Después de cinco semanas de filmación en la ciudad de Ensenada, la directora Valeria Selinger culminó el viernes el rodaje de La casa de los conejos, una adaptación del libro de Laura Alcoba publicado en 2008 en el que cuenta desde la mirada de una nena de siete años la historia de clandestinidad, militancia y miedo de sus padres durante la dictadura cívico militar y la vida militante en la casa del matrimonio Daniel Mariani y Diana Teruggi donde escondían la imprenta de la organización Montoneros detrás de un criadero de conejos. Con la actuación protagónica de Mora Iramain García, de ocho años, y las actuaciones de Darío Grandinetti (como el ingeniero), Miguel Ángel Solá, Guadalupe Docampo, Paula Brasca y Patricio Aramburu, entre otros, la directora argentina radicada en París, Francia, adaptó al cine la obra de la escritora exiliada con su familia en el mismo país desde 1979.
Es la interpretación de una niña, que también es un poco adulta, como fue la niñez de la autora del libro y como fue un poco también mi niñez, de entender cosas que no había que entender en ese momento, explica Selinger sobre la película que acaba de rodar y que espera presentar en los festivales internacionales del año próximo. Es que de eso va el relato: La casa… -que en la novela empieza con un todo comenzó, como el había una vez de los cuentos de hada- narra la historia de una nena que tiene que comprender un mundo difícil de clandestinidad, con su padre preso, con la militancia de los ’70 y la resistencia a la dictadura cívico-militar. Esa mirada es la que construyeron juntas Selinger y Mora en cinco semanas de filmación.
-Primera meta: último día de filmación ¿Qué ve cuando mira hacia atrás?
-Fue un largo proceso, sobre todo porque comenzó hace ocho años cuando leí el libro de Laura Alcoba. Lo leí en castellano, aunque se publicó originariamente en francés bajo el título Manèges. La historia me conmovió como le pasa a la mayoría de los de mi generación que vivimos una historia similar o con puntos en común. Me sentí identificada con esa nena, como le pasa a muchos lectores. Vi en el libro que estaba editado en editorial Gallimard y descubrí que la autora vive en París, a cuatro cuadras de mi casa, que tiene hijos de edades parecidas a los mios. Y entonces nos encontramos y a partir de ahí fueron un montón de versiones de guiones.
-¿Lo trabajaron juntas?
-Ella no quiso. Era mi intención, porque yo hago documentales y no hice largometrajes de ficción. Solo hice cortos. Pero ella me dijo que no quería porque decía que con el libro había terminado su trabajo. Ahora con la distancia la entiendo: el libro es algo terminado y no necesitaba una película detrás. Al final participó igual y en la última versión del guión hizo aportes que fueron muy valiosos. Casi antes de empezar a rodar, en las últimas semanas surgieron nuevos recuerdos de ella que no están en el libro y cambiamos algunas cositas del guión que dieron lo que estamos terminando de filmar ahora.
-Más allá de la potencia narrativa propia de la novela detrás está la historia del ataque de la dictadura militar a la casa de calle 30, está la abuela Chicha Mariani y la búsqueda de su nieta apropiada Clara Anahí. ¿Todo eso se pone en juego en la película?
-Yo siempre hice documentales entonces me cuesta que no sea así. Incluso como espectadora de películas necesito que haya un anclaje en la realidad o en algo que toque la realidad, que puede ser la realidad psicológica de la gente. Es mi gusto, mi modo, mi manera de ver el cine. Entonces la historia de la Casa de calle 30, la historia de Diana Teruggi, de Daniel Mariani o de Clara Anahí a quien todavía no se encontró, obviamente que es una historia que tiene que ver con mi parte militante. Me encantaría que esta película sirva, no se si para encontrarla porque mucha gente piensa que se sabe quién es, pero si para que se defina dónde está Clara Anahí.
La Casa de los conejos es el primer largometraje de ficción para Selinger. Más allá de algunos cortos, la directora y guionista solo hizo documentales, como Desde Adentro (2005) sobre el Hospital Borda y La Colifata, o Bruckman, obreros sin patrón (2004). La identificación con la ficción que Alcoba construyó en base a su historia personal y su propia vida como argentina residente en Francia la movilizaron a una producción que la corrió del lugar propio para ir en búsqueda de algo interior que a la vez es propio y un poco de toda una generación. En suma, eso individual que se vuelve universal.
Por un lado el libro tenía ese trasfondo de realidad que me atrapaba, pero por sobre todo, quise adaptar esta novela por que mi infancia fue quebrada, tiene como baches, sensaciones de abandono o cosas que faltan. Y este libro cuenta eso. Al menos así lo interpreté yo y creo que lo interpreta Laura desde su escritura. Y eso es lo que más me interesó que va más allá de contar esta historia que tiene un anclaje social y politico de Argentina y de realidad contemporánea porque los nietos todavía no se recuperaron todos y a Clara Anahí su abuela Chicha la sigue buscando.
