No hacía mucho tiempo que Néstor Kirchner ocupaba la presidencia de la Argentina y ya se notaban las transformaciones. Por aquellos días, las decisiones presidenciales turbaban a más de un diputado del bloque peronista que pronto pasaría a llamarse Frente para la Victoria. Entre esos legisladores había uno que disfrutaba de la potencia política que mostraba el presidente: Muchos años esperé por estos vientos y no voy a dejar pasar la oportunidad de vivirlos, confesó en aquel tiempo el entonces diputado, José María Díaz Bancalari. En sus 72 años de vida dedicó más de cincuenta a la militancia en el peronismo y tras su muerte sus restos serán velados en su tierra natal, San Nicolás.
Al Mono, como lo llamaban sus compañeros, lo respetaban pero no por su portentoso cuerpo sino por su coherencia y lealtad al peronismo. Nunca ocupé un cargo durante el gobierno de Carlos Menem. Yo soy peronista, afirmaba pero no en formato de jactancia sino para demostrar su lealtad a las verdades del movimiento que se generó alrededor de Juan Domingo y Evita Perón. Con el kirchnerismo sintió que aquellas banderas se habían recuperado y actuó en consecuencia. Siempre cumplía sus promesas. En 2005, cuando se acercaba la primera renovación parlamentaria del gobierno de Kirchner, habló con el presidente para informarle que su compromiso con Eduardo Duhalde llegaba hasta esos comicios donde acompañaría a Hilda Chiche Duhalde en la candidatura para el Senado. Esas elecciones las ganó Cristina Kirchner y el Mono continuó como diputado sin defeccionar jamás con el FPV.
Cuando fue presidente del bloque solía recibir a los periodistas acreditados y no escatimaba el debate. Es más, parecía buscarlo como si buscara reafirmar las decisiones ya tomadas en la bancada o anular cualquier flanco que podría ser débil frente al avenimiento de las sesiones. Antes de refutar siempre aclaraba su garganta pero en nada reducía su voz cascada por años de cigarrillo. Sin embargo, solía recordar que en su juventud nadaba muy bien e incluso alguna vez recordó ganarle en varias competencias a otro oriundo de San Nicolás, Enrique Gorriarán Merlo. Claro, él después eligió otro camino pero un buen nadador, aclaraba.
La salud le andaba jugando malas pasadas desde hacia unos años. En abril de 2005 un accidente hogareño que derivó en un accidente cerebro vascular lo dejó postrado hasta su fallecimiento. Siempre se lo recordará por su porte, su coherencia, su lealtad y su decisión por jugarse por lo que creía, el peronismo.