El debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús continúa. El encuentro que se repite todos los martes tuvo esta semana la declaración de la nieta restituida Valeria Gutiérrez Acuña, hija de Liliana Isabel Acuña, nacida en cautiverio. También declararon Melania Servín Benítez, hermana de Santiago Servín Benítez, Ricardo López Martin, hermano de Ángela López Martin, ambos casos de este juicio.
Valeria Gutiérrez Acuña, nieta restituida, es hija de Liliana Isabel Acuña y Oscar Rómulo Gutiérrez, “Ella estudiaba Agronomía y mi papá era sociólogo y estudiaba Economía. Estaban viviendo juntos y fueron víctimas del terrorismo de Estado”.
Fueron secuestrados en su casa de San Justo en la madrugada del 26 de agosto de 1976. Tenían menos de 25 años en el marco de un operativo que implicó la participación de personal de civil. Ella estaba embarazada de cinco meses. “Estaba yo en la panza de ella”, señaló Valeria.
La mujer relató que recién en el 2014 recuperó su verdadera identidad. Hasta ese momento había creído ser hija de Rita Marggian y Rubén Fernández, pero a fines de 2013 una prima le reveló que ellos no eran sus padres. “Me enteré a los 33 años, por una prima, que mis papás no eran mis papás. Les pregunté y me dijeron que no era hija biológica de ellos y mi hermano más grande tampoco”, comentó.
De inmediato interrogó a su madre de crianza y ésta le reconoció que se la habían entregado, que les habían dicho que había sido abandonada en una ruta y que eso parecía ser cierto ya que “me recibió en malas condiciones, envuelta en un trapo sucio”. También explicó que, de acuerdo a lo que le comentaron, por un amigo que trabajaba en la Policía de la Provincia hicieron las gestiones para criar al hijo de una empleada doméstica que no podía mantenerlo. El relato indica que ella fue abandonada en la Ruta 2 de Florencio Varela. Valeria fue inscripta como nacida el 31 de diciembre, el día después del llamado del policía que se desempeñaba en la comisaría de Banfield para concretar la entrega de la beba.
“Primero hice terapia, que me hizo muy bien y luego me dirigí a Abuelas, por la fecha en que había sido entregada a mis padres de crianza, el 30 de diciembre de 1976”, precisó y remarcó que “tenía mucha necesidad de encontrar algo y encontré una familia que me contiene día a día en esto que es tan doloroso, de saber la verdad, y llevar este sufrimiento. En Abuelas me entero de todo: quiénes eran mis padres, qué estudiaban, qué hacían”, contó. Tras los análisis realizados, -tanto ella como su hermano se realizaron la prueba-, le confirmaron que ella sí era hija de desaparecidos.
“Tengo muchas cartas que ellos escribían, así que es como si ellos me contaran en primera persona lo que fueron, lo que hicieron, lo que deseaban y por ellas se que tenían muchas ilusiones y proyectos. Eran personas sensibles, que se preocupaban por el otro pero fueron silenciados, desaparecidos y no pudieron defenderse”, contó Valeria, quien declaró hoy ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.
“Había una abuela, que me estuvo buscando desde el primer momento, fue muy doloroso porque hizo mucho por buscarme y me dio mucho dolor no poder encontrarme con ella. Quise hacer todo rápido por si había una familia que me estaba buscando. Tenía mucha necesidad de encontrar algo”, comentó. Su abuela Vilma Delinda Sesarego de Gutiérrez comenzó la intensa búsqueda de su hijo y su nuera desaparecida y, junto a otras once mujeres, fue una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. Muchas de las primeras reuniones de las mujeres se realizaron en su casa de San Justo. Vilma falleció sin conocer a su nieta.
Valeria supo por sus tíos que su madre estudiaba segundo año de Agronomía y su padre era sociólogo y estudiaba Economía. “Pude conocer la casa en San Justo donde vivieron, habían buscado un barrio lindo para criarme, con una escuela cerca”, lamentó y agregó que “tenían proyectos, apostaban a un proyecto de vida, de familia y a tener una sociedad más justa”.
