Se acercaba la última semana de la campaña cuando Carlos «Carli» Bianco le preguntó a Axel Kicillof qué prefería hacer con su agenda de los últimos días. Una opción era interrumpir las visitas a los distritos de la PBA. Destinar el último tramo a las reuniones en el búnker propio –Piedras 113– y la saga de apariciones en medios. «Sigamos con las recorridas», fue sin embargo la amistosa instrucción de quien construyó su nuevo arraigo en la política bonaerense a base de visitas a municipios y contacto cara a cara.
Así, Kicillof completará mañana su gira a bordo del «Kici-móvil» con un último destino: visitará San Nicolás, San Pedro, Campana y Zárate. Será la última escala antes del cierre de campaña bonaerense, previsto para el miércoles en La Plata (previa recorrida por Lobos y Brandsen) y con el epílogo de la cruzada electoral del Frente de Todos a nivel nacional, programada para el jueves en Mar del Plata, a pocas horas del inicio de la veda.
Como suele suceder en los deportes de competición, Kicillof optó por mantener hasta el final la estrategia o impronta de campaña –en su equipo la definen como «austera y de cercanía»– que lo llevó hasta la candidatura y el primerísimo plano de la política nacional. Sus colaboradores creen que los resultados del 27 de octubre ratificarán y ampliarán por algunos puntos los números de las PASO. Eso explica por qué, en simultáneo con la logística electoral, Kicillof observa con muchísima atención las perspectivas económicas de corto plazo del distrito que gobierna María Eugenia Vidal.
El candidato a gobernador suele hablar periódicamente con Alberto Fernández de este gran tema: las urgencias de gobierno que le caerán encima a partir del 11 de diciembre. Es más que probable que haya sido uno de los tópicos que ambos repasaron durante el vuelo en charter que compartieron el jueves por la tarde para ir a Santa Rosa y llegar justo al acto por el 17 de Octubre. Kicillof, por caso, está muy preocupado por el cronograma de pagos de la deuda externa en dólares correspondiente a la provincia de Buenos Aires: a menos de dos meses de asumir, durante enero de 2020, la nueva gestión deberá afrontar vencimientos de deuda por 570 millones de dólares.
La polémica por el endeudamiento que tomó Vidal en un mandato está al tope de las prioridades para el momento de pensar la transición (todo indica que apenas en una semana). Cuando le preguntaron por la deuda contraída por Buenos Aires bajo su gobierno, Vidal replicó que la colocación de bonos o letras en dólares tuvo necesariamente que pasar por la Legislatura.
Los colaboradores de Kicillof reconocen que la aprobación parlamentaria es, en efecto, un requisito imprescindible para endeudarse. Sin embargo, también aseguran que una vez votado el pedido de fondos para financiar a la gobernación con emisión de títulos llega el momento de los detalles: la clave es cómo se gestiona o coloca esa deuda. Y en ese punto es donde se perfila el mayor conflicto en el caso de un recambio de gobierno.
En el Frente de Todos asignan mucha responsabilidad a Vidal y a su excolaborador clave, el actual ministro de Hacienda del gobierno nacional, Hernán Lacunza, por incrementar a un ritmo descontrolado el porcentaje de deuda en dólares. Según los números que manejan en el entorno de Kicillof, la deuda en moneda extranjera de Buenos Aires creció del 57% en 2015 a 82% en 2019. Las cifras oficiales de la Dirección Provincial de Deuda y Crédito Público, en tanto, estiman que el porcentaje de endeudamiento en dólares aumentó un 27,36% durante la gestión de Vidal.
«Lacunza tiene muchísima responsabilidad en todo esto. Porque fue él quien se encargó de emitir la deuda en dólares de la Provincia. Y después, cuando pasó a Nación, reperfiló la deuda nacional pero dejó anclada la deuda de la provincia de Buenos Aires», recordó con evidente molestia uno de los allegados de mayor confianza de Kicillof. El colaborador del candidato adelantó con esa frase, pronunciada a partir de una consulta de Tiempo, el clima de tensión que podría sobrevolar un eventual recambio institucional si el peronismo se impone otra vez en las elecciones generales del próximo domingo.
Las urgencias financieras de Buenos Aires y la falta de sustentabilidad de las políticas del último tiempo quedaron en evidencia en los últimos días tras un informe difundido por la calificadora de riesgo Moody’s. En sus conclusiones se pone el foco en la multiplicación de la deuda en dólares de la Provincia, pero también en el efecto demoledor sobre la capacidad de repago que produjo la devaluación posterior al 11 de agosto. Según el diagnóstico de Moody’s, la deuda de Buenos Aires está en riesgo cierto de default.
Mientras encara los últimos capítulos de una campaña focalizada en el carisma y en el diálogo sin intermediarios (una campaña que acumuló tanto kilometraje como el peso creciente de demandas y expectativas), Kicillof delinea las prioridades de sus primeros cien días. En su entorno consideran que la situación económica de la PBA roza lo dramático. No conocen con certeza los números del ejercicio de gobierno de 2019; intuyen que faltan entre 50 mil y 80 mil millones de pesos para completar el año. Se vienen los aguinaldos. Estas urgencias, al igual que el estreno del mandato con un plan de infraestructura para las zonas más inundables del Conurbano, casi que monopolizan las charlas de Kicillof con Fernández. Para que todo eso se formalice tendrán que esperar al día después del 27. Ambos saben que un eventual triunfo, muy deseado, traerá consigo un bonus track de problemas.