¿Es posible reducir los costos del transporte, sustituir la importación de combustibles y gas licuado y evitar la generación de residuos? La respuesta es sí, mediante la instalación de biodigestores que transforman desechos de la actividad agropecuaria en biogás y biofertilizantes. Además, la inversión necesaria puede financiarse mediante la emisión de créditos de carbono.
Un reciente trabajo realizado por investigadores de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Belgrano (UB) identificó oportunidades de inversión sostenible a partir del aprovechamiento de residuos de la producción agropecuaria.
El trabajo, titulado “Evaluación de Rentabilidad de las PyMEs Agropecuarias Argentinas”, cotizó la construcción e instalación de biodigestores para generación de biogás y biofertilizante, en escala pequeña y mediana.
En el primer caso se buscaba el autoabastecimiento energético de pequeñas unidades productoras rurales alejadas de la red nacional de gas y de electricidad. En el segundo caso, se buscaba proveer de energía a productores Pymes agrupados en cooperativas, y volcar el excedente de bioenergía generado al Sistema Interconectado Nacional.
En ambas situaciones, los productores podían aprovechar los desechos de su actividad reemplazando el uso de fertilizante sintético importado (con el consecuente ahorro económico) y certificar la reducción de las emisiones de carbono, tanto por el tratamiento de los residuos como por el cambio de fertilizante.
En la escala pequeña la inversión requerida se cotizó en el orden de los 56 mil dólares, con un tiempo de recupero de la inversión en el año 6, y una tasa interna de retorno del 9% para un flujo de fondos de 8 años (vida útil del equipo).
En tanto, en la escala mediana la inversión inicial ascendería a 2,1 millones de dólares, con un recupero de la inversión en 6 años, y una tasa interna de retorno del 15% para un flujo de fondos de 10 años (vida útil del equipo de 30 años).
Hasta fines de 2023 existían en el país programas públicos para el financiamiento de ambas propuestas, como el Proyecto de Energías Renovables en Mercados Rurales (Permer) y el Programa de Servicios Agrícolas Provinciales (Prosap), ambos desmantelados por el gobierno de Javier Milei.
Los autores del trabajo de investigación, Mariana Barreña, Rosa Catalano, y Juan Manuel Sierra, proponen que, en una etapa posterior, se podrá avanzar mediante un proceso de “criogenización” hacia la generación de biogás licuado, para reemplazar al gas licuado importado.
A partir de un programa de simulación, los economistas de la UB determinaron que el cambio de combustible de gasoil a biogás licuado, para una flota de 30 o 40 camiones, permite el ahorro del 40% de gasoil. Al mismo tiempo, es posible certificar la reducción de emisiones de carbono por el cambio de combustible en un 90%.
De los resultados de esta investigación se desprende que “la oportunidad de aprovechar residuos de origen agropecuario para generar biogás y biofertilizante se encuadra tanto en la necesidad de autoabastecimiento energético del país, como en la ventaja derivada de la sustitución de importaciones (energéticas y de insumos agropecuarios), generando a su vez valor y empleo en el ámbito rural y reduciendo emisiones de gases de efecto invernadero”, concluyeron sus autores.
Llevar energía a lugares no alcanzados por la red eléctrica y diversificar la matriz energética de una forma más amigable con el ambiente contribuiría no sólo a solucionar problemas como el faltante de gasoil y la escasez de divisas, sino también a la mitigación de los efectos del cambio climático.