La crueldad suele manifestarse en distintas formas. Este gobierno es un generador serial de sus múltiples variantes.
Solamente se avanza en temas vinculados al recorte presupuestario, única política económica reconocible hasta el momento.
Un gobierno que actúa de manera restauradora, de aquellos terratenientes del centenario, nuevos ricos en la inmensidad territorial que se incorporaba al capital internacional. Descree del Estado, lo desprecia, no le ve ningún tipo de utilidad, es sincero. Ya lo expresó el presidente, asumiéndose como un topo que lo va horadando por dentro.
No estamos ante una disputa de consensos y acuerdos, estamos ante una restauración reaccionaria, con el Estado disminuido a una escualidez terminal.
En nuestra historia hemos sufrido, exterminios de pueblos originarios, fusilamientos, bombardeos, decretos donde no se podía nombrar gobernantes, donde se les cambiaba de nombre a las obras hechas por un gobierno anterior. Una forma de hacer desaparecer la historia, que inexorablemente llevo a otras formas más crueles de la desaparición. Hoy vemos cómo se revela esa originalidad por hacer lo mismo, por ir hacia atrás sepultando derechos y conquistas sociales. Restaurar el valor absoluto del capital sin derechos sociales. El presidente en sus bravatas, hace pedagogía frágil con la historia y da la orden de partida para el aporreo, que comienza en la punta de su lengua.
Este presidente, hace lo que prometió, no tengo dudas.
El panorama es desolador. Se dejan una cantidad de obras públicas sin realizar, en formulación, iniciadas, con distintos grados de avance, que no se sabe si se harán o no. Tal vez se las den a algún privado para evitarle la inversión primigenia del riesgo de capital. Ya la historia enseñó para qué sirvieron las ruinas del Albergue Warnes o el “Elefante blanco” en Mataderos. Monumentos al abandono, dedicados a la crueldad del escarmiento.
Las obras se detienen porque no hay plata, según reza el mantra gubernamental. Entonces miles se quedan mirando a sus viviendas casi terminadas, a escasos metros de donde viven hacinados y anhelando ese departamento soñado, amplio, luminoso, vacío y nuevo, sin que lo habite quien lo mira desde su dolor, junto a su familia. Eso es crueldad en estado puro y duro. Así también, hay rutas, centros de salud, escuelas, universidades y distintas obras públicas, que hacen que se pueda avizorar la meca del déficit cero.
Es preciso saber que ya con el gobierno de Mauricio Macri, eso ocurrió, y muchas obras quedaron judicializadas por las empresas contratistas ante los ceses de pagos y otras abandonadas o a medio terminar.
Así es que cada vez que transitamos distintos rincones del país, asistimos a esos paisajes de obras públicas abandonadas. Esas obras solo demuestran fracaso y despilfarro, ruinas que vuelven a presentarse en la noria de nuestra historia. Ruinas circulares que no cuestionan la distancia entre el sueño que tuvo la población en su vigilia. Solo plantean la visión de lo real y lo imaginario, la eterna pregunta de la existencia humana, de dónde venimos y hacia dónde vamos, un eterno retorno, al mismo fracaso, parafraseando (con respeto) a alguien que podía ver a través de su ceguera.