Dos testigos describieron hoy a Gabriel Carrizo, el jefe de los vendedores de algodón de azúcar conocidos como “los copitos”, como un simpatizante del kirchnerismo en origen, aunque se desencantó con el gobierno de Alberto Fernández y pasó a tener una postura crítica, especialmente en el contexto de la gestión durante y posterior a la pandemia de Covid-19.
Luis José Rodríguez Affigne y Kevin Nicolás Bargas, ambos propuestos para demostrar que Carrizo tenía “un humor negro”, “ácido” (y en ese contexto se ufanó en mensajes de WhatsApp de haber participado del ataque a la entonces vicepresidenta). Los dos aseguraron que cuando Carrizo se atribuyó haber aportado el arma para el intento de magnicidio, prometiendo que él iba a concluir la tarea que dejó trunca el frustrado homicida, Fernando Sabag Montiel, y cuando puso en su estado de WhatsApp que Alberto Fernández sería “el próximo”, no le creyeron.
El testigo Rodríguez Affigne, de nacionalidad venezolana, recordó incluso que el padre de Carrizo “era del partido de Cristina Kirchner” y decía que el suyo había sido “el mejor gobierno de la historia”. Cuando la fiscal le preguntó si Carrizo coincidía con su padre, aseveró que efectivamente así era, aunque podía tener alguna diferencia de apreciaciones sobre la realidad política. Sus diferencias políticas se enfocaban en la mirada sobre el gobierno venezolano de Nicolás Maduro: Carrizo lo apoyaba, el testigo es abiertamente opositor.
Carrizo también consideraba que el gobierno de Cristina Kirchner había sido “el mejor de la historia” y sus ideas “eran de izquierda”. Y aseguró que en las elecciones de 2019 “votó a Alberto Fernández”.
En términos similares se pronunció el otro testigo, Bargas, amigo de Carrizo, aunque distanciado actualmente de él. Su declaración se orientó a calificarlo como “kirchnerista”, aunque situó esa ideología en una lejanía temporal, bastante antes del atentado contra la ex presidenta. Se conocieron “en 2013 o 2014” y por entonces profesaba esa ideología, pero desde un año antes del atentado “no tenía ideología”.
Ambos testigos fueron interrogados sobre la supuesta propiedad de Carrizo de un arma de fuego. Rodríguez Affigne escuchó de labios del jefe de “los copitos” una supuesta anécdota, según la cual, ante una disputa territorial por la venta de algodón de azúcar con otro vendedor, saldó la discusión disparándole en una pierna a su rival. El venezolano dijo que no le creyó.
Tampoco Bargas le asignó veracidad. La fiscal Gabriela Baigún le exhibió un largo intercambio de mensajes por WhatsApp, en el que Carrizo –apenas después del atentado- dijo haber participado en la organización y que quien disparó, Sabag Montiel, era su “empleado”.
El testigo explicó que un mensaje que él le envió a Carrizo, en el que le expresó: “Boludo”, era un indicativo de que no le había creído sobre su participación en el ataque. Bargas, no obstante, reconoció que con el correr del tiempo comenzó a creer que pudiera haber participado en el ataque. La fiscal Baigún preguntó qué le había llevado a ese cambio de opinión y el testigo explicó que se debía a la información que “veía en la tele”.
En tono retórico, la fiscal Baigún le preguntó: “Cuando él le juro por Dios que había participado usted no le creyó pero después, por lo que vio en TV, sí le creyó”. Bargas respondió con un lacónico “sí”.
“No tengo más preguntas”, clausuró la fiscal.
En ambos casos, el abogado defensor de Carrizo, Gastón Marano, buscó aclarar y reorientar el sentido de las dos declaraciones. De sus preguntas surgió que ninguno de los testigos supo, ni vio, que Carrizo tuviera un arma. Y tampoco que previamente al intento de homicidio hubiera comentado sobre un ataque a la ex presidenta.