Elisa Carrió acaba de iniciar su gran salto hacia el otro lado del mostrador: la otrora “fiscal de la República” podría ser citada a indagatoria por su presunta participación en la “mesa judicial” del régimen macrista, esa especie de buró político del lawfare, palabra que alude a los actos articulados desde la triple alianza entre cierto sector del Poder Judicial, algunos medios periodísticos y los servicios de inteligencia, en subordinación a la Casa Rosada.
Tal instancia es fruto de un pedido presentado por los diputados Martín Soria, Rodolfo Tailhade y Eduardo Valdéz, del Frente de Todos (FdT), en la megacausa que al respecto tramitan la jueza federal María Eugenia Capuchetti y el fiscal Franco Picardi. Lo cierto es que esa solicitud es una consecuencia del temperamento, diríase, extrovertido de “Lilita”, ya que tiene por base una entrevista que concedió al diario Clarín en noviembre. Allí reconoce de modo explícito la existencia de la “mesa judicial”; ubica como uno de sus miembros al ex jefe de asesores presidenciales, José Torello, y da cuenta de los aparentes “acuerdos” entre funcionarios y algunos magistrados. Todo en una sola frase. Lo hizo al referirse al juicio político que el gobierno de Cambiemos quiso motorizar contra el juez federal Daniel Rafecas (actual postulante para la Procuración General) a raíz de una imperdonable inconducta: desestimar la denuncia del fallecido fiscal Alberto Nisman contra Cristina Fernández de Kirchner y Héctor Timerman, entre otros, por el Memorándum con Irán. En su diálogo con Torello sobre este asunto, –según ella– no vaciló en decir: “Bueno, pero primero me sacan a los coimeros de Comodoro Py”. En tal infidencia, un pretendido autoelogio hacia su rectitud, se desliza el papel que tuvo en ese comité secreto. Una genia.
Cabe destacar que en su reciente pelea con Mauricio Macri hubo una frase del ex presidente que a ella poco le gustó: “Tu única función es denunciar; es para lo único que servís”. Hay que ponerse en el lugar de ese hombre. Porque tener una aliada así equivalía a cargar una mochila llena de piedras.
La aprehensión de Macri hacia ella era a su vez compartida por Fabián Rodríguez Simón (a) “Pepín”, el operador más sinuoso de Cambiemos en los tribunales y, por ende, el bastonero en jefe de la “mesa judicial”.
Pero su buena estrella empezó a declinar a fines de septiembre de 2018, al ser difundida en El cohete a la Luna, el portal de Horacio Verbitsky, una fotografía tomada a hurtadillas donde se lo ve en el bar Biblos, de Libertad y Santa Fe, con el camarista Martín Irurzun. A partir de entonces las constantes injerencias de Rodríguez Simón en el universo tribunalicio dejaron de ser un secreto de Estado.
En ese informe también se ilustró su vínculo con la entonces diputada Carrió a través de un simpático video casero en el que ambos, secundados por Mariana Zuvic, animan una sobremesa denostando a Daniel Angelici (un rival de Pepín y Lilita), al supremo Ricardo Lorenzetti (otro de sus enemigos) y al juez Ariel Lijo (un magistrado que debía ser puesto en caja).
Lo cierto es que el romance político entre Lilita y Pepín osciló entre el sainete y la tragedia shakesperiana. A mediados de 2016, Macri había convocado al entonces vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, y a Rodríguez Simón para confiarles una misión de suma delicadeza: contener a la líder de la Coalición Cívica ante sus habituales derrapes. La eyección de Quintana del cargo hizo que el pobre Pepín fuera su único acompañante terapéutico.
Fue un deber no exento de mala sangre. Porque poco después de la nota de Verbitsky, Carrió soltó en el programa de Mirtha Legrand: “Garavano no existe; la Justicia la manejan Angelici y los pepines”. Una amiga.
Rodríguez Simón, sentado frente a la pantalla, montó en cólera. Y por un tiempo le retiró el saludo a Carrió. Hasta que por orden presidencial tuvo a bien reconsiderar aquella actitud. Al fin y al cabo ella era la vaca sagrada de la alianza Cambiemos.
Pero la cuestión tuvo notables repercusiones. Por ejemplo, el entonces candidato del FdT, Alberto Fernández, estampó el 4 de octubre del año pasado en su cuenta de Twitter: “¿Y si le pedimos juicio oral a @elisacarrio por valerse de Pepín Rodríguez Simón para manipular jueces federales como Martín Irurzun? ¿Y si estudiamos cómo @mauriciomacri busca favorecerse con esas causas persiguiendo opositores?”.
Por entonces, aún afectado por la catástrofe de las PASO, a Pepín se lo oyó decir: “¡Qué mal esto del peronismo! Podemos ir todos presos”.
La escena transcurría en una mesa de la confitería La Biela. Y su único interlocutor era nada menos que Torello, también muy apesadumbrado.
La causa penal que tanto los desvelaba arrancó en mayo último, cuando la camarista de Casación Ana María Figueroa reveló en una entrevista que un funcionario de Cambiemos había intentado apurarla para que emitiera su fallo justamente en el expediente por el Memorándum con Irán. Una vez citada por la Justicia, la magistrada confirmó que la visita había sido realizada por Juan Bautista Mahíques, entonces integrante del Consejo de la Magistratura por el Ejecutivo y, en la actualidad, fiscal general porteño.
Ahora, toda esta alegre muchachada vive en pánico ante la sola idea de que Lilita sea llevada a indagatoria.