En enero los principales dirigentes de la CGT habían sugerido la posibilidad de convocar en marzo al quinto paro general contra la administración de Cambiemos. El deterioro de la situación económica y social, lejos de acelerar la convocatoria, la congeló definitivamente y la huelga mutó a una marcha pautada para el 4 de abril.
La decisión, sin embargo, se tomó en la mesa chica de la conducción luego de una reunión con diversas cámaras patronales. Por eso las consignas se refieren a «la defensa de la producción y el empleo.».
El Consejo Directivo, de hecho, no se reúne desde finales de noviembre cuando decidió suspender un paro anunciado para fines de ese mes a cambio del decreto presidencial que otorgara un bono de $ 5000 y dispusiera un mecanismo tendiente a dificultar los despidos. Esa disposición nunca fue reglamentada y cayó por su propio peso al calor de los miles de despidos y cierres de fábricas concentrados en la industria en los meses de enero y febrero. La semana que pasó se deshilachó la posibilidad de una convocatoria a Consejo Directivo presuntamente por el temor del binomio que conduce la central de que resonaran los reclamos en favor de un paro general.
Héctor Daer fue tajante a la hora de descartar la posibilidad de una medida de fuerza de esa naturaleza: «para los trabajadores no hay Plan B. El único plan es ganar las elecciones.” Con todo, la marcha, en este contexto, revivió lo ocurrido el 7 de marzo de 2017 cuando el reclamo de paro general derivó en la sustracción del atril por parte de trabajadores movilizados. Los resquemores son tan grandes que incluso, al momento no se fijó orador y se explora la posibilidad de que apenas se lea un documento . «