El 16 de octubre de 1976, Victoria Vallejos fue secuestrada en su casa en Isidro Casanova. Su jefe, el oficial de la Policía Federal, Carlos Infantino, la mandó a buscar por su chofer y su familia no la volvió a ver. Al día siguiente, fue secuestrado también su novio, Miguel Ángel Leguizamón, y su padre, Sebastián Vallejos, el único de los tres que logró salir con vida. Victoria y Miguel fueron desaparecidos.
Mirta Vallejos, hermana de Victoria, declaró este miércoles en el quinto juicio oral por crímenes en el circuito represivo Atlético, Banco, Olimpo (ABO V) para reconstruir lo que ocurrió con su hermana Victoria, quien tenía apenas 16 años y a quien describió como “una nena que apenas empezaba a vivir”.
Recordó que Victoria trabajaba como niñera cama adentro en la casa de Infantino y que había avisado que quería renunciar: “Mi mamá habla con esta persona y le dice que Victoria no quería seguir trabajando. Éste le dijo que tenía que renunciar a su trabajo y que la iba a ir a buscar para que vaya a firmar la renuncia. A la casa de mi mamá la viene a buscar el chofer o guardaespaldas de Infantino, de apodo Poca Vida. Mi hermana va sola porque lo conocía. Le dijo a mi mamá que iba a hacer el trámite y volvía. Se fue sola y confiada y nunca más apareció”.
“Al otro día lo fueron a buscar a Miguel Ángel y a mi papá, porque trabajaban juntos en un galpón de Lugano. Mi papá apareció a los pocos días, en malas condiciones, y Miguel nunca más”, contó Mirta. Sobre lo que vivió su padre, ya fallecido, señaló: “Fue torturado, golpeado. Dijo que lo llevaron encapuchado. Que escuchaba muchas personas, que lloraban, que gritaban, que ponían música fuerte. Que había una chica que lloraba y que gritaba y que le pareció que era mi hermana”.
El interés de sus captores era con Victoria, si le había contado cosas que pasaban en la casa del oficial de Policía. Lo mismo le preguntaban a su mamá, durante los allanamientos de madrugada que sufrió la semana que Sebastián estuvo cautivo, por lo que la familia cree que debe haber visto o escuchado algo sobre Infantino.
Por muchos años, el expolicía pudo escapar de las investigaciones judiciales. En los centros clandestinos de Atlético y Banco sólo era conocido como Patán, miembro de la patota que realizaba los secuestros.
Su responsabilidad por esos hechos se comenzó a desandar en 2015, cuando el equipo de investigación del ex Programa Verdad y Justicia de la Secretaría de Derechos Humanos logró unir el apodo, que había sido mencionado por sobrevivientes, con Infantino, oficial en Superintendencia de Seguridad Federal.
La identificación se logró a partir de una foto que Mirta aportó al hacer la denuncia de la desaparición de su hermana en la CONADEP. En la imagen aparece Infantino con su pareja en el altar el día de su casamiento y la inscripción “Mayo de 1970”.
“Esa foto llegó a mí porque la tenía mi mamá. Se la había dado a mi hermana la señora de Infantino. Como sabía el nombre de esa persona pero no sabía nada de él, llevé la foto como prueba para hacer la denuncia”, señaló al declarar ante el Tribunal Oral Federal 2 de CABA.
La imagen aportada por Mirta coincidía con la descripción que el sobreviviente Mario Villani, había dado de ‘Patán’ y su legajo aportó más pruebas: había integrado primero el Departamento de Asuntos Políticos y luego en el Departamento de Situación Subversiva de la Superintendencia de Seguridad Federal y había recibido recomendaciones por haber participado de un “procedimiento antisubversivo”.
A partir de esas pruebas, se pudo reconstruir su paso por los centros clandestinos del circuito ABO y en este juicio oral se encuentra acusado por su responsabilidad en los crímenes cometidos contra 300 personas.
También están acusados los ex gendarmes Sergio Nazario, Miguel Pepe y Miguel Lugo, como integrantes de la patota y la guardia del “Olimpo”, y su superior, Hugo Medina, comandante de Gendarmería y jefe de Destacamento Móvil 1 de Campo de Mayo, quien se encargaba de designar el personal que era enviado al centro clandestino.