Se va una mujer a quien desde hace más de dos décadas se la empezó a calificar como La apropiadora. Poco a poco se fue viendo que eso no era sólo una referencia al hecho de haberse apropiado de dos bebés durante la última dictadura, causa que, pese a que la jueza la archivó, todavía sigue inconclusa (aun debe averiguarse si Marcela y Felipe son o no hijos de desaparecidos). El calificativo de apropiadora le correspondió casi desde el mismo momento que murió Roberto Noble, porque nunca hay que olvidar que Guadalupe Noble, la hija que el fundador de Clarín tuvo con otro matrimonio, le inició un juicio cuando creció y se dio cuenta de que el testamento que le habían hecho firmar a su padre en sus últimos días, cuando ya estaba afectado por un ACV, era un testamento coaccionado y por el cual Noble le entregaba sorpresivamente el Diario Clarín a Ernestina.
Cuando lo advirtió, Guadalupe le inició un juicio por el que Ernestina finalmente arregló y pagó.
Luego está la causa Papel Prensa, donde lo que hubo fue apropiación de acciones. Y también lo que sucedía dentro del propio diario, con los trabajadores. Por ejemplo, en 1994 en una pieza del horror del comportamiento patronal- Ernestina obligó a los fotógrafos del diario a que firmaran una carta dirigida a ella en la que cedían gratuitamente sus derechos intelectuales sobre las fotografías.
Ángel Juárez fue el único fotógrafo que no firmó esa misiva, el único que tuvo la dignidad de iniciar un reclamo judicial mientras trabajaba en Clarín y lo ganó, mientras se desempeñaba en el diario todavía.
Esta sucesión de hechos demuestra que el rótulo de apropiadora es lo que más define a esta mujer que se acaba de ir. ¿Qué papel jugó en el periodismo? Nadie, nadie, nadie recuerda nada sobre una nota, un artículo, un valiente editorial, algo que haya denunciado en la dictadura. Pese a los 50 años que estuvo al frente del diario Clarín y del grupo mediático, jamás se la recordará por algo ligado al periodismo.