La que se presentaba como la más incierta de las disputas del domingo electoral entregó cómputos que le permiten un respiro a Juntos por el Cambio, por lo menos en la Ciudad. Con el 95% de las mesas escrutadas, Horacio Rodríguez Larreta obtiene el 55,57% de los votos, más de 20 puntos por encima de Matías Lammens, el candidato a jefe de Gobierno del Frente de Todos, que llega al 35,34 por ciento.
Larreta se posiciona así como un hombre fuerte de la futura oposición al gobierno de Alberto Fernández.
La posibilidad de un balotaje entre Larreta y Lammens sonaba a priori como posible, dada la debacle del macrismo a nivel nacional y en el territorio bonaerense. Sin embargo, el derrumbe económico y la desorientación del Gobierno parecen no haber hecho mella en el bastión histórico del PRO. La sangría de votos del oficialismo a nivel nacional no alcanzó a conmover el distrito en el que nació y se hizo fuerte. No habrá, entonces, segunda vuelta, puesto que Larreta supera ampliamente el 50% exigido por la Constitución porteña para evitarla.
Unos dos millones y medio de porteños fueron a las urnas para elegir intendente. El resultado de las PASO había dejado a Larreta muy cerca de la mitad más uno, y considerando que en las elecciones de hoy no se cuentan los votos en blanco ni los anulados a la hora de calcular las cifras finales, la ventaja del candidato de Juntos por el Cambio, que se presumía irremontable, cristalizó en una importante diferencia. En agosto había tenido 904.165 votos, el 45,92% del total, contra 617.654 de la fórmula Lammens-Marziotta, el 31,36 por ciento.
Ahora, con más del 95% de las mesas cargadas, la brecha de 14 puntos se amplió a 20.
Repetidas veces durante las dos últimas semanas de la campaña, Larreta y su vice, Diego Santilli, dijeron que se preparaban para disputar un segundo turno. Si se trataba de una frase de compromiso o realmente creían que se avecinaba un resultado muy ajustado, lo cierto es que hubo polarización, pero no alcanzó para llevar las cosas al balotaje.
De la tríada de mandatarios que procuraban reelegir, sepultadas las chances de Macri y Vidal, la gestión de Horacio Rodríguez Larreta parece la más sólida, con mucha obra pública para mostrar –viaductos, metrobuses– pero un fuerte déficit en educación, salud y vivienda. Señalando las deudas de ese modelo excluyente, que fomenta la especulación inmobiliaria y privilegia las bicisendas sobre las escuelas o los hospitales, la campaña del Frente de Todos cosechó un gran número de votos en las PASO, y se nutrió en las últimas semanas de manifestaciones callejeras, mitad organizadas, mitad espontáneas, como los flashmobs con la canción “Si vos querés”, que revitalizaron aún más su campaña.
Así, Larreta evita disputar otra segunda vuelta. Ya lo había hecho en 2015, contra Martín Lousteau, ganando por sólo tres puntos. La incorporación del ex ministro de Economía a Juntos por el Cambio hacía suponer que ese peligro quedaba neutralizado. Es evidente que buena parte de aquellos votos de Lousteau fueron capitalizados por Lammens, pero claramente no fue suficiente.
Desde 1996, cuando Fernando de la Rúa ganó las primeras elecciones del distrito autónomo, ningún alcalde porteño consigue imponerse en primera vuelta. Pero aquel comicio se definió por mayoría simple, y el luego presidente radical obtuvo el 39% de los votos. Ahora se necesitaba la mitad más uno, y los votos de Horacio Rodríguez Larreta lograron evitar el temido escenario de una derrota total para el macrismo.
Subido a un caudal de votos superior al caudal de votos cosechado en las PASO y que le permitió obtener una victoria por casi 20 puntos de diferencia, Horacio Rodríguez Larreta fue, con toda lógica, el primero en salir a hablar en el bunker de Costa Salguero.
Agradeció a su esposa, a sus funcionarios, a su compañero de fórmula, Diego Santilli, a Mauricio (Macri) y a María Eugenia (Vidal), con quienes empezó «un camino de transformación histórica en la Ciudad”, a los porteños que lo votaron y a los que no, “porque con su mensaje mostraron que siempre se puede mejorar”.
Con el look ya habitual de remera negra de cuello redondo, esta vez con un “gracias” estampado en el corazón, Larreta se adueñó del centro de la escena del macrismo, evitando con creces una segunda vuelta que hasta ayer nomás era una posibilidad cierta.
“Soñamos con más escuelas y centros de salud” empezó a enumerar Larreta. Se trata de los puntos señalados como déficit de su gestión, para seguir con “espacios verdes, viaductos” y otras obras vinculadas al espacio público “A lo que me comprometo, lo cumplo”, desafió.
“A esta altura –cerró Larreta su breve y triunfal alocución-, yo estoy enamorado de Buenos Aires, y cuanto más la recorro, más me enamoro”.
Los números de Larreta no sólo le permiten revalidar su gestión, sino también conservar la mayoría en la Legislatura porteña que ha sido una herramienta central para impulsar las más resistidas iniciativas del oficialismo en la Ciudad, sobre todo en el ámbito educativo (Secundaria del Futuro, Unicaba) y en lo referente a la enajenación de terrenos fiscales liberados para la especulación inmobiliaria.
Pero lo más importante es el peso específico que adquiere Larreta en el escenario de Juntos por el Cambio, y cuánto tallará desde el Ejecutivo del distrito más próspero del país a la hora de reconstituir la futura oposición al gobierno de Alberto Fernández.