«Me pareció una noticia fabulosa. La industria biofarmacéutica va a tener un desarrollo enorme con esta pandemia porque todo el mundo quiere estar preparado», dijo a Télam Emilio Malchiodi, profesor titular de la Cátedra de Inmunología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA y director del Instituto de Estudios de la Inmunidad Humoral (UBA-Conicet). El especialista señaló que, de cara al futuro, tener capacidad instalada para producir ese tipo de vacunas es un «gran avance para el país» ya que las vacunas de «vectores virales», como la Sputnik V, son un tipo de tecnología que cada vez se utilizará más.
«La planta debería tener la capacidad de producir vectores virales a la que luego se le puede poner cualquier proteína de un virus contra el que se quiere inocular, y uno estima que van a haber muchas vacunas de aquí en más basadas en esta tecnología», sostuvo
Malchiodi. Y recordó que «hasta ahora la única planta que tenía esa capacidad era de la mAbxience (del Grupo Insud, que produce la vacuna de Oxford-AstraZeneca), que había sido diseñada para producir anticuerpos monoclonales». Por ello indicó que, «así se tarde un año, es un gran avance. Porque en esta ocasión producirá la Sputnik V, pero podrá producir cualquier otra» después.
En relación al acuerdo, el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Roberto Salvarezza, señaló hoy en una entrevista con la Televisión Pública, que «es un acuerdo entre las partes privadas», y que el rol del Estado argentino fue «acercar a las partes». «Uno puede suponer que Argentina tendrá prioridad, de la misma manera como la producción de AstraZéneca en el laboratorio mAbxience tiene una parte reservada para el país», ejemplificó el titular de la cartera científica.
Consultado sobre si es posible que otros laboratorios produzcan en Argentina, Salvarezza señaló que «las posibilidades existen. Los laboratorios argentinos tienen la capacidad de producir. Ya que mAbxience haya producido 12 millones de dosis demuestra que los laboratorios nacionales tienen la capacidad para hacer. No sería sorprendente otro acuerdo».
Por su parte, la médica infectóloga Florencia Cahn, presidenta de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE), coincidió en diálogo con Télam en que se trata de «una muy buena noticia». «Si bien no es una solución en el corto plazo, este acuerdo permite que a través de la transferencia tecnológica se pueda fabricar la vacuna aquí y no se tenga que depender de la importación», ponderó la especialista. Cahn recordó que «ya tenemos experiencia en transferencia de tecnología en otras vacunas como la de la gripe, y fue una experiencia muy buena así que si bien no resuelve el corto plazo da una buena perspectiva a futuro».
También para la médica infectóloga Leda Guzzi, integrante de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) «es una excelente noticia». «La existencia de un acuerdo que transfiere tecnología y que permite el desarrollo local de las vacunas nos permitirá en el largo plazo ganar autonomía en la producción y posterior distribución de las dosis de vacunas», expresó.
Y añadió que este tipo de acuerdos «nos asegurarán continuar, con menos obstáculos, en esta distribución con equidad de las vacunas en el territorio nacional y, tal vez, en algún momento también se pueda colaborar con la región. Sería ganar soberanía sobre un recurso tan disputado en todo el mundo».
Guzzi enfatizó que «en la medida en que haya países que no puedan acceder a la vacuna, esta pandemia va a seguir amenazando a la humanidad ya que donde el virus circula libremente es capaz de desarrollar nuevas mutaciones que puedan tener escape inmunológico a las vacunas». «Por lo tanto, es fundamental que los países centrales comprendan esta situación y se entienda que es clave la solidaridad y la distribución equitativa de las vacunas porque nadie se salva solo», concluyó la infectóloga.