La Abuela de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, dejó su silla de la primera fila caminó hacia el escenario. La decana de la facultad de Humanidades de La Plata, Ana Julia Ramírez, le extendió una carpeta que la Abuela recibió con manos de madre: era el legajo reparado de su hija Laura Carlotto, estudiante de Historia, militante, asesinada en la dictadura cívico militar luego de dar a luz en cautiverio. Como Estela, familiares de cerca de un centenar de estudiantes, docentes y no docentes de esa Facultad de la Universidad Nacional de La Plata recibieron este miércoles los expedientes laborales o de carrera que ahora consignan la verdad en las causas de abandono: “desaparición forzada”.
En el acto se realizó ante más de 1.500 personas en el polideportivo de esa facultad de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), y fueron entregados 88 legajos reparados de estudiantes, graduados, docentes y trabajadores detenidos, desaparecidos y asesinados. La tarea fue realizada por la Comisión de Memoria y Recuerdo de la casa de estudios, que todavía trabaja con otros expedientes para alcanzar el total de 106 reparaciones.
El primer legajo en entregarse fue el de Rodolfo Francisco Achem. El Turco, como lo llamaban, era Secretario de Supervisación Administrativa de la UNLP y directivo del gremio de trabajadores no docentes ATULP, cuando fue secuestrado y asesinado junto a Carlos Miguel por la banda parapolicial CNU el 8 de octubre de 1974.
Uno a uno, familiares de víctimas en algunos casos, miembros de la agrupación H.I.J.O.S, o del centro de estudiantes, en otros, fueron recibiendo los legajos en los que se consignan los verdaderos motivos por los que tuvieron que interrumpir sus responsabilidades laborales o sus estudios. Entre esos legajos estaban también el del periodista y escritor Rodolfo Walsh.
El acto fue multitudinario y estuvo encabezado por decana Ramírez y la prosecretaria de Derechos Humanos de la UNLP, Verónica Cruz. Sentadas en la primera fila del público estaban Estela de Carlotto, la Madre de Plaza de Mayo de La Plata, Herenia Sánchez Viamonte, el nieto restituido Leonardo Fosatti, decanos de las facultades de la UNLP y autoridades universitarias. Hacia atrás, hasta llenar las gradas, mesclados con los estudiantes y docentes estaban los compañeros, amigos y familiares de las víctimas. Entre ellos estaba el hijo de Ana María Ponce, que había militado junto a Néstor Kirchner y cuyos poemas la sobrevivieron a su cautiverio y desaparición en la Esma.
Cuando fue el turno de recibir el legajo de Laura, Estela pasó al frente y, como hicieron muchos, tomó el micrófono. “Laura tiene una tumba y en esa tumba le prometí que iba a luchar todos los días para buscar justicia y que iba a buscar a su hijito. Hay Justicia y tengo a Guido. Pero igual no voy a descansar nunca hasta que haya justicia, verdad y Memoria para siempre”, dijo.
Antes, desde el escenario Cruz había remarcado la importancia de la reparación “en un tiempo histórico adverso en el que los sectores del poder impulsan discursos negacionistas”. También recordó que la UNLP tiene registrados –aunque aclaró que la lista está en construcción- casi 800 víctimas del Terrorismo de Estado. “De acuerdo a la Conadep el 21% de los desaparecidos eran estudiantes, pero en nuestra ciudad ese porcentaje fue aún mucho mayor”, dijo.
Ramírez, por su parte, aseguró que el acto era “conmovedor” y lo inscribió en la decisión política de la Universidad de reparar legajos. La docente reivindicó la militancia de los desaparecidos y de los estudiantes de la década del ´70. Y recordó que esa “energía militante” se dirigió hacia el interior de la Universidad que redundó en 1973 en la elección de la profesora de Letras, Reyna Diez, como decana por impulso estudiantil, designación que derivó en la creación de nuevas cátedras y materias con miradas emancipatorias.
Para la decana el actual es un momento de ofensiva de sectores que impulsan la criminalización de las organizaciones políticas y sociales y del negacionismo. “Por eso se tornan indispensables estos actos como el que realizamos hoy”, concluyó.