El presidente Javier Milei se asomó al balcón de la Casa Rosada acompañado por Susana Giménez, una de las actrices y conductoras de televisión más populares de las últimas décadas. Susana encarna una contradicción parecida a la de Carlos Tévez. Tiene origen y un amor populares, pero sus posiciones políticas son antipopulares al extremo.
Unos minutos antes el INDEC había dado la cifra de pobreza del primer semestre de 2024. Milei acababa de anotar un récord. Creó más de cinco millones de nuevos pobres en seis meses de gestión. Lo hizo además arrancando de un piso alto de pobreza, la que había dejado Alberto Fernández.
Es cierto que la medición de la pobreza en Argentina es exigente comparada con el resto de la región. Un ejemplo: si se utilizara la canasta que aplica Chile, la pobreza daría la mitad. La derecha regional, encarnada en los medios de comunicación, con su obsesión por vender el modelo neoliberal chileno, nunca se detiene a describir cómo se arman las estadísticas en ese país.
El punto, de todos modos, no es ese. Se trata de cuántos pobres creó Milei en 180 días de mandato. Porque la forma de medir la pobreza es la misma que en el último semestre de la gestión de Alberto, cuando había quedado en el 41%. Esa cifra ya era cuatro puntos más que el 37% que había dejado Macri. Al repasar estos números, no resulta tan difícil entender por qué el peronismo perdió las elecciones del 2023.
El gobierno del Frente de Todos, con pandemia, sequía, y el salto inflacionario de su último año de gestión, aumentó la pobreza en cuatro puntos en todo su mandato. Milei la subió 11% en 180 días. Es vertiginoso. Buena parte del gobierno piensa que el planeta es Twitter. Por eso todavía no perciben que esta catástrofe tendrá impacto político y electoral.
¿Por qué Milei podría evitar lo que le ocurrió a Macri, que le sumó más de 10% a la pobreza que había cuando terminó el segundo mandato de Cristina? ¿Por qué evitaría lo que le ocurrió luego a Alberto, que también la aumentó? Quizás haya demasiada confianza en las fuerzas del cielo.
El incremento de la pobreza es un objetivo de este gobierno. No es un efecto no deseado de políticas económicas que ya fracasaron decenas de veces. En el mundo que plantea la derecha argentina –en esto Mauricio Macri piensa lo mismo que Milei–, los pueblos viven mejor cuando no hay Estado, ni sindicatos, ni derechos laborales. Es un planteo extraño. Si se pulveriza la educación y la salud pública, si se descuartizan los sindicatos, que en Argentina son fuertes, y se eliminan los derechos sociales, el pueblo vivirá mejor. No se ha visto en ninguna parte, pero de eso se trata la fe.
En todos los países del capitalismo avanzado, en especial los europeos, donde la calidad de vida es sin duda mejor en Latinoamérica, hay estados fuertes, impuestos altos, sindicatos, derechos sociales universales que garantizan un piso de ingresos para todos los ciudadanos.
La promesa que nunca se cumple es que, si se empuja a más del 50% de la población argentina a la pobreza estructural, al estilo de Colombia o México, lloverán las inversiones y esos pobres en algún momento dejarán de serlo. ¿Acaso ocurrió? México está viviendo su mejor momento de los últimos 30 años porque llegó un gobierno que hizo algo diferente.
No fue una revolución, pero sí un giro con dos rasgos muy claros: el Estado como protagonista del proceso de inversión, retomando el control de los recursos estratégicos y, al mismo tiempo, asumiendo la responsabilidad de garantizar un piso de ingresos para toda la población.
Andrés Manuel López Obrador lo hizo duplicando el salario mínimo, creando jubilación universal, financiando los remedios para la tercera edad, entre otras políticas. Por algo su partido gobierna ahora el 80% de los estados (provincias) y su candidata Claudia Sheinbaum ganó con casi el 60% de los votos.
El incremento de la pobreza es un objetivo de la política económica de Milei. Los libertarios pueden celebrar su éxito, lo que no podrán es esquivar las consecuencias. «