Néstor Kirchner representa una figura ya histórica en nuestra Argentina. Cuando lo conocimos, a las Abuelas de Plaza de Mayo nos resultaba una persona desconocida desde su faceta política porque era un hombre del sur, aunque conocíamos a su esposa, Cristina Kirchner, que era parlamentaria. Pero nos sorprendió gratísimamente la personalidad de ese hombre, que vino con un gran compromiso de beneficiar al pueblo, de darle lo mejor, jerarquizarlo, y de lograr aquel sueño de nuestros 30.000 desaparecidos de que la justicia social fuera una realidad.
Lo vi por primera vez en el departamento de Cristina cuando ella me citó porque me quería hacer una consulta. Él apareció para saludarnos y muy simpáticamente dijo que se iba a comprar los zapatos para la asunción. Me resulta un poquito gracioso ese recuerdo de él: ese día que lo vi por primera vez dijo que se iba a comprar unos mocasines aunque Cristina no quería. Fue un gesto de total personalidad y de ausencia absoluta de ese acartonamiento que tienen algunos.
Luego lo conocimos por su gestión. Él nos fue recibiendo, escuchando, resolviendo lo que íbamos pidiendo los organismos de Derechos Humanos. Y sobre todo nos invitaba a concurrir a la Casa Rosada, a asistir a los actos. Es decir que fuimos parte de un pueblo que, aunque siempre queda aislado cuando se gobierna, en este caso fuimos tomados como parte.
Lo recuerdo con gestos admirables: su decisión para que las leyes de Punto Final y Obediencia Debida que había decretado el gobierno de Raúl Alfonsin y los indultos de Carlos Menem para perdonar y agilizar la convivencia con los asesinos y genocidas de la dictadura cívico-militar fueran anuladas y que volviéramos a tener justicia plena en la Argentina. Otro gesto maravilloso fue sacar los cuadros del Colegio Militar. Eso fue histórico no solamente para nuestro país sino para el mundo entero.
Pero lo que recuerdo de cada vez que nos encontramos es su ternura. Era un hombre muy tierno, afectivo, cariñoso, agarrero. El no se quedaba quieto, demostraba su afecto. Nos sentíamos junto a un hijo. Yo no puedo olvidar que él y Cristina estaban en La Plata cuando mi hija Laura también hacía política desde la oposición y con riesgo de vida. Y pienso, soñando, que por las diagonales de la ciudad alguna vez caminaron juntos Cristina, Néstor y mi hija Laura.
Por eso aquel 27 de octubre fue de enorme tristeza. Yo cumplo años el 22 de octubre y ese día me saludó junto con Cristina, me llamaron y me mandaron flores. Y a los días, la noticia en la televisión me golpeó el corazón, me golpeó la vida, me destrozó el alma. ¿Cómo podía pasar eso? Nos reunimos con mi familia y lloramos juntos. Su ausencia se sufre todavía hoy. La fecha marca un dolor muy grande. Parece mentira que hayan pasado tantos años porque lo extrañamos.