Este martes se realizó una nueva audiencia del juicio Brigadas, en el que se juzgan crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención conocidos como Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús. Humberto Sartirana, sobreviviente, contó el calvario que sufrió durante su secuestro. También declararon un hijo de detenidos-desaparecidos y un testigo de contexto sobre el plan de terrorismo de estado contra la comunidad LGBT.
Héctor Fernández fue el primer testigo de la audiencia y su declaración fue dirigida por la fiscal Ana Oberlin. Fue consultado sobre un grupo de personas a los que conoció cuando comenzó a militar políticamente en un local de Villa Insuperable. “Tratamos de organizar el Partido Peronista Auténtico”, comentó.
La primera consulta fue por Jorge Conget y comentó que era un empleado municipal de La Matanza. “Le decíamos ´el viejo´ o ´el abuelo´ porque era un hombre mayor. Era militante de base, cono eje cristiano. Un luchador social, un buen tipo”, dijo. También recordó a Ricardo Chidichimo, “un compañero de la zona de Ramos Mejía”, y a Héctor Galeano, un telefónico de Villa Constructora.
Gustavo Lafleur, detenido-desaparecido que fue visto en el centro clandestino de detención de la Brigada de Lanús, fue otro de los nombres por los que fue consultado. “Estaba relacionado con el frente sindical, era apoyo de los grupos en todos los frentes sindicales matanceros. Era un hombre con mucha experiencia”, dijo.
Oberlin también le preguntó por José Reinaldo Rizzo. “Trabajaba en una fábrica de transformadores, era pintor. Era delegado también y un gran tipo, con una familia numerosa. Un hombre de lucha”, recordó, mientras que sobre Santos Rodríguez dijo que era un “compañeros del barrio” y había sido delegado en varios lugares.
También mencionó como parte de este grupo a Chiche Cáceres, quien vivía en la zona de Isidro Casanova y era trabajador de la construcción. “Pablo Szir era un hombre muy comprometido con la organización montoneros. Era cineasta. Fue secuestrado y estuvo en el Sheraton”, apuntó.
Mencionó que algunos de ellos fueron trasladados al centro clandestino de detención El Infierno, según pudo saber después.
Claudio Yacoy le preguntó por Héctor Galeano. “Fue en el mismo tiempo la desaparición, el secuestro de estos compañeros. Yo he hablado con Lili Galeano, la hija, y creo que se lo llevaron de la casa. Él también estaba en la construcción del Partido Peronismo Auténtico”.
La siguiente testigo fue Nora Pereyra, quien declaró por Blanca Ortiz de Murúa. “La conocí en 1965, tiene menos años que yo, pero la conocí en la escuela secundaria y después nos volvimos a encontrar en el año 70/71. Nos empezamos a organizar en una agrupación de docentes peronistas, éramos todas mujeres y el que nos ayudaba era Lucho (Luciano Sinia), que desapareció también”, comentó.
“Armamos una agrupación muy grande (Asociación de Educadores de Berazategui) en ese momento se hace con la ultraizquierda”, comentó la mujer, quien precisó que en 1975 ella se fue a Formosa y un año después se encontró con ese Lucho y le comentó que la habían secuestrado. “Me entero que se la habían llevado, que no había nombrado a nadie. Una presa común llegó a la casa de los padres para decirle que estaba viva. Los padres nunca la encontraron”, aseguró.
Jorge Amarilla fue el tercero en declarar. Su testimonio rondó, principalmente, el secuestro de Oscar “Botita” Udabe. En noviembre de 1975, las fuerzas represivas fueron a buscarlo a la casa de sus padres, pero logró escapar. “Después de un tiempo recuerdo haberme enterado del secuestro y la desaparición de Botita”. con el tiempo, un sobreviviente de esta tragedia que enluto a miles de familias argentinas”, mencionó. También nombró a Lorenzo Cáceres y a otro Cáceres que no recuerda el nombre.
Uno de los relatos más desgarradores de la jornada fue el del sobreviviente Humberto Sartirana. Tenía 35 años y era un operario con compromiso gremial, además de participar de una agrupación de base peronista.
“El 15 de septiembre de 1977 volvía a su casa y había fuerzas de seguridad. Tenían secuestrado a mi compadre, amigo y vecino, Alberto Romero Meza (el segundo apellido era por un tío). Nos ataron, nos vendaron y nos sacaron”, explicó. Fueron trasladados en autos Renault y Falcon al Pozo de Quilmes.