-El libro tiene la particularidad de que ese período oscuro de nuestro país está narrado desde la mirada de una niña. ¿Cómo es eso en tu película?
-Es su mirada, cómo ve ella esta historia de militantes Montoneros, de no ir a la escuela, de ser clandestina siendo niña, de que su papá está en la cárcel, de tener que hacer cosas que la gente común no hace. Entonces esa mirada no implica hablar que los Montoneros eran esto o aquello, o que luchaban por la Patria o morirse diciendo Viva la Patria. Para mi esa mirada nos saca un poco del cliché de lo que es el Montonero o el militante armado y lo que fue la década del ’70 y nos transporta a algo más universal.
-¿Y desde lo técnico?
-Desde lo fílmico es una cámara más baja, a la altura de una nena y en las escenas está ella como protagonista y es ella quien mira. Es la interpretación de una niña, que también es un poco adulta, como fue la niñez de la autora del libro y como fue un poco también mi niñez de entender cosas que no había que entender en ese momento, que nos digan que había cosas que no se podían decir afuera. Además, Mora Iramán García que es la protagonista tiene una mirada que es muy vívida y que es muy fuerte. Por eso fue una de las cosas por las que la elegí. En francés se diría raconter à la hauteur d’un enfant, que significa contar a altura de niño.
-¿Por qué cree que es necesaria esta película hoy?
-Para mi primero es necesaria porque quiero que se encuentre a Clara Anahí antes de que sea demasiado tarde para que Chicha la pueda abrazar. En este contexto… el día de la huelga los técnicos vinieron igual pese a que adherían a la huelga, porque venían las fiestas y no teníamos posibilidad de agregar otro día. Y yo decía que para mi hacer esta película es una huelga diaria, al nivel que se propuso la huelga que al final no consiguió nada porque la ley salió igual. Para mi hacer una película, escribir un libro, escribir una nota, es decir, la acción es la verdadera política, lo que puede llegar a producir verdaderos cambios.
La Casa de los conejos es una coproducción entre Francia, Alemania y Argentina, en la que el principal aportante es el INCAA. La historia está atravesada por el ataque a la casa ubicada en calle 30 entre 55 y 56 de la ciudad de La Plata, donde hoy funciona la Asociación Clara Anahí. Ese es el recuerdo de Laura Alcoba: el de la casa del hijo de una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chicha Chorobik de Mariani, que aún busca a su nieta, robada cuanto tenía siete meses después del ataque de fuerzas conjuntas del 24 de noviembre de 1976, cuando mataron a su mamá Diana Teruggi y a otros cinco militantes montoneros.
Sin embargo, la filmación se llevó a cabo en una localidad vecina.
-¿Porqué eligieron Ensenada como locación?
-El contexto que necesitábamos era de época. Si bien me daba lo mismo que fuera contexto de años ’90 o ’50 o ’70, pero en La Plata nos costaba mucho encontrar. Había algunas calles en las que había cincuenta metros de casas de época, pero no había calles de tierra como era la calle 30 en aquel momento. La gente de producción, Leonardo Favio Calderón sobre todo porque vive en La Plata y tenía contactos en Ensenada, le pareció que estaba bueno que de todos los partidos aledaños este era el único con gobierno kirchnerista y que entonces íbamos a tener mayor apoyo. Y fue así: la Municipalidad nos brindó seguridad, policías, nos bloqueó calles cuando lo necesitamos, estuvieron a disposición, nos consiguieron clubes. Un local del PJ fue nuestra base de acción para comer y cambiar a los actores. Se nos brindaron muchas comodidades y me gustó mucho la parte del río, el puente de hierro, es decir, además tenía locaciones muy bonitas.
-¿Estás conforme con lo que filmaron?
-Tuvimos una pausa entre las primeras tres semanas y las últimas dos que me permitieron ver el material y estoy muy conforme. Tenemos poco tiempo porque son muchas escenas y pocas semanas, y aunque me hubiera gustado hacer más planos de algunas escenas estoy contenta.
-¿Cómo te resultó filmar ficción en Argentina?
-Tengo sólo esta película de ficción. Hay rubros que son diferentes. En Francia es un país en el que las cosas son organizadas con mucha antelación y acá existe la posibilidad de hacer plan de rodaje de un día a otro y resolver algunas cosas sobre la marcha, que allá es más difícil. Otra cosa también es diferente: acá los vecinos se prestaron rápidamente a la filmación y lo mismo me pasó cuando filmé en capital federal.
-El pueblo de Ensenada participó de la película.
-Si. Se portó súper.