1.- Junto con el regreso a la democracia en la Argentina, y en el contexto de la asunción del gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989), Dante Caputo se hizo cargo del ministerio de Relaciones Exteriores. Luego de 7 años de una feroz dictadura militar que finalizó con la derrota bélica frente al Reino Unido y con el país conocido mundialmente por las masivas violaciones a los derechos humanos, los desafíos del nuevo Canciller y de la política exterior argentina no eran pocos ni sencillos. Previsiblemente, la Argentina se encontraba aislada del mundo civilizado por lo que las prioridades de la gestión de Caputo se enfocaron en fortalecer el sistema democrático en la Argentina, evitar que la Guerra Fría contaminara la incipiente primavera democrática, impulsar el proceso de democratización regional, resolver las cuestiones limítrofes, generar mayor capacidad negociadora regional frente a las grandes potencias centrales y promover la integración económica subregional.
Entre los hitos en materia de política exterior argentina del período, debe destacarse la ratificación por parte de la Argentina de los principales tratados internacionales vigentes en materia de derechos humanos. El Pacto de Derechos Civiles y Políticos, el de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, la Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), la Convención contra la Tortura, y la Convención Americana de Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica) fueron todos incorporados al ordenamiento jurídico argentino entre 1984 y 1986, transparentando de ese modo el propósito político del Presidente Alfonsín, cual fue el de sentar las bases del largo proceso de memoria, verdad y justicia que su gobierno inauguró entre acantilados y riscos, porque aún los militares eran capaces de alzarse.
Al mismo tiempo, y en la esfera regional, con los acuerdos entre Alfonsín y Sarney, primero, y luego incorporando a Sanguinetti de Uruguay, se sentaron las bases para lo que en el futuro sería el Mercosur. Y aun a pesar de que en Chile gobernaba la dictadura de Pinochet, en 1984 se firmó el Tratado de Paz y Amistad entre la Argentina y Chile, que dio fin al conflicto del Canal de Beagle y estableció los mecanismos para resolver, en los años siguientes, casi todas las cuestiones limítrofes pendientes. Es necesario mencionar en este punto el decidido apoyo de la Cancillería de Caputo a los movimientos de redemocratización en Chile, por conducto de la Embajada en Santiago.
También la Argentina de entonces participó en iniciativas regionales como el Grupo de Apoyo a Contadora que procuraba la pacificación de América Central frente a la intervención norteamericana, y el Grupo de Cartagena con el fin de llevar adelante una acción conjunta de los países deudores frente a los acreedores de la deuda externa. Y retomó su participación en el Grupo No Alineados, con actuación coordinada en la Asamblea General de las Naciones Unidos. En dicho foro, y a pesar de las consecuencias del conflicto bélico en las Islas Malvinas, la política exterior argentina consiguió que la Asamblea General continuara el tratamiento en su seno de la Cuestión Malvinas. En ese marco, en 1988 el Canciller Caputo fue elegido presidente de la 43.ª Asamblea General de Naciones Unidas.
2.- Durante la Presidencia de Carlos Menem, y luego de dos años de la Cancillería al frente de Domingo Cavallo (1989-1991) en los que pueden señalarse el alto perfil de la reunión con el Secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido, John Major -la primera reunión desde el final de la guerra de las Malvinas (1982)- así como el alineamiento de la Argentina con el “Consenso de Washington” defendido por la Administración de George Bush; finalmente, Guido Di Tella asumió en 1991 como Ministro de Relaciones Exteriores, cargo que ocupó durante ocho largos años, hasta el final del mandato de Menem.
El legado de Di Tella fue duradero y se propuso realinear a la Argentina con las grandes potencias occidentales, vencedoras luego de la caída del Muro de Berlín, y en torno al Consenso de Washington mencionado. El Poder Ejecutivo se enrolaba entonces en la teoría del «realismo periférico», por la cual la Argentina debía asumir su condición de vulnerabilidad e insertarse en el «primer mundo» por medio de relaciones estrechas con los países «centrales», y resignándose a su rol de proveedor de materias primas. En ese marco, la inserción económica internacional y las posiciones de la Argentina en los foros multilaterales siguieron aquellas adoptadas por los Estados Unidos y sus socios. A tal punto que nuestro país, en su calidad de «aliado extra OTAN», colaboró militarmente con la «Guerra del Golfo». Todo indica que aquel rotundo giro en la posición internacional de la Argentina que siempre había procurado una posición equidistante de ambos bloques durante la Guerra Fría, no fue gratis. El terrorismo internacional más feroz golpeó duramente a la Argentina: en 1992 ocurrió el atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires, y en 1994, a la AMIA.