La mujer sostuvo: “Tuve una infancia feliz, pero me duele no haber conocidos a mis abuelos con vida, ellos estaban dispuestos a cuidarme”.
“Lamento no haber conocido a mis padres”, remarcó y afirmó: “Yo me siento víctima, yo no elegí estar en este lugar y me cuesta estar en este lugar y hablar de esta historia de mucho dolor”.
El testimonio de Valeria finalizó con un pedido claro: bregó por una ley que no permita el negacionismo. “Es doloroso cuando se niega, descalifica y se descalifica a los desaparecidos fueron personas con sentimientos, proyectos y ganas de tener una sociedad más justa”, aseguró.
El caso de Santiago Servin
Melania Servin Benítez, hermana de Santiago Servin, quien fue secuestrado durante la madrugada del 7 de septiembre de 1976 en San Francisco Solano de Quilmes. Era director de La Voz de Solano, un periódico local que se difundía cada 15 días, y militante comunista. Sus restos aún no fueron encontrados.
“Se llevaron a mi hermano y a mi sobrino Atilio Portillo Servin. Estuvieron dos horas revolviendo todo, buscando armas, pero no encontraron nada, le pusieron, como una media en la cabeza para que no vea nada. Esa fue la última vez que lo vimos”, lamentó.
A su sobrino, quien estuvo unos 20 días secuestrado, lo liberaron en el parque Pereyra Iraola. “No supo donde estuvo porque tenía los ojos vendados todo el tiempo. Lo torturaban y la pasaba muy mal”, señaló ante el TOF 1 de La Plata.
La búsqueda de los familiares nunca se detuvo. “Pregunté por todos lados la comisaría de Solano, varias de La Plata. Nadie pudo decirme dónde estaba y qué pasó”, aseguró. A través de testimonios de otros secuestrados, la familia Servín Benítez pudo saber que Santiago había estado cautivo en la Brigada de Investigaciones de la Bonaerense de Quilmes, conocida como Pozo de Quilmes.
En ese sentido, mencionó que Gustavo Calotti, sobreviviente de La Noche de los Lápices, estuvo detenido con su hermano en una celda y lo describió como “un hombre bueno, solidario, de no perder la calma y alentar a los que están a su lado”.
Al finalizar reclamó por la aparición de los restos de su hermano y los compañeros desaparecidos: “Mi hermano era mi apoyo, mi sostén espiritual No quisiera irme de este mundo sin saber qué hicieron con él, cómo fueron sus últimos días. Dónde lo tiraron, dónde están. Alguien tiene que saber dónde están. Estos se están muriendo todos y ninguno dice nada. Podrían hacer algo bueno antes de morir. Seguro que Etchecolatz lo entregó al Plan Cóndor”.
También se escuchó el testimonio de Ricardo Salvador López Martín, hermano de Ángela López.
“Tenía 30 años y era profesora de Geografía del Colegio Nacional Rafael Hernández, dijeron que su nombre de guerra era Andrea y se la llevan. Le vendan los ojos, le atan las manos atrás y se la llevan arrastrándola de los pelos”, explicó Ricardo López Martín, hermano de Ángela López Martín desaparecida el 25 de septiembre de 1976 en La Plata.
Recuerda claramente la noche del secuestro “se llevaron unos papeles de la habitación y uno de los represores le dijo: “A vos no te salva ni Videla”.
Por testimonios de sobrevivientes del genocidio como Nora Ungaro, Walter Docters y Pablo Díaz, “nos enteramos de que ella estuvo en la División Cuatrerismo de la Policía Bonaerense en Arana, en la Brigada de Quilmes y en el Pozo de Banfield”, afirmó
La familia presentó un Hábeas Corpus y fue inclusive a la embajada de España, porque Ángela había nacido en ese país. Tras el secuestro de su hermana, su madre tuvo un cáncer de estómago. “Falleció a los dos años y medio del secuestro de mi hermana. Quedamos mi papá y yo. La casa quedó destruida prácticamente. Ya no fue lo mismo”, aseguró Ricardo.