Cuando hay un cambio de gobierno se sabe se abre un paréntesis que dura unos meses. La mayoría de la sociedad acompaña al nuevo presidente, la famosa luna de miel de la que goza una gestión al inicio. Esto suele tener un efecto también en los políticos que quedaron en la oposición. Se plantea el dilema de si lo que conviene es acompañar, para sintonizar con esa mayoría o asumir una postura opositora nítida, basada en las diferencias ideológicas que puedan existir. Desde el punto de vista de la acumulación electoral, ambas posiciones tienen costos y beneficios. Si al gobierno las cosas le salen bien, en especial con la economía, quien acompañó puede jactarse de haber sido parte, desde la oposición, de ese proceso. En cambio, si el rumbo del oficialismo fracasa, la oposición-friendly termina siendo corresponsable de la situación del país y los más críticos pueden asegurar que advirtieron sobre las consecuencias del nuevo rumbo.
El líder del Frente Renovador, Sergio Massa, eligió desplegar una postura cercana al macrismo. Explotó al máximo el recurso de mostrarse constructivo. El punto es que el ajuste impulsado por Macri hizo crecer el rechazo hacia el gobierno. Retrotrajo el clima de opinión pública al balotaje del 22 de noviembre del año pasado. La mayoría de las encuestas muestran una sociedad dividida en mitades respecto del presidente y, otra vez, el tigrense parece haber quedado en el medio del sándwich.
Esto revela la última investigación de la consultora Dicen. El estudio tiene la particularidad de medir la imagen de los políticos y cruzarla con los datos de quienes se definen como oficialistas y los que lo hacen como opositores. El sondeo de más de 1300 casos, elaborado por la consultora dirigida por Hilario Moreno, arrojó en términos globales cifras similares a las de otras encuestas que circularon en los últimos días. Un 44% de los consultados se mostró cercano al oficialismo, con un 33 de núcleo duro y 11 que podrían definirse como críticos, y un 47 se manifestó opositor. La diferencia entre un sector y el otro está dentro del margen de error, lo que confirma otros muestreos que indican que la sociedad está divida en mitades respecto del gobierno.
A la hora de medir imagen de dirigentes, la encuesta también muestra datos que coinciden con otras mediciones: Massa aparece primero, en este caso con el 57% de valoración positiva. Luego siguen otros referentes. Sin embargo, la dificultad de Massa para ser visto como el líder de la oposición por parte de la sociedad aparece justamente después. En el momento que los datos de imagen se cruzan con estas dos mitades en las que está dividida la sociedad. Allí se ve que, entre el 33% de macristas duros, el tigrense tiene un 72% de imagen positiva; y entre los macristas críticos un 76. Es decir: tres de cada cuatro de la mitad que respalda todavía a Cambiemos tiene buena imagen del tigrense.
La cuestión cambia al mirar lo que sucede con la media naranja opositora, la imagen positiva del diputado cae al 44 y la negativa sube al 47. Tiene más negativa que positiva. Sólo para comparar, los datos de Cristina Fernández en la mitad opositora indican que tiene un 78% de imagen positiva y en la oficialista sólo llega a seis. Por esto es que la imagen de Massa es tan alta. El sector oficialista es el que le aporta la mayor cantidad de me gusta, si se aplicaran los términos de la red social Facebook. Pero no logra atraer al sector descontento con el macrismo. Por eso es que, por ahora, desde el punto de vista electoral, es casi imposible ubicarlo como líder de la oposición, menos aún si Cristina sigue en el escenario.
El que opina bien de Macri tiende a opinar bien de Massa, le dijo Hilario Moreno a Tiempo, en una síntesis del resultado del sondeo. Incluso entre quienes se autodefinen como peronistas su aprobación desciende bastante, explicó.