualmente un financiamiento del déficit en el mercado, algo poco menos que imposible.
Con estos aspectos positivos, de todos modos –como dice la gente del CEPA, en la que yo confío siempre, plenamente, porque nunca es refutada, ni refutables–, evitar la exposición de los incumplimientos, y por ende el default, de cada revisión trimestral, va a ser una dura lucha. Y seguro en más de una ocasión tendrán observaciones que realizar y discusiones con el gobierno. Eso será otra vez un motivo de impaciencia para muchísima gente entre la que me incluyo, porque no se puede tolerar la presencia del FMI otra vez digitando aspectos de la vida de la Argentina. También, el hecho de asegurar la sostenibilidad del endeudamiento, después de 2025, parece que implicará un calendario de pagos para el país en torno a los 20 mil millones de dólares, según el CEPA.
Son los aspectos negativos y positivos de algo que seguramente tenía, como única posibilidad para cotejarlo, el default. Lo hubiera deseado en términos de dignidad, de soberanía, de épica que debe tener un gobierno. Desde el punto de vista político, no económico, habría sido lo mejor.
Pero también es cierto que esa épica que habría prendido fuertemente en el corazón de millones de los seguidores del gobierno, se habría convertido en un trasfondo económico muy complicado. Y, posiblemente, aquellos que estamos en una situación más cómoda, no alcancemos a dimensionar la dureza que les aguardaba a los sectores más vulnerables, en caso de quedar afuera totalmente de las posibilidades de tener préstamos y de afrontar la deuda, en una sostenida, larguísima, confrontación internacional.
Es un horror lo que ha hecho el gobierno de Mauricio Macri. Naturalmente, que estén libres es propio de un mundo muy desorganizado. El mismísimo expresidente y los funcionarios del FMI que hicieron esto deberían estar sometidos a un juicio muy severo, muy rápido. Porque lo que hicieron es de verdaderos delincuentes. No se trata de pensarlo a Macri como un insolvente intelectual y moral, se trata también la actitud criminal que, a sabiendas, tuvieron él y sus cómplices en el gobierno para que se llegara a un estado de situación tal que, quizás, uno termina comprendiendo como más positivo algo que, en el fondo, también abochorna, como es aceptar que el FMI sea parte de nuestra vida.
Ahora esperemos que el compromiso ante la tranquilidad económica relativa, que por un tiempo parece ofrecer el arreglo, y en la instancia de crecimiento que se está viviendo, el gobierno recupere la posibilidad política de hacer valer su poder para darnos una buena respuesta sobre la marcha que tendremos este martes, cuando el pueblo salga a decir a la Corte Suprema posiblemente los mismo epítetos que les corresponden a Macri y al Fondo Monetario Internacional.
Será una movilización ante el Palacio de Tribunales bajo la consigna “basta de impunidad”. Para exigir el fin del lawfare. Para repudiar a una Corte mafiosa y a la vez reclamar por una reforma judicial. Las primeras convocatorias crecieron rápido entre organizaciones sociales, sindicales, de Derechos Humanos, así como entre asociaciones judiciales que están buscando dar un primer paso hacia la democratización de la Justicia. También en la gente del común que desprecia a esos personajes aborrecibles que se adueñaron de los Tribunales. Va a ser una manifestación ciudadana, en la que se escuche la voz del pueblo.
Porque es tremendo lo que nos han hecho. Estamos en presencia de una banda que se hizo cargo de lo que llamamos la Justicia en la República Argentina para invalidarla y anularla hasta límites que ya no se pueden tolerar.
Por eso, el pueblo en la calle…