El presidente Mauricio Macri usó la semana corta para atacar a sindicalistas opositores. «(Hugo) Moyano deja a mucha gente sin trabajo, (Sergio) Palazzo es un prepotente y (Pablo) Biró un sinvergüenza», afirmó el jueves, casi sin respirar. Con idéntico tono y contenido se expresaron sus dos principales espadas electorales: el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta y la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal.
La agresividad del discurso oficialista es parte de una estrategia diseñada por el consultor Jaime Durán Barba para presentar los próximos comicios como «una final del mundo» (Macri dixit). El «parche de tetosterona» (así llama el marketing PRO lo que en la calle se conoce como «poner huevo») busca inseminar la percepción de un gobierno «corajudo» dispuesto a dar la «pelea final» contra «el populismo» que encarna la fórmula Fernández-Fernández, en el imaginario oficial.
Semejar «huevos» y «coraje» es un equívoco típicamente futbolero, además de una rancia expresión machista que no hace justicia con Vidal: la gobernadora fue de las primeras en saltar el rubicón del debate político hacia la ofensa personal.
La estrategia de Durán Barba busca reponer al macrismo en el centro del ring, aun cuando el desastre de la gestión puso a su pupilo contra las cuerdas. Abajo en las tarjetas, el estratega manda al presidente en busca del knockout salvador. Matar o morir.
Mientras los candidatos del oficialismo emulan a los gallos de riña, sus aficionados buscan roña en el ringside. Por el momento, la campaña sucia se sostiene con acciones judiciales y algunas bravatas menores –como las macarteadas que le dedicaron a Axel Kicillof–, pero es probable que el proselitismo basura pronto crezca en intensidad.
Las redes sociales ya son un terreno minado de fake news y violencia retórica. En ese campo de batalla acaba de irrumpir con fuerza el batallón de empresarios macristas que articulan campañas virales a través de un grupo de WhatsApp nominado «Nuestra voz».
Ese grupo –donde abundan los fanáticos de la meritocracia y el ultracapitalismo financiero– se distingue de la burguesía nacional tradicional por su adoración al Mercado Libre (sic).
Activos y agresivos, no parecen interesados en propiciar el «consenso» que alumbre, por caso, una «reforma laboral» acorde a los actuales desafíos del mercado del trabajo: quieren erradicar derechos laborales de raíz.
Basta ver el desamparo de la legión de ciclistas que hacen delivery comandados por aplicaciones en el teléfono celular para tener una idea del diseño del país que ambicionan: sin paritarias, vacaciones pagas, aguinaldo ni derecho a huelga.
Añoran una Argentina del siglo XIX en nombre de la modernidad.
Total normalidad.