Este martes se realizó una nueva audiencia del juicio Brigadas, en el que se juzgan crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención conocidos como Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús. Contó con la declararon dos sobrevivientes y la hija de dos detenidos que permanecen desaparecidos. El testimonio de Mabel García abrió la audiencia. Reclamó que Jorge Antonio Bergés sea detenido en una cárcel.
El represor se encuentra en prisión domiciliaria, como casi todos los imputados en esta causa, por lo que el reclamo de cárcel efectiva suele ser una constante que se escucha en la mayoría de las audiencias que lleva adelante el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata.
Encontrarme con mi hijo
Mabel García fue secuestrada en su casa de Bernal cuando estaba junto a sus hijos Javier y Marcel, 8 y 6 años, respectivamente. Su compañero estaba repartiendo leña en ese momento. “Estuve durante muchos años esperando esto”, aseguró entre lágrimas al comenzar su declaración. Y comenzó a contar su vida antes de ser secuestrada.
“Vengo de una familia de clase obrera y netamente peronista, sin militancia”, describió. Ella comenzó a miliar en una unidad básica. “Nunca integre ninguna organización revolucionaria, ni en Montoneros ni el ERP. Siempre milité en esa unidad básica, ni siquiera en la Juventud Peronista”, aclaró. Integró la lista del FREJULI en el Consejo Escolar de Quilmes y fue designada finalmente como presidenta del espacio. Además realizaba trabajo social en el barrio Los Eucaliptus de la zona de Quilmes.
Mabel estuvo detenida en la Brigada de Quilmes, donde fue torturada. “Había una chica jovencita que lloraba mucho. Le habían arrancado las uñas. Era una criatura, tendría 17/18 años. Se llamaba Anahí. También la habían sometido sexualmente”, recordó. Y afirmó que ella también fue sometida sexualmente. “No fue una sola persona, fueron varios”, manifestó. “Fuimos sometidas todas las veces que ellos quisieron”, aclaró, y contó que Anahí le dijo que uno de ellos era Jorge Antonio Bergés.
“Lo único que me mantenía viva era querer ver de nuevo a mi hijo y saber si lo habían matado”, contó, aludiendo al golpe que el pequeño recibió al momento del secuestro, porque intentó intervenir e impedir la detención de su madre. “Fue terrible. Cada vez que pienso cómo pude soportar todo eso pienso que fue la necesidad de poder encontrarme con mi hijo. Muchos compañeros no soportaron semejantes torturas y vejaciones”, completó.
Del Pozo fue trasladada a la Comisaría primera de Quilmes, donde pudo bañarse y comer. “Había perdido la sensación de hambre, de dolor. Me llegaron a torturar para que otros compañeros pensaran que era su compañera o su madre. Me utilizaban así, de carnada”, explicó la mujer. Sus compañeras de detención la ayudaron a sobreponerse, le dieron ropa y le cortaron el pelo. Al poco tiempo, su padre fue a verla y también pudo ver a sus hijos.
Luego, fue trasladada al penal de Olmos. Por las noches, “siempre había música”. “Nacieron muchos niños y sus mamás se fueron en bolsas negras”, lamentó. Estuvo poco menos de 10 meses en esa cárcel, donde tenía que “ganarse” la comida a cambio de distintos trabajos. “Un día me dijeron ´levantá tus cosas´ y me alojaron en un aula de la escuela, me tuvieron algunas horas y me sacaron por un portón. Pensé que me iban a matar por la espalda. Llegué a la ruta y me estaban esperando mis hijos y mi madre. Después de tanto tiempo los pude abrazar”, relató.
“Lo único que pido a este tribunal es que este hombre vaya a la cárcel y deje de estar en su casa. Era médico… Las cosas que nos hizo. Utilizaba cualquier objeto para ultrajarnos a Anahí y a mí. Con el tiempo, me di cuenta que Anahí no estaba viva”, reclamó, y admitió: “Esto que hago hoy me costó muchísimo. Nunca les pude decir a mis hijos lo que me hicieron, hoy se están enterando. Quiero cerrar esta etapa”.