Al llegar al centro clandestino de detención, lo golpearon y comenzaron con la tortura. “Me pegaron un par de trompadas, me pasaron la picana por la cara y los ojos”, recordó. Tras este procedimiento, fue trasladado a una celda “general en la que había varias personas” y luego de unos días, fueron pasados a otro calabozo de menor tamaño.
Relató que tuvieron que beber su propio pis porque no les daban agua y tampoco algo de comida. “Después nos pasaron al Pozo de Banfield. No nos golpeaban. Ahí nos sacaron fotos de frente y perfil pero esas fotos no aparecen”, alertó. Romero estaba con él. En este predio, los alimentaban aunque no todos los días.
De ahí, lo llevaron a la comisaría, donde los “maltrataron mal”, donde estuvo otros 20 días. Fue liberado en noviembre. “Una noche separaron a una cantidad de gente, los llevaron adelante y les dijeron que quedaban en libertad pero les dijeron que se comporten como corresponde porque sino iban a hacer boleta. Me tiraron cerca de la estación de Lanús. Me desaté y no entendía nada”.
Mencionó, ante una consulta, que un compañero de trabajo, Ortiz, también sufrió una suerte similar. No recuerda su nombre. “En esa época, no nos interesaban los nombres ni los apellidos. Nos llamábamos por los apodos”, aclaró.
Plan sistemático contra la comunidad LGBT
Flavio Rapisardi, testigo de contexto, fue el siguiente en declarar y dar cuenta del plan de persecución contra la comunidad LGBT. Es creador del area de estudio queer en el ambito de la UBA (Universidad de Buenos Aires) y participó de proyectos de investigación en las universidades de La Plata, Buenos Aires y Tres de Febrero, además de colaborar en investigaciones con organizaciones de Derechos Humanos.
“Pudimos recabar alrededor de 150/170 de testimonios de cómo vivían gays, lebianas y trans bajo la última dictadura militar. Utilizamos el método indicial, construir una muestra a partir de datos georreferenciados, edades, clase social y rango estático”, comentó ante el Tribunal. Dio cuenta de un punto de inflexión, 1975, para la persecución en los lugares que tradicionalmente visitaba esta comunidad, como los boliches.
También dio cuenta del plan detrás. “¿Qué fue lo sistemático? Aquello que se repite de manera indicial en todos los testimonios. A partir de 1976 comienzan a organizar circuitos que le otorgaran cierta protección, pero muchas veces esos mecanismos fallarón. Podían encontrarse y sociabilizar en baños de ferrocarriles y cines”, explicó. “Muchísimos gays, lesbianas y trans optaron por el exilio”, apuntó y mencionó que la gran mayoría viajó a Brasil, porque “no tenían redes de contención ni políticas”.
Habló sobre trabajos de inteligencia que se realizaron durante los años de plomo, aludiendo a personas que se acercaban a estos lugares de encuentro con la aparente intención de intercambio, pero luego los detenían. Remarcó que utilizaban “las prácticas sexuales como castigo”. Habló de torturas y detenciones de hasta cuatro semanas.
Producto de un corte de luz, se pasó a un cuarto intermedio de algunos minutos hasta que se retomó el contacto, desde un teléfono celular. Claudio Yacoy, pidió incorporar los documentos a los que aludió el testigo e incluso un libro Fiestas, baños y exilios: los gays porteños en la última dictadura a la causa.
El siguiente fue José Pablo Cáceres, hijo de José Antonio Cáceres y María Cristina Meno, ambos desaparecidos. “Tenía 22 años, trabajaba de albañil con su tío. Los más allegados lo conocían por su apodo ´Chiche´. Le encantaba leer, amaba los relojes. En el momento del secuestro justamente estaba yendo a un relojería a retirar un reloj que había encargado”, recordó sobre su padre y mencionó que conoció a su madre en el barrio, San Justo.
A partir del secuestro del padre, la madre se mudo con los nenes a otra casa pero el 3 de febrero de 1976 también fue secuestrada. Fue capturada cuando andaba en bici con él (su hijo mejor y testigo) y una de sus hermanas. “Tras 30 días nos pudieron recuperar. No sabemos a donde nos llevaron, mi hermana cuenta que nos tenían encerrados”, explicó.