El conocimiento sobre las propiedades medicinales de las plantas es algo en constante desarrollo. Se transmite desde tiempos remotos en las diferentes culturas, de generación en generación. La Organización Mundial de la Salud estima que alrededor del 40 por ciento de los productos farmacéuticos utilizados actualmente se basa en productos naturales. Hay una larga historia de fitoterapia que se traduce en tratamientos eficaces de afecciones de salud.

En Argentina se celebra el Día Nacional de las Plantas Medicinales en conmemoración del natalicio del Doctor en Farmacia y Bioquímica José Laureano Amorín, quien sostuvo que las plantas medicinales y sus semillas son patrimonio de los pueblos y tienen que estar al servicio de la humanidad. Dedicó su vida a rescatar saberes ancestrales y luchar contra la apropiación corporativa de esos conocimientos y del poder curativo de las plantas.

Esa preocupación llevó a Amorín a elaborar, en 1965, un proyecto para la creación de un servicio de contralor de drogas vegetales, aprobado por el Ministerio de Salud Pública de la Nación. Con una larga experiencia, habiendo pasado por diferentes cargos relacionados a la farmacología y la bromatología, fue el primer director de la División Farmacobotánica del Instituto Nacional de Farmacología, el primer servicio de ese tipo en toda América Latina.

El uso de las plantas medicinales requiere del control y la regulación de la seguridad con que se realizan sus derivados para el consumo. Así como los Estados ejercitan farmacovigilancia de los productos farmacéuticos, la OMS incentiva que esta práctica se realice también con la medicina natural. Son muchos los países (124 estados miembros de la OMS) los que tienen aprobadas leyes o reglamentos sobre medicamentos de fitoterapia. En nuestro país, el desfinanciamiento de la labor científica, de la educación superior y de los programas destinados a acompañar la producción agroecológica de plantas medicinales pone en peligro la supervivencia de este circuito. A su vez, el vaciamiento del Estado implica que las tareas de escrutinio sean casi nulas.

Hierbas, plantas y hongos

Muchas hierbas están normalizadas en el consumo de cualquier familia. La manzanilla, por sus poderes antiinflamatorios y tranquilizantes, que también aporta el tilo; la melisa, que calma y relaja; el romero, porque mejora la memoria; el aloe, para las dolencias de la piel; el hibiscus, que se hizo conocido por sus efectos calmantes para el aparato digestivo y los dolores menstruales. Ya no se considera práctica pagana la de curarse con un té.

Mientras el proceso de regulación del uso y cultivo del cannabis se enmarca en un contexto de creciente persecución de productores y consumidores, “el cannabis florece más vivo que nunca”, afirma Federico Trofelli en su crónica de la Expo Cannabis. Los avances son notorios en materia de salud, pero también en lo que refiere al desarrollo industrial y científico. Un estudio reciente demostró que se puede reducir la hipertrofia cardíaca de origen hipertensivo a partir de un tratamiento por vía oral con aceite de cannabis, como detalla esta nota de Tiempo Universitario.

También los hongos ganaron espacio en la ponderación científica, por su capacidad de dar respuestas medicinales y como agentes de biorremediación: tienen la potencialidad de resucitar suelos y ríos contaminados. Por eso, desde hace más de 10 años, especialistas de la Agencia de Extensión Rural del INTA acompañan a las familias productoras de hongos en la búsqueda de alternativas productivas agroecológicas.

Este tipo de proyectos que institucionalizan y normalizan prácticas comunes requieren políticas públicas. Un Estado activo es imprescindible para nuestra salud social y ambiental.