Este sábado 10 de diciembre fue el Día de los Derechos Humanos y se cumplieron 39 años de la restauración democrática argentina. Una pregunta sobrevoló la jornada: ¿cuándo comenzó a quebrarse el pacto democrático que rigió la vida política desde el final de la última dictadura militar?
A mediados de 1981, aún en dictadura, se creó la Multipartidaria. Estaban el peronismo, la UCR, el Partido Intransigente, el MID (de Arturo Frondizi) y el Partido Demócrata Cristiano. El objetivo: empujar la transición democrática. Ahí fue donde comenzó a forjarse un piso de convivencia entre los partidos políticos. Ese proceso puso la semilla para que Antonio Cafiero se parase junto a Raúl Alfonsín en el balcón de la Casa Rosada durante el alzamiento militar carapintada de 1987.
En los últimos tres meses, la ruptura del pacto se terminó de concretar. Era un vidrio astillado desde el triunfo de Mauricio Macri en 2015. Había que darle un golpe final para que explote en pedazos. Fue lo que hizo Fernando Sabag Montiel cuando gatilló dos veces una pistola a centímetros de la cara de la vicepresidenta Cristina Fernández. El pacto democrático tenía dos mandamientos básicos respecto de los adversarios: “No matarás. No proscribirás”. La principal figura política de la argentina sufrió ambas cosas: un intento de asesinato y una decisión judicial para que no pueda ser candidata. El retroceso es absoluto.
Los partidos tradicionales que se nuclearon en la Multipartidaria no querían ser comparados con los genocidas. En los gobiernos de 1983 en adelante nadie montó una estructura de persecución para intentar encarcelar, de ser posible, a toda la gestión saliente. Había denuncias, investigaciones, y detenidos, como María Julia Alsogaray o Erman González, pero no un plan sistemático. Todo cambió con Macri. No es extraño. Es un dirigente que proviene de la Patria Contratista que se volvió multimillonaria con la dictadura. De los empresarios, como Héctor Magnetto, que forjaron las bases de sus imperios mientras en la Argentina se perpetraba un plan de exterminio. Su compromiso con la democracia es endeble, por ser generoso. La tentación por el autoritarismo los habita siempre.
¿Cómo reconstruir el pacto? Juntos por el Cambio ha demostrado su capacidad de cohesionar al 40% del electorado antiperonista. La reconstrucción no puede excluir a JxC. El problema es que muchos dirigentes de este sector creen que pueden hacerlo sin CFK. Con el pacto democrático se aplica la misma regla que tuvo la construcción del Frente de Todos: con Cristina no alcanza, pero sin ella no se puede.
Es tanto el odio difundido hacia principal figura del campo popular de los últimos 50 años que parece haber poco espacio para sentarse con Cristina. Desde el relato construido por los medios del establishment y un grueso de la dirigencia cambiemita sería como hacer un acuerdo con el diablo.
Horacio Rodríguez Larreta suele compartir en sus redes videos de sus “charlas con vecinos”. (Que sean armadas no es importante en este caso). En uno de ellos aparece un hombre que dice que es necesario un acuerdo nacional. El alcalde porteño lo interrumpe: “Eso que decís es muy importante. Es lo que tenemos que hacer”. Larreta fue el primer dirigente de JxC en celebrar la proscripción de Cristina. Aunque por lo bajo después diga que es para contener al sector duro de su electorado, el gesto arroja sombras sobre la posibilidad de que él sea vector de la reconstrucción del acuerdo quebrado.
Los armisticios se firman cuando un bando se impone o cuando ambos llegan a la conclusión de que nadie puede ganar; como el equilibrio de la guerra fría basado en la posibilidad de destrucción mutua. JxC parte de la base de que no necesita un pacto democrático; de que con el 40% de los votos; más los jueces federales y los medios de establishment, es suficiente. Esto es que la que hace casi imposible, por ahora, reconstruir el acuerdo que se forjó durante la dictadura y rigió la vida política argentina hasta el pasado 1 de septiembre.