En noviembre de 2022, Diputados dio media sanción al proyecto de ley para diagnosticar y prevenir cardiopatías congénitas en bebés recién nacidos, las cuales afectan a 1 cada 100 bebés en el país. Son la principal causa de muerte en el primer año de vida. Tuvo dos votos en contra: los de Javier Milei y Victoria Villarruel. Así lo justificaba el entonces diputado: “implicaba más presencia del Estado interfiriendo en la vida de los individuos y más gastos, eso no funciona así”. En ese momento, los dos eran minoría, estaban aislados. Hoy son gobierno. Y ese postulado reaccionario atraviesa desde diciembre a todas las esferas del Ejecutivo: no hay obra pública, no se entregan métodos anticonceptivos, se deja de invertir en ciencia y desarrollo. Porque implica más presencia del Estado. Y más dinero.

Eso mismo volvió a vivirse esta semana cuando Diputados le dio media sanción a la Ley contra la Ludopatía, con especial foco en las apuestas online y los jóvenes. ¿Quiénes lo rechazan? El PRO y La Libertad Avanza. Lo justificaron igual que Milei con las cardiopatías congénitas: “Es una responsabilidad de las familias, más que del Estado. Otra vez, el Estado interviniendo en las decisiones del individuo. Nuestro gobierno no está a favor de eso”.

Pero hay dos falacias: la primera es económica. Que el presidente y su gabinete piensen que dejando de gastar (o invertir, mejor dicho) en salud, educación u obra pública se “ahorran” plata, es cuanto menos curioso viniendo de una fuerza que se autoproclama economicista con discursos en los que todo son números. El propio ministro de Salud de la Nación, Mario Lugones, que viene del sector privado (socio del Sanatorio Güemes junto al ‘Coti’ Nosigilia y Luis Barrionuevo), podría avisarle a su jefe que ese supuesto “ahorro” vendrá en forma de boomerang y le demandará al Estado muchísima más plata en la atención que demandará el sistema público atendiendo a las víctimas. Son los costos de no invertir en prevención y promoción. Igual el tema no es económico, como se quiere vender, sino ideológico. Se ve con el cambio climático. Los costos de no promover políticas para mitigarlo se verán en los próximos años/décadas.

La segunda falacia es creer que el Estado elige no participar, y que eso es “neutral”. El tema de las apuestas (como con la Ley de Góndolas o el desmembramiento del INTA) lo demuestran: cuando decide “apartarse”, dejar de controlar y de invertir, lo que hace es jugar a favor de las empresas. De las grandes. Las que no quieren que el Estado se meta. Y mueven millones. Algún malpensado podría creer que lo mismo ocurriría con grandes laboratorios y prepagas al cerrarse esta semana la Secretaría de Calidad de Salud. En el medio, las víctimas de siempre. Con las apuestas, las principales son los niños y adolescentes. Y las beneficiadas tienen detrás nombres y apellidos, que Tiempo menciona en su apertura de Información General. El más reconocido, citado por la diputada Mónica Frade: Daniel Angelici.

En esta edición hay un muy recomendable artículo de Valeria Edelsztein y Claudio Cormick analizando el discurso antiderechos, el “a mí nadie me regaló nada”, los “contra-movimientos” de derecha, y cómo se reproduce ese concepto en los estratos sociales más bajos. El escenario de ideas de la Argentina actual “permite que ya no sean sólo quienes están en la cima de la pirámide social los que incurren en la vieja práctica de ‘culpar a la víctima’ por su situación desfavorable; en los hechos, son las propias víctimas las que se culpan a sí mismas”.  «