La lucha por los derechos humanos, la identidad y la memoria es un acto de amor profundo. Un amor que las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo han sostenido durante 48 años, en su incansable búsqueda de hijos desaparecidos y nietos apropiados. Ellas nos enseñaron que la memoria no es solo un derecho, sino también una forma de justicia y reparación, un faro que ilumina el camino hacia la verdad. En este mes dedicado al Derecho a la Identidad, la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires renueva su compromiso con esta causa, organizando actividades que visibilizan la lucha y la esperanza que siguen vivas en cada historia recuperada. Una de estas actividades tuvo lugar en el ex Pozo de Banfield, un sitio que carga con la historia de los horrores cometidos durante la última dictadura cívico-militar.
El testimonio de Daniel Santucho Navajas es uno de esos relatos que reflejan la inmensidad de ese amor. «Soy Daniel Santucho Navajas, el nieto número 133 de Abuelas de Plaza de Mayo», dice, marcando el inicio de un viaje personal lleno de dolor y revelación. Después de más de 20 años viviendo con una familia que no era la suya, Daniel decidió enfrentar sus dudas y buscar la verdad. Nació en cautiverio en el Pozo de Banfield mientras su madre, Cristina Navajas, permanecía secuestrada. Su vida estuvo marcada por el silencio y el miedo, pero también por la necesidad de saber quién era. Finalmente, pudo abrazar su verdadera identidad y, con ella, honrar la memoria de sus padres, militantes del PRT-ERP.
«Cuando me convertí en padre, sentía que algo no estaba bien», confiesa Daniel. El miedo lo frenaba, pero la duda seguía creciendo. Fue ese amor que sintió por sus hijas lo que lo impulsó a buscar la verdad. Cuando finalmente pudo romper las cadenas de la mentira, entendió que su historia era mucho más grande que él, y que su identidad, arrebatada por la dictadura, debía ser recuperada para sanar el pasado y darle sentido a su presente.
Lorena Battistiol, directora de Sitios y Espacios de Memoria de la Subsecretaría de Derechos Humanos, también siente ese llamado, porque su historia personal está marcada por la misma búsqueda. «Hace años que estoy buscando a un hermano o hermana nacido en Campo de Mayo», comparte Lorena, quien encuentra en cada historia de identidad restituida una esperanza renovada. Sus padres, desaparecidos en 1977, dejaron un vacío que ella, como tantas otras personas, lucha por llenar con memoria y verdad.
«Mi mamá, Juana Matilde Colayago, y mi papá, Egidio Battistiol, desaparecieron el 31 de agosto de 1977, cuando yo tenía apenas 11 meses», relata Lorena. «Mi mamá estaba embarazada de seis o siete meses cuando los llevaron a Campo de Mayo, y desde entonces estamos buscando a ese hermano o hermana que nunca conocimos.» La búsqueda de Lorena, como la de tantas familias, es una historia de amor y resistencia. «Es una emoción doble», dice. «Por un lado, veo en Dani la esperanza que nos dio su reencuentro con su familia biológica, y por otro, sigue viva la esperanza de encontrar a mi hermano o hermana.»
Desde la Subsecretaría, Lorena lidera actividades que refuerzan este compromiso, como la charla que brindó Daniel en el ex Pozo de Banfield. Estos espacios de memoria no solo permiten recordar lo sucedido, sino también abrazar el legado de quienes fueron silenciados, y seguir luchando por quienes aún no han recuperado su identidad.
Daniel Prassel, militante de derechos humanos de Lomas de Zamora y miembro de la Mesa de Trabajo del Pozo de Banfield, destaca la importancia de seguir generando conciencia sobre estas luchas: “Entrando en el mes de octubre, donde trabajamos fuerte el Derecho a la Identidad, nos parece fundamental seguir generando aportes concretos que, además de visibilizar lo ocurrido en el marco del Terrorismo de Estado, permitan también comprender las luchas actuales como la búsqueda de los nietos y nietas que todavía no han sido encontrados”.
Prassel resalta también que revisar nuestro pasado reciente no es solo un ejercicio de memoria, sino una necesidad para comprender los desafíos que enfrentamos hoy en día. Además, subraya el papel crucial que juega la transmisión de esta memoria en el fortalecimiento de la democracia y la conciencia popular: “Es necesario seguir transmitiendo memoria, porque esas acciones son las que fortalecen la democracia y la conciencia popular. Revisar el pasado reciente nos da la posibilidad de entender mucho de lo que estamos viviendo”.
En relación con la historia de Daniel Santucho Navajas, Prassel señala que “su historia es tremendamente valiosa, como la de cada identidad robada por la dictadura que logra restituirse por el trabajo incansable y noble de las Abuelas de Plaza de Mayo, que no descansan un solo día sin seguir buscando, investigando y luchando por encontrar a los más de 350 niños, hoy hombres y mujeres, que nos arrancaron como pueblo”.
Este tipo de actividades, como la charla y el recorrido en el Pozo de Banfield, se alinean con la tarea de mantener viva la memoria colectiva, algo que Prassel considera vital: “No hay dudas de que la actividad de mañana va de la mano con todo eso. Por eso invitamos a toda la comunidad a compartir la jornada en el Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos Pozo de Banfield, para robustecer la memoria colectiva y la defensa irrestricta de los derechos humanos”.