No me pasaba de levantarme dos o tres veces por noche para ver si está todo bien. Y me está pasando a mi y a otros vecinos. El que habla es Nicolás Gropper, un vecino del Bosque Peralta Ramos de Mar del Plata que desde hace un mes y una semana convive en su barrio con el genocida condenado Miguel Osvaldo Etchcecolatz. El hombre viajó este lunes a La Plata junto a otros cuarenta vecinos y con el respaldo de más de 1500 firmas de habitantes del Bosque y la ciudad balnearia para pedirle al Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de La Plata -uno de los tribunales que condenó al ex comisario y que también le otorgó la domiciliaria- que le revoquen ese beneficio.
Desde hace un mes y una semana vivimos en un barrio, prácticamente, militarizado. La plaza en la cual yo iba a jugar a la pelota con mis hijos ahora la visión que tenes es de vallas de policía y camiones de policía que entran y salen, patrulleros que entran y salen. También desde que está Etcchceolatz en el barrio comenzó a operar la patota de (Carlos) Pampillón, un neonazi reconocido en Mar del Plata, explica el vecino tras la reunión con el juez Pablo Vega, del TOF1.
Esos fueron los planteos que le hicieron al juez: la perturbación a la tranquila cotidianidad de ese barrio marplatense, las brumas de temor que el genocida condenado esparció apenas llegó, y los peligros que atrajo. Pampillón postea cosas en el Facebook a favor de Etchcecolatz. También la mujer de Etchecolatz postea pidiendo a la gente de Pampillón para que se acerque a su casa a apoyarlo. Sabemos que preguntó como somos como vecinos algunos de nosotros. Es decir, suceden un montón de cosas que nos afectan cotidianamente, más allá de que consideramos que el lugar donde tiene que estar un genocida es la cárcel, cuenta.
-¿La presencia policial no es para vigilar a Etchecolatz sino que es para vigilar a los vecinos?
-Totalmente. Incluso hay policía de civil, a quienes ya conocemos porque los vemos y nos damos cuenta porque en este mes cambió la rutina del barrio. El Bosque es una reserva forestal en la que es muy poca la gente que anda circulando, a no ser por los vecinos. Por un lado se llenó de policías, gendarmes, patrulleros y motos que entran y salen todo el tiempo. Y de policías de civil, que son los que por su puesto nos están vigilando a nosotros. También nos sacan fotos desde la casa de Etchcecolatz. Cuando llegó al barrio hicimos una movilización a la puerta de la casa, y desde adentro, por una ventanita, nos saludaban y nos sacaban fotos.
-¿Es casual que Etchecolatz esté en una ciudad gobernada por Carlos Arroyo?
-No es casual. Etchecolatz, Pampillón, Arroyo, van por el mismo camino. No es casual que Pampillón haya publicado fotos en Facebook llamando a aniquilar a cualquier persona que salga a hacer algo en contra de Etchecolatz, diciendo que hay que defender al viejito bueno y toda una serie de cosas que no hacen más que sembrar miedo entre las vecinas y vecinos.
-Se presentaron como Vecinos sin Genocidas y pidieron la revocatoria de la domiciliaria, pero además trajeron firmas de otros vecinos. ¿Como fue ese proceso?
-Nos empezamos a juntar apenas nos enteramos que Etchecolatz iba a tener domicilio en el Bosque. Primero fuimos cinco, después 10, 20 y hoy somos un grupo de por lo menos 70 vecinos que estamos activos juntándonos todas las semanas organizando distintas cosas. Una de las cosas que hicimos fue un festival artístico el 29 de enero cuando se cumplía un mes de la llegada de Etchecolatz al Bosque. Ahí mismo se nos ocurrió empezar a juntar firmas y en una semana juntamos más de 1500 firmas. Anoche, antes de venir para La Plata, aún seguía la gente pidiendo firmar. Pusimos mesas para que la gente pueda firmar. Una fue en el mercado El Chañar, que es muy conocido, y la gente venía a firmar pero ni siquiera entraba al mercado: bajaba del auto, firmaba y seguía. Lo mismo pasó en la mesa que pusimos en la feria del Bosque. Fue impresionante. Desde hace un mes y una semana que el barrio está convulsionado por esta situación.
-¿Lo que vinieron a plantearle a los jueces es eso: que cambió la vida cotidiana en el barrio?
-Esto es lo que vinimos a plantearle: cómo nos cambió la vida cotidiana de vivir en la tranquilidad de una reserva forestal, que cada uno buscó por distintos motivos, a hoy entrar al barrio, a tu casa y estar rodeado de patrulleros, de motos, de no poder ir a jugar a la plaza con tus hijos porque lo único que ves son vallas de policías.
-Una de las cuestiones que resaltaron hoy fue el hecho de vivir con miedo. ¿Tienen miedo?
-Se genera miedo. El otro día uno de mis hijos me preguntó qué pasaría si estamos caminando por la calle y se aparece el señor malo. Esas cosas te parten al medio porque sabés que pueden suceder, porque si no es puntualmente este señor malo, puede ser algún otro que lo defienda. Un vecino que vive muy cerca de Etchcecolatz tuvo que tapiar su casa.
-Si bien por edad, muchos vecinos no vivieron en carne propia el terror de la dictadura. ¿Etchecolatz trajo consigo el miedo que infundía entonces?
-Es lo que está pasando. Yo nací en el ’76, entonces no viví ese miedo pero me lo contaron mis viejos, tíos, abuelos, conocidos y eso es lo que está pasando. No te voy a decir que es lo mismo, pero de a poco empezás a sentir ese miedo en tu casa: a mi no me pasaba de levantarme dos o tres veces por noche para ver si está todo bien. Y me está pasando a mi y a otros vecinos con los que he hablado.