El imaginario popular, al igual que la literatura, está lleno de frases y relatos que grafican el valor del tiempo. Quizás la más atinada para este caso sería: el tiempo es dinero.
El sector del establishment enfrentado al gobierno del Frente de Todos, cuya cara más visible son los medios de comunicación hegemónicos, tiene como meta fundamental ganar tiempo. Se trata de trabar la acción del gobierno del presidente Alberto Fernández al menos hasta que comience el año electoral.
En 2021, más allá de la delirante frase del expresidente Duhalde, habrá elecciones. Y faltan muy poco meses. El manual de acción política para un año en que se vota indica (esto no quiere decir que es lo que vaya a hacer el gobierno) que hay que suturar, en términos de cirujano. No es el momento indicado para impulsar debates que generen muchas tensiones en la sociedad. O con poderes que tengan capacidad de influir con fuerza en el humor de un sector de la población. Entonces, la primera meta de la derecha con todas las iniciativas del oficialismo, en especial las estructurales como la Reforma Judicial, es que no puedan aprobarse durante este año. Llegar al pan dulce de Navidad con la gestión del presidente lo más trabada posible.
Luego vendrá la batalla encarnizada en la camapaña, las operaciones que rocen el delirio y la posibilidad de debilitar al Frente de Todos en las urnas.
El plan tiene varios puntos débiles. No es fantasioso imaginar un rebote de la economía el año que viene. Puede ser similar (nunca igual porque la Historia no se repite igual) al que tuvo Néstor Kirchner cuando comenzó su gobierno.
El resultado que tuvo con la deuda el zen Martín Guzman (una suerte de wanchankein) implica un alivio para el país en los próximos cuatro años. Esto se suma a la cuestión fundamental: haber puesto de nuevo el acento en el mercado interno. Ubicarlo como principal motor del capitalismo argentino. Ese motor necesita ciertos niveles de justicia social para que el consumo popular empuje. Ya puede escucharse como la mosca que vuela cerca del oído en medio de la noche el argumento de que todo se debe al viento de cola.
También es por esto que ahora quienes cuestionaron la cuarentena comienzan a criticar de modo encarnizado los efectos de haberla flexibilizado. Si salió más o menos bien lo de la deuda que fracase el manejo de la pandemia, al menos que parezca.
Este posible rebote económico necesita algo que está presente en el horizonte cercano. Precisa que la vacuna contra el Covid comience a aplicarse en marzo, algo bastante factible. Esto permitiría volver casi a la normalidad. Y para el momento de las elecciones primarias, en agosto, la reactivación podría estar en su cenit. ¿Qué pasaría entonces? El Frente de Todos, si no hay fracturas internas y se va a la batalla electoral con la unidad “hasta que duela”, podría repetir una elección similar a la de 2019, puntos más, puntos menos.
En este caso, ganar tiempo no les habrá servido de tanto a los sectores que quieren trabar toda la acción de gobierno de Alberto Fernández. Pero en el mientras tanto el tiempo es la savia del árbol. La meta de Juntos por el Cambio (hasta los niños se dan cuenta) no es lograr la sesión presencial sino trabar el funcionamiento del Congreso para que no salgan las leyes que impulsa el oficialismo y que siga corriendo el reloj. El tiempo, un material invaluable, el más valioso de todos, en los relatos infantiles, en la literatura, en la política. “Ganar tiempo” es la consigna del establishment y Cambiemos la ejecuta.