Tortura permanente
Néstor Rojas, el segundo sobreviviente que declaró, fue secuestrado en el cruce de Florencio Varela “en momentos en los que se llevaban a cabo movilizaciones del Movimiento Obrero”, privado de la libertad y detenido-desaparecido.
Estuvo en el Pozo de Quilmes. “A partir de allí comenzó un periplo de los peores que me ha tocado vivir en mi vida. Tenía 22 años, fue el 3 de julio de 1975 y en estos días se cumplen 48 años de aquellos acontecimientos”, detalló.
Fue trasladado a la Comisaría Primera de Berazategui y posteriormente, lo llevaron a otros lugares, entre ellos Puente 12. “Cuando uno habla del Área 111, del Circuito Camps, se habla de 29 centros clandestinos de exterminio que fueron parte de ese aparato de terrorismo de Estado, pero hubo más porque la comisaría no está señalizada como Sitio de Memoria”, advirtió.
“Recibimos tortura en forma permanente, cada dos o tres horas. Fue un verdadero centro de terror”, dijo en torno al centro de Puente 12. Después, llegó a Quilmes, donde -entre otras cosas- le tiraron alcohol en la cara y prendieron un encendedor cerca. El 18 de octubre de 1983 recuperó la libertad.
Un hermano o una hermana por ahí
La tercera en declarar fue Laura Garack, hija de Beatriz Lenain y Carlos Eduardo Garack, quienes fueron secuestrados el 5 de febrero de 1977, cuando ella tenía 1 año y ocho meses, en su domicilio de Lanús Oeste. Testimonios advierten que ambos estuvieron en el Pozo de Quilmes y que ella estaba embarazada al momento del secuestro.
Beatriz tenía 27 años, era trabajadora estatal y militante peronista. Él, que tenía 25 años, también era trabajador estatal en Ministerio de Obras y Servicios Públicos y militante de la Juventud Peronista (JP).
“Cuando se los llevan, saquean toda la casa y me dejan con una notita en casa de unos vecinos (con el teléfono del abuelo de la familia materna, que era coronel)”, contó, y recordó que estaban de vacaciones y no atendían. “¿Cómo voy con mi familia? Llega un telegrama a la casa de una de las mejores amigas de mi vieja, que quedaba cesante por faltar tantos días, y ahí se comunica con mi tía Chela, que se pone en contacto con su hermana y mi abuelo”, detalló.
Finalmente, fue a la casa de sus tíos. “Nunca me sentí querida”, explicó, y precisó que tras una discusión con sus “padres adoptivos”, la echaron de la casa y retornó con sus abuelos. “Transcurro una adolescencia complicada, en una casa con mucha tristeza. Siempre mirábamos a la calle, esperando el regreso de ellos. Era la espera eterna y permanente. Para mí era algo común, pensaba que en cualquier momento aparecían, pero no hay explicaciones. Mi abuela fue a un vidente a ver si podía ver algo y les dijo que estaban vivos, mareados, perdidos, pero en algún momento iban a volver”, detalló. “Cuando fui madre descubrí que mi presencia era el recuerdo vivo de que ellos no estaban”, reflexionó.
Esa misma espera e ilusión reapareció el año pasado, cuando le informaron que la madre estaba embarazada al momento del secuestro. “Se qué es una posibilidad, que tenga un hermano a una hermana por ahí”, sostuvo. Y si bien admitió que no quiere ilusionarse, por esta cuestión de la espera eterna, aclaró que “es imposible no hacerlo”. “La ausencia se siente toda la vida” y “ojalá que se haga justicia”, fueron las dos frases que utilizó en el cierre del testimonio.
María Elena Rosas, la mejor amiga de Beatriz declaró a continuación y brindó detalles del vínculo que tenía con ella y cómo se enteró de su desaparición, que coincide con el relato de Laura. “No fue una guerra, como se suele decir, fue una cacería”, reflexionó la mujer.