La revista El Caudillo, editada entre 1973 y fines de 1975 bajo la dirección de Felipe Romeo, fue el órgano de la ultraderecha peronista. Su especialidad era la primicia anticipatoria. Al respecto, dos ejemplos: sus artículos sobre el diputado (por el peronismo revolucionario) Rodolfo Ortega Peña y el intelectual marxista Silvio Frondizi. Pues bien, ambos fueron asesinados por la Triple A, la falange parapolicial del todopoderoso ministro José López Rega, en julio y septiembre de 1974, respectivamente, justo cuando los números de aquel pasquín con sus perfiles impresos ya se vendían en los kioscos. Es que aparecer en sus páginas significaba una condena a muerte.
¿Acaso, en la Argentina del presente, la falange digital del todopoderoso asesor del régimen libertario, Santiago Caputo, es el equivalente de lo que, hace medio siglo, fue El Caudillo para la Triple A?
En un punto, sí, ya que se trata de un “marcador” público de enemigos.
Pero con una salvedad. Porque los sicarios del “Brujo” supieron liquidar, en menos de dos años, a mil quinientas personas, siendo –diríase– los teloneros del terrorismo es Estado aplicado luego por la última dictadura. En cambio, los trolls que ahora tienen su base en la mismísima Casa Rosada sólo se dedican, a través de las redes sociales, al ejercicio de maldades más benignas: amenazas y chantajes en manada a dirigentes opositores, periodistas, figuras de la cultura y ciudadanos comunes, sin escatimar la atención personalizada a correligionarios díscolos y funcionarios caídos en desgracia. A dichos menesteres se le suma la manipulación de sondeos, junto con el lanzamiento continuo y sostenido de fake news para así enturbiar la percepción del espíritu público sobre la realidad, entre otras acciones más puntuales.
La construcción del personaje que Javier Milei interpreta y su llegada al sillón de Rivadavia fueron fruto de tales operaciones.
Desde ese momento, su troll center fue como un ministerio en la sombra, amparado por una sola ley: la omertá. Una normativa de silencio indispensable en toda sociedad secreta y que, por los objetivos de ésta en particular, en el caso de no cumplirse, sus actividades perderían sentido.
Entonces era inimaginable que, exactamente diez meses después, durante la manifestación contra el veto a la Ley de Financiamiento Universitario, uno de sus concurrentes pasara un dramático momento cuando fue reconocido como el streamer oficialista “Fran Fijap” (Francisco Antunes Puchol, según su DNI), un muchacho algo odioso por su agresividad digital.
Entre escupitajos, empujones y piñas, el pobre pudo hallar refugio en una tienda de empanadas sobre la avenida Callao.
Al día siguiente volvió allí, esta vez con el propio presidente.
Había que verlos al sacarse selfies en la puerta del local, mientras desde las veredas, desde los balcones y desde los colectivos, le prodigaban a Milei una lluvia de abucheos e insultos, que no sólo aludían a su lazo materno-filial sino también a cierta parte anatómica de “El Jefe”.
Más allá de eso, era la primera vez que se mostraba con uno de sus trolls, aunque la existencia de éstos fue aflorando de manera “gradualista”.
En este punto, es necesario retroceder al mes de marzo, cuando el vocero Manuel Adornni anunció con bombos y platillos que, en la sede gubernamental, el Salón de las Mujeres del Bicentenario pasaba a ser el Salón de los Próceres.
Lo notable fue que, de inmediato, sus ventanas fueron tapiadas con hojas de diario, mientras que las autoridades impedían que los periodistas acreditados circularan por allí. Pero como en un texto de Edgar Allan Poe, no hay nada más visible que lo oculto; de modo que no tardó en saltar a la luz que en ese espacio, precisamente, estaba el cuartel general de los trolls.
Poco después, gracias a un pedido de Acceso a la Información Pública, fue posible conseguir un listado de ingresos a la Casa Rosada, en la que figuraban “Juan Doe” (Juan Pablo Carreira), con el cargo de jefe de Comunicación Digital del Poder Ejecutivo, y el “Gordo Dan” (Daniel Parisini), un médico convertido en el tuitero de cabecera del gobierno. La lista en cuestión era extensa.
Seguidamente, no demoró en saberse que, junto a los trolls, influencers y streamers de carne y hueso, desde la Casa Rosada se manejan en las redes unas 50 mil cuentas falsas (mediante bots y granjas de trolls), tal como reconoció el estratega del aparato digital de La Libertad Avanza (LLA), Fernando Cerimedo, en una entrevista publicada el 10 de mayo de 2023 por el portal Infobae, donde, sin embargo, omitió el financiamiento del asunto con fondos de la SIDE.
Bien vale reparar en este sujeto.
Su gran hazaña fue la trapisonda que se mandó en el marco de las últimas elecciones en Brasil. Allí, la Corte Suprema lo investiga por instigar, a través de las redes sociales, la falsa acusación de fraude después de que Lula da Silva venciera a Jair Bolsonaro.
Cerimedo habría coordinado, de manera digital, la escalada del conflicto, que derivó en un intento golpista con la ocupación en Brasilia de varios edificios gubernamentales por hordas ultraderechistas.
Al respecto, el bueno de Fernando se enorgullece de tener por compañero de causa nada menos que a Elon Musk. Un capo.
Versado en técnicas de marketing político y dueño del Grupo Numen, un conglomerado de empresas abocadas a la comunicación digital, entre las cuales se destaca el portal La Derecha Diario, una auténtica usina de fake news. Sin ir más lejos, el infundio más reciente que publicó allí giró en torno a los incendios en Córdoba, afirmando “el arresto de 17 jóvenes pertenecientes a La Cámpora, quienes habrían iniciado el fuego”, entre otros datos de fantasía.
Este individuo de 43 años suele darse dique de su amistad con Eduardo Bolsonaro, el hijo pródigo de don Jair, y también de que Mauricio Macri fue parte de su clientela, además de haber trabajado en los Estados Unidos para la campaña de Barack Obama. Por si fuera poco, también se ufana de sus logros académicos al asegurar que tiene un postgrado de Comunicación Política nada menos que en la Universidad de Harvard.
Pero tanto lo de Obama como lo de Harvard son dos de sus embustes más recurrentes. Nadie del entorno de Obama lo conoce y en Harvard no hay registro alguno con su nombre como estudiante.
¿Acaso extendió hacia su biografía la compulsión de falsear la realidad?
Una fuente que lo conoce bien sostiene que, de tanto “adornar” su propia historia, Cerimedo terminó por creerse sus mentiras al respecto.
Es que el cerebro es un órgano flexible.
Esto lo supo en carne propia uno de sus soldados, el troll que actuaba en X (antes Twitter) bajo el alias de “Javier Mileikovsky”, El tipo había adquirido notoriedad por su estilo agresivo y fanático hasta el paroxismo. El asunto es que acaba de anunciar su “muerte digital”.
En su carta –digamos– “póstuma”, admitió: “Esto se me fue de las manos y no quiero cargar con este peso nunca más”. Adujo que la “changa” de troll lo había desbordado y, de a poco, se alejaba de su verdadera personalidad.
Gajes de la “batalla cultural”.
Ana Emilia del Pozo
13 October 2024 - 13:56
Por ahora parece que las políticas de Milei son menos letales