Otro de los hechos de alto perfil en la política exterior menemista al mando de Di Tella, fue el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con el Reino Unido, interrumpidas desde 1982. Entonces, se ideó el conocido «paraguas de soberanía», en virtud del cual se restablecieron las relaciones diplomáticas de manera completa, aunque poniendo la disputa por la soberanía de las Islas Malvinas que seguía pendiente, bajo un «paraguas». Es decir, los entendimientos en otras áreas no podían ser interpretados como una renuncia por ninguno de los dos países a sus derechos con respecto al archipiélago. En ese marco, la Argentina intentó una cuestionada política de «seducción» -por lo farsesca- hacia los habitantes de las islas por medio de obsequios enviados por correo en Navidad, con el objeto declarado de mejorar la imagen del Gobierno argentino entre los isleños, objetivo que previsiblemente no se logró. Además, hacia el final del gobierno Menem, Di Tella se reunió con el canciller británico Robin Cook y con representantes isleños, a los fines del reinicio de vuelos comerciales entre la Argentina continental y las Malvinas.
En materia regional, debe decirse que durante la gestión Di Tella, y aun a pesar del alineamiento automático con los Estados Unidos, se avanzó fuertemente en la estructura institucional del Mercosur, cuyos tratados fundacionales se suscribieron en 1994, con Brasil, Paraguay y Uruguay. Con Chile, y gracias al andamiaje legal creado durante el Gobierno de Alfonsín, la gestión de Di Tella pudo llegar a la resolución de la gran mayoría de las pendencias limítrofes (las más importantes fueron Laguna del Desierto y Hielos Continentales, delimitados, aunque pendiente de demarcación.
Finalmente, y aun a pesar de que desde la promulgación de las leyes de impunidad y concesión de indultos, el proceso de justicia transicional se vio interrumpido, así como el hecho de que la política de Menem buscó re-encauzar el proceso de transición bajo el lema de la “reconciliación”, debe señalarse que la Argentina no abandonó el compromiso con la promoción y protección de los derechos humanos iniciado en 1983 y dio jerarquía constitucional a los principales instrumentos internacionales vigentes, incorporándolos a su Constitución con la reforma de 1994. Ello fue un precedente de alto impacto para el Derecho Internacional de los Derechos Humanos que luego fuera seguido por otras constituciones de la región.
3.-Los últimos dos años del siglo XX y los primeros del nuevo siglo tuvieron una política exterior opacada por la crisis política y el colapso económico del año 2001, con una Cancillería dedicada a administrar la crisis de deuda con los organismos multilaterales de crédito y países acreedores.
Recién con la asunción de Néstor Kirchner en el año 2003, la Argentina pudo “levantar la cabeza” y en los primeros años de dicha gestión, la política exterior argentina recuperó los ejes que tradicionalmente guiaron la inserción internacional del país: la integración regional, la promoción de los Derechos Humanos y el cumplimiento de la manda constitucional con relación a la Causa Malvinas. En ese marco, y gracias a la particular sintonía del Ejecutivo argentino con los nuevos mandatarios en Brasil, Uruguay, Paraguay y Venezuela, nació la Unasur como una novedosa instancia de coordinación política sudamericana al tiempo que sus flamantes miembros se apartaban de manera firme del Consenso de Washington con su negativa al ingreso al ALCA, promovido por los Estados Unidos durante la Cumbre de las Américas de 2005.
Desde la perspectiva multilateral y a instancias de la Argentina, cabe destacar la aprobación por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas de la Resolución sobre “Principios Básicos de los Procesos de Reestructuración de la Deuda Soberana”, en septiembre de 2015.
En política exterior democrática es importante evitar la insularización o el unilateralismo: Es importante mantener una política exterior abierta, diversificada y cooperativa, que busque fortalecer los vínculos con otros países y regiones, así como participar activamente en los organismos y foros multilaterales.
Evitar el intervencionismo o la injerencia: El respeto a la soberanía y la no intervención en los asuntos internos de otros países son principios fundamentales del derecho internacional y de la convivencia pacífica entre las naciones.
Eludir el conflicto o la confrontación: La paz y la seguridad son condiciones indispensables para el desarrollo y el bienestar de los pueblos.