Uno de los dilemas que no supo dilucidar la actual conducción del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), una gestión del gobierno de Cambiemos, es saber cómo funciona intrínsecamente el proceso que ocurre en el seno del Instituto, ni tampoco cuales son los mecanismos de interacción con su contexto.
En este artículo, ambos temas están planteados como problemas técnicos de implementación, independientemente de que modelo de país anida en el grupo de conducción o del gobierno que los designó al frente del organismo. Aquí se trata puntualmente de cómo funciona la ciencia y la tecnología industrial en un país semi industrial como es la Argentina; y que,de ser CEO, emprendedor, o funcionario multipropósito filo mercado no habilita, no acredita saberes, para conducir un organismo de este tipo.
El INTI es el organismo de ciencia y tecnología argentino dedicado a la industria por antonomasia y en gran medida, casi en exclusividad; por lo tanto, toda la industria nacional es su ámbito de incumbencia. Esto depara riquezas temáticas, porque la matriz productiva nacional es amplia y diversa; pero también depara dificultades: las especializaciones y profundización que muchas veces se requieren para la competitividad y la frontera tecnológica, es difícil lograrla para la amplitud y diversidad que más arriba se señala. Más allá de los aportes parciales y locales que puedan hacer universidades, otros centros tecnológicos, empresas innovadoras, etc., la centralidad del rol del INTI en los temas de la industria nacional en ese complejo equilibrio entre lo general y específico le es ineludible.
La dualidad que expresa el INTI, lo general y lo específico, fue interpretada erróneamente por las actuales autoridades del Instituto, ya señalados como ajenos al sistema científico tecnológico nacional, como un nudo gordiano, aquel nudo tal difícil de desatar que Alejandro Magno lo cortó de un sablazo. El sablazo de las autoridades fueron 265 despidos en 2018, el proceso inconcluso de desarme de los distintos centros investigación y desarrollo, y la prioridad de una agenda Mercosur – Unión Europea.
Un error que acarrean las autoridades, por no saber qué tipo de institución están conduciendo, es confundir el proceso de desarrollo tecnológico, lo intrínseco; con la implantación del mismo, el resultado. Las palabras mágicas que los seducen y marean, son la innovación y el emprendedorismo.
Analicemos primero lo intrínseco. Veamos cómo se produce y administra el conocimiento tecnológico. El INTI se ha estado organizando históricamente, y acertadamente, a través de Centros dedicados a una especificidad tecnológica. De esta manera los distintos tipos de nivel de conocimiento tecnológico y los profesionales que los dominan, conviven en un mismo espacio organizativo y administrativo. Quien investiga y quien ensaya; quien asesora y quien capacita; quien desarrolla y quien transfiere; etc. Esa convivencia también es interacción, trabajo en equipo, trasferencia horizontal, formación entre pares. Un proceso virtuoso.
Veamos ahora la interacción con el contexto. De qué manera se desarrolla tecnología para un mundo circundante que necesita o demanda lo que produce el INTI.Las convenciones internacionales del conjunto del ámbito de la ciencia y la tecnología han determinado que se produce una innovación cuando un desarrollo ha utilizado conocimientos científicos, implica una novedad importante para quienes la van a adoptar, y es efectivamente adoptada o usada en el mercado. Por lo tanto, hay un proceso interno, el desarrollo tecnológico; y un proceso externo, la apropiación, el uso. Ese proceso externo es la innovación, que claramente requiere de actores externos al INTI. La gran mayoría de más de medio centenar de Centros de I+D del INTI tienen aceitados mecanismos de interacción con sus respectivos contextos industriales y productivos. Vinculadores Tecnológicos; laboratorios de ensayos, certificación y homologación dependiente de normativas obligatorias; Comités de Empresas del rubro funcionando dentro del Centro; proyectos asociativos; consultores y expertos trabajando dentro de las empresas; etc.
Pero las actuales autoridades del INTI, por sus antecedentes ajenos al sistema, desconocen, no saben, ignoran, los mecanismos complejos de interacción entre demanda y oferta tecnológica; tampoco cuales son las dinámicas, ni mucho menos los ámbitos de innovación. Es decir, ese rico caldo de cultivo que es la interacción entre tecnología, mercado e implementaciones que se dan entre empresarios, tecnólogos, políticas públicas, necesidades, etc. Piensan que el mejor desempeño del Instituto se puede lograr con la reorganización funcional, que los centros de especialidad son un estorbo para la eficiencia. Por lo tanto, se imaginan un INTI organizado y estructurado alrededor de tres funciones esenciales: la Metrología y Calidad; los Servicios Industriales, la clásica “asistencia técnica”; y el Desarrollo Tecnológico e Innovación.
Los Centros de I+D, muchos tan antiguos como el mismo INTI, dejan de existir. Sus equipos de trabajo se reagrupan en Unidades Técnicas que reportan a alguna de estas funciones que implican “super” gerencias funcionales; es decir, históricos colectivos de trabajo que abordaban dinámicamente una especificidad temática, hoy son desguazados en equipos que migran a distintas estructuras, separadas entre sí. La sinergia de la interacción que se poseía en los Centros, se pierde, y se plantea recuperarla a través de instrumentos que no han sido diseñados y que tal vez no interese diseñar, ni implementar.
Finalmente, los procesos de innovación que cada Centro de I+D había logrado, de estrecha relación con actores económicos reales, se desvanecen en la insustancialidad de la aparición mítica de “los emprendedores”.
Las demandas claramente colectivas de tecnología, o los escenarios de uso y necesidad de mejoras y nuevas prestaciones tecnológicas que hacen los Estados en los países semiindustriales como el nuestro; de los sectores industriales, de las economías regionales, etc. tienden a ser minimizados y desplazados por el discurso oficial. El cambio sería que esas demandas, que esas necesidades, serían reemplazadas por las necesidades o demandas de los emprendedores, agentes económicos solitarios que detectan “nichos de innovación”, y determinan que desarrollos tecnológicos verán la luz, dado su potencial económico y garantía de rentabilidad.
Por las razones expuestas, este análisis técnico de cómo piensa el gobierno hacer en Argentina CyT desde el INTI, concluye que el modelo será un fracaso. Pero este análisis, además, no ha incluido factores políticos. Por ejemplo, la reducción de un 35% del presupuesto para el INTI en 2019, o la fenomenal recesión que sufre la actividad industrial.
Poniendo análisis técnico y político, todo juntoy hablando científicamente, se puede aventurar un esperable fracaso al cubo.