El 18 de julio de 1976, los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville fueron torturados y asesinados por miembros de la dictadura militar. A un día de cumplirse 40 años de esa tragedia, recibieron un homenaje: fieles realizaron una peregrinación en el paraje Bajo de Luca de la provincia de La Rioja, lugar donde fueron encontrados sus restos.
El lema elegido para recordarlos fue hoy viven en el alma del pueblo. El obispo Marcelo Colombo realizó un responso en el Panteón de los Mártires, en el cementerio El Salvador, donde están los restos de los sacerdotes. Luego, la procesión se trasladó a la parroquia donde los presentes realizaron una representación del crimen.
Carlos de Dios Murias fue un sacerdote franciscano y uno de los colaboradores del también asesinado obispo Enrique Angelelli. Se radicó en el pueblo riojano de Chamical, en compañía del francés Gabriel Longueville, con la misión de fundar una comunidad franciscana. Después del 24 de marzo de 1976, comenzaron a llegar las amenazas. Lo secuestraron el 18 de julio del mismo año y dos días después su cadáver fue encontrado en el medio de un campo: le habían arrancado los ojos y cortado las manos antes de ultimarlo con un disparo: lo mismo ocurrió con Longueville.
Por el crimen de Murias y Longueville, el Tribunal Oral Federal de La Rioja condenó a prisión perpetua en cárcel común al general Luciano Benjamín Menéndez, al comodoro Luis Fernando Estrella y al comisario general Domingo Benito Vera. Longueville participó del Comité Episcopal francés para América latina y el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo.