La reciente renuncia de Mauricio Macri a la candidatura presidencial fue la primera gran definición en el escenario para las elecciones de 2023. Juntos por el Cambio multiplica sus expectativas mientras profundiza sus internas y ahora son el objeto de estudio de Gabriel Vommaro y Mariana Gené: ¿qué aprendió la coalición tras su paso por el Estado nacional y cómo enfrenta la amenaza libertaria de Javier Milei?
Esas preguntas recorren el planteo de El sueño intacto de la centroderecha, reciente libro del dueto de investigadores que publicó la editorial Siglo XXI. La bajada en la tapa, debajo del título, traza una interpretación marcada de cara a este proceso electoral: …y sus dilemas después de haber gobernado y fracasado.
-¿Cuál es la promesa de Juntos por el Cambio este año para distinguirse de Milei?
–Vommaro: La promesa de 2015 estaba servida por la coyuntura: terminar con doce años de kirchnerismo, república versus autoritarismo, bajar los impuestos. Era muy claro que con pararse enfrente de lo que había era suficiente. Después de haber gobernado cuatro años, con tan malos resultados económicos para la mayoría pero también para su base empresarial-industrial -no es el caso del campo-, hoy convence mucho más un tipo como Larreta antes que Macri, lo que puede explicar gran parte de su decisión de bajarse de la candidatura. Larreta expresa cierto continuismo con Massa, como que son más o menos lo mismo. Hacia el establishment la promesa es ser más sólidos e inteligentes para hacer los cambios que quieren hacer. Es decir, chocarla menos. En el libro repasamos los Coloquios de IDEA y siempre se plantea el mismo set de reformas. Se sabe que al peronismo le cuesta más hacerlas. Desde Juntos por el Cambio plantean que ahora tienen más senadores, diputados, base social, aprendizaje y saben cómo generar los consensos para llevar a cabo las reformas.
-Las reformas que plantea Juntos por el Cambio siempre son sobre las jubilaciones, el trabajo y los impuestos.
–V: Creo que la impositiva sí, la previsional también pero la laboral en este contexto bajó su prioridad.
–Gené: La realidad está haciendo esa reforma por sí misma.
–V: El gran problema es cómo volver a contactar con el elector cambiante, que vota por uno u otro según la performance del gobierno y la economía, que tiene la memoria muy fresca de los últimos dos años de Macri. La ventaja es que cuenta con una base de un tercio del electorado, mucho más sólida que la de 2015, y que este es el primer peronismo de la historia que no ofrece ni seis meses de consumo popular ampliado.
G: Ese electorado que pendula quizás no pueda relacionar su hartazgo, bronca y cansancio con Juntos por el Cambio. No tanto porque sus votantes sean de extrema derecha, sino que hay algo del modo en que se presenta Milei que logra afincarse mejor en la tradición antipolítica. La promesa de sensatez que puede hacerle Juntos por el Cambio a los empresarios no ilusiona a todos los votantes. Hoy la coalición apuesta a capitalizar lo que los distintos candidatos tienen. Larreta ofrece sensatez, Bullrich también estuvo activa en las marchas anti cuarentena y se parece por momentos en lo desfachatado a Milei.
El radicalismo en su laberinto
El sueño intacto de la centroderecha dedica una porción importante de sus páginas a historizar el contexto en que la UCR llegó a la Convención de Gualeguaychú, que definió el ingreso del centenario partido en la coalición que ganó la elección de 2015.
Vommaro y Gené entrevistaron a Ernesto Sanz, quien expresa un arrepentimiento inédito por aquella decisión. Se trata, sin dudas, de un hallazgo en el libro. A partir de ahí, la pregunta por la actualidad del radicalismo en la interna modelo 2023 se impone.
-¿Por qué creen que suena tan díscolo Manes? ¿El radicalismo que él pregona no existe más?
–G: En este libro nos preguntamos mucho por las mutaciones del radicalismo desde 2001 hasta su vuelta al poder con Cambiemos. Intentamos mostrar ese drama, que expresan bien las entrevistas que le hicimos a Ernesto Sanz. Al momento del armado de Cambiemos, la UCR no tenía un programa muy claro en términos económicos para ofrecer en la negociación, entonces tuvieron que aceptar a regañadientes el del PRO. La llegada de Facundo Manes les devolvió la esperanza a los radicales de tener un líder popular, con alto conocimiento y así negociar el lugar del partido en la coalición, pero después no todo el radicalismo se encolumnó detrás de él. Cuando salió a criticar cosas del gobierno de Macri, los propios correligionarios lo llamaron al orden.
–V: El radicalismo es el único partido argentino en el que la interna pesa tanto o más que cualquier definición hacia afuera. Manes no es que sea ajeno al radicalismo, pero llegó sin el recorrido partidario de otros y no está tan claro que esté dispuesto a saludar a todas las banderas que el radicalismo le exige, lo que genera mucha tensión interna. Además, Manes tiene dificultades para lidiar con los liderazgos de Gerardo Morales y Alfredo Cornejo.
No tan distintos
Cualquiera que haya intentado explicar los ejes de las disputas políticas en Argentina a un extranjero habrá identificado el enorme volumen de contexto a reponer. Si resulta de por sí complicado enmarcar al peronismo, el desafío de caracterizar el espectro del centro hacia la derecha suele disparar comparaciones con otros países que no siempre resultan acertadas.
-¿A qué se parece Juntos por el Cambio cuando miramos hacia afuera de Argentina?
–V: Siempre pensamos acá que en lo político somos muy originales y nos golpeamos el pecho por eso. Lo que podría decirse es que post 2008, cuando se compone la estructura bicoalicional ideológicamente alineada centroizquierda-centroderecha con un sobreimpreso del peronismo-antiperonismo, Argentina empezó a parecerse más a la política de otros países del mundo como Europa, Brasil, Chile o México. Entre demócratas y republicanos en EEUU también hay el tipo de diferencias culturales que hay hoy acá. Juntos por el Cambio se identificó con esas centroderechas. El problema es que en el medio el mundo cambió y aparecieron las derechas radicales, populistas. En Francia, podríamos decir que Juntos por el Cambio sería esa coalición del gaullismo con la derecha liberal, pero esa configuración estalló por los aires y apareció Macron en el medio. Juntos por el Cambio tiene los mismos problemas que las derechas mainstream en el mundo: cómo hacer para ofrecer un programa distintivo, innovador y que seduzca, mientras hay derechas más duras y su propia performance de gobierno fue pobre.
–G: Las investigaciones que usamos como referencias en el libro suelen referirse a fenómenos regionales y nos ayudan a pensar qué tipo de problemas estamos estudiando. En el caso del PRO podemos pensar un caso de construcción partidaria exitosa y la supervivencia a su líder fundador. Trabajamos sobre los planes que se imaginan los políticos y las fuerzas realmente existentes en la sociedad, qué margen tienen para hacer cambios, qué negociaciones y mediaciones pueden generar para lograr sus programas.
Mayor consenso o mayor velocidad
«Lo que vemos en Juntos por el Cambio es que los actores sacaron distintas conclusiones del período 2015 2019», señala Mariana Gené. En el libro, ella y Vommaro remarcan el significado que tuvo la reforma previsional de 2017, que interpretan como una «victoria pírrica para Macri». «Logró pasarla pero fue el comienzo del fin para su gobierno.
Juntos por el Cambio divide su interpretación de la escabrosa aventura nacional: para algunos el error principal fue no ampliar más las alianzas, para otros no haber ido más rápido con las reformas.
–Después de la experiencia en el Estado, ¿creen que Juntos por el Cambio sigue con su idea de reformas drásticas?
–G: La historia de los CEOs politizados que llegaban al Estado y se sorprendían de cuánto costaba gestionar lo público es algo que no comparten los integrantes de la coalición que tienen más trayectoria estatal. Una posible bajada alternativa del libro podría ser Visiones de un proyecto que perdió la inocencia en el poder. Diría que ninguno de estos políticos que estamos mirando son tan inocentes e inexpertos para creer que uno llega y arremete contra todo, sobre todo en esta crisis social larga que se arrastra. En la relación con la política social, los movimientos y la protesta en general hay todo un dilema, porque resulta muy popular decir que hay que terminar con los planes y convertirlos en trabajo, pero después es otra cosa la manera en que se logra eso con una economía que no crea trabajo formal hace mucho. Es difícil creer que en caso de ganar puedan tomar decisiones que impliquen borrar de un plumazo esas contribuciones sociales que ayudan a la gente a vivir.
–V: Lo que nos preocupa es que una de las conclusiones que puedan sacar del ciclo de Macri en el gobierno es que hay que ser más duro represivamente con los movimientos sociales. Se puede ver en lo discursivo esto de ser más implacables con la movilización. Bullrich le pide a Larreta que sea más duro con los acampes en la 9 de Julio. Esa tensión está y no descartaría que haya presión en un hipotético gobierno de Juntos por el Cambio si se empantanan reformas por resistencia en la calle. Ese recuerdo de las toneladas de piedras que está tan presente en los sentimientos del votante y la dirigencia de Juntos por el cambio puede que sea entendida luego como algo a lo que responder.