Ahí está un pueblo, una pasión política muy grande. Lo que se puede sentir es una plaza y sus calles y sus ciudades. Y toda la república que está pronunciando la palabra felicidad. La posibilidad de soñar. Es impactante y es inolvidable.
Lo pudimos percibir desde esta mañana. Este 10 de diciembre, en el que hicimos La Mañana, de la 750, desde el móvil a la vera de la plaza de Mayo. El día invitó a una jornada gloriosa. Desde anoche la gente iba llegando a buscar un lugar en su destino, en la plaza, en la vida. En un lugar menos de privilegios y diferencias, cerca del escenario de la realidad. Buscando su espacio.
“Es histórico porque se va un modelo. Porque renacen los sueños. Porque el campo nacional y popular se apresta a tomar a la utopía por las solapas, a sentarla de prepo y convertirla en realidad”, decía mi admirado Gustavo Campana, mi compañero de todas las mañanas y también de esta mañana diferente, única. Fueron cuatro años confusos en nuestro espíritu. Al que pudo mantener el trabajo, el que sobrevivió a la malaria de este gobierno, la pudo trascurrir con rapidez. Pero el que perdió el trabajo, aquellos millones que tuvieron un salario insuficiente, aquellos que tuvieron que recurrir a los comedores populares para poder alimentar a su familia, lo sufrieron día por día. Son gente que está en las calles, que se golpea el corazón, que apunta con los dos dedos en V.
La gente que ha sido protagonista central para este regreso. Cada uno peleó para que terminara lo antes posible.
Por eso se merece esta alegría.
Ellos pretenden irse después de haber sembrado tanto dolor, y hacerlo sin memoria, sin verdad y sin justicia. Tendremos que repasar cada día de estos últimos cuatro años para poder empezar a gritar ‘neoliberalismo, nunca más’. “Terminar con este proyecto de colonia y poner en marcha un proyecto de nación, poner de pie a la industria nacional. Empezar otra vez con el salario obrero, a dinamizar el círculo virtuoso de la economía, con mayor demanda comercial, industrial, laboral. Con eso, arrancar, poner el plato de comida donde hace falta. Y después seguir…”, así Gustavo resume nuestro pensamiento, nuestra sensación, nuestras ganas, en esta jornada que debe ser de alegría continuada.
Ellos nos hicieron creer y se creyeron a si mismos que se iban a perpetuar en el poder. Que esta derecha tan cruel, genocida, que se llevó por delante a la república, a la democracia y casi a nuestras vidas, se iba a quedar mucho más tiempo. Y de pronto se empezó a sentir una gran esperanza. Que tiene que ver con lo que se generaba en torno a Cristina Fernández de Kirchner. Y luego la jugada política más importante de toda la historia, para la elección de Alberto Fernández, para que pudiera recorrer este camino y convertirse en presidente.
Todavía en esta plaza resuenan los ecos de ese discurso increíble, inconmensurable, que había pronunciado ella esa noche de la despedida. Hace cuatro años. Esa noche en la que nacía el canto ‘vamos a volver’. En aquélla noche, esa multitud empezó a cantar de pronto como algo surgido desde lo profundo del pueblo y empezó a trepar hacia los oídos de la presidenta que dejaba de serlo. Muchos teníamos nostalgia anticipada. Todo se presentaba como para que fuera difícil su retorno. Pero ella y su pueblo, su pueblo y ella, construyeron esta realidad. La hicieron crecer desde el pie, como la canción de Alfredo Zitarrosa. Para que finalmente esta plaza que hace cuatro años amanecía vacía y triste con las palabras de CFK aun flotando, hoy sea el testimonio de un pueblo feliz. Recordó Campana también, que Cristina dijo unas palabras que sonaban proféticas: “Ojalá que quien ocupe este lugar estos cuatro años que vienen, cuando termine su mandato pueda mirar de frente a su pueblo… Bueno, estamos esperando esa mirada”. Yo agrego: una mirada insoportable, una mirada imposible.
No, no va a ser fácil. Claro que no. La pavorosa deuda, la externa y la interna que deja Macri, hará que no sea fácil, como bien enumeró y detalló finalmente Alberto Fernández en su discurso en el Congreso. Tendremos que acompañar y que esta alegría que se manifiesta hoy en todo el país, se convierta luego en algo sustentable de lo que será la lucha de un gobierno que tiene tantas durísimas batallas por delante. Tantas batallas, una demanda que será descomunal, y entre ellas, sumo particularmente la de una navidad sin presos políticos en la Argentina.
Pero disfrutemos de esta jornada que será inolvidable. Me viene a la memoria los días del Bicentenario, en mayo del 2010: era un país posible, era una alegría que la gente se merecía. Hoy tenemos la sensación de que se puede repetir, que tendremos nuevamente la posibilidad de cantar, de abrazarnos aún con quienes no conocemos pero al que le descubrimos en su rostro las mismas intenciones de construir eso que podemos llamar patria.
Hoy la cosa pasa por el corazón. A dejar correr el día, a quedarnos sin voz, a emocionarnos. Ya será el tiempo de la reconstrucción. Primero, para después pensar en ponernos de pie y seguir hacia adelante. Avanzamos hacia un nuevo país, hacia una nueva época que nos merecemos, que estábamos necesitando.