Evita es inseparable de Perón. La vocación por los humildes, la lucha de los oprimidos y la energía revolucionaria son indisociables de un proyecto de país soberano e independiente, como expresan los planes quinquenales, la doctrina de la comunidad organizada, la estrategia de inserción geopolítica (el ABC, los No Alineados), el sindicalismo realmente existente con todas sus contradicciones adentro, incluso el sector nacionalista de las Fuerzas Armadas, la burguesía nacional industrialista y el sector patriótico de la Iglesia como parte integrante de este proyecto.
Enaltecer la figura de Evita como expresión del amor inquebrantable por los humildes es indispensable. Sin embargo, me irrita la disociación progresista, pseudoilustrada, políticamente correcta, que instrumentaliza las fotos de Evita sin Perón. Muchos de ellos hubieran sido de la Unión Democrática.
El Pueblo tiene una dimensión histórica y mítica que no siempre coincide con la racionalidad de las élites biempensantes autopercibidas de izquierda o derecha, esas que se ponen por encima del Pueblo y sus dolores, y que para colmo pretenden usurpar sus símbolos.
Evita es la abanderada de los humildes porque dejó jirones de su vida por ellos en el marco de un proyecto de país que tal vez sea imposible recrear tal cual hoy, que debe ser reformulado, actualizado, que requiere nuevas síntesis y actores distintos.
Los que reivindicamos el peronismo como componente histórico indispensable de esta nueva síntesis revolucionaria no podemos negarle a Evita los honores que merece, reconociendo su lealtad al pueblo trabajador, a los humildes, al proyecto peronista y al General Perón, nos guste o no. No podemos mutilarla como los profetas del odio. Que la luz de su sonrisa, la entrega de su vida y la fuerza de sus convicciones iluminen nuestro camino.