Suicidios en el cuartel, ahogamientos, golpes en exceso o disparos «accidentales» son algunas de las tragedias que marcaron las vidas de soldados durante el servicio militar voluntario. Jóvenes como José Eleuterio Marín, Fabián Marcelo Perales, Andrés David Fernández y Nicolás Santa Cruz. También Cristian Vidal, Juan Ariel Cruz, Lautaro Pilloud, Fabricio Bermani y Juan Ramón Pérez cuyos casos resonaron en los medios a raíz de sus destinos interrumpidos.

Hombres de origen humilde, que buscaban una oportunidad dentro de una institución donde, detrás de la promesa de servicio público, el patriotismo y la profesionalización, los ritos de iniciación, la violencia, el pacto de silencio y la obediencia siguen vigentes.

Néstor Ramírez y Diego Galotti tenían 18 años y estaban en el servicio militar cuando, el 6 de enero de 1995, fueron encontrados muertos en la pileta del Regimiento de Granaderos San Martín de la Ciudad de Buenos Aires. En un primer momento la justicia cerró el expediente argumentando que los cadetes se habían emborrachado y ahogado pero sus familiares sostienen que fueron asesinados.

La madre de Mauro Ramírez pide justicia.

El 7 de diciembre de 1998, Bruno Castañares estaba de servicio en el Regimiento Húsares de Pueyrredón, Azul, Buenos Aires, cuando lo encontraron muerto con un tiro en el estómago. Dos horas después una comisión militar se presentó en el domicilio de su madre con un comunicado que informaba que la causa de la muerte del soldado era “presunto suicidio”. Pese a la negativa del Ejército, la familia exigió ver el cuerpo que finalmente le fue entregado. La causa no avanzó.

El 26 de junio de 2003 el soldado chaqueño Mauro Ramírez, de 22 años, murió de un disparo de FAL en el pecho dentro del Regimiento de Monte 30 de Apóstoles, Misiones.

El tiro le dio de lleno en el corazón y por las pericias realizadas se pudo determinar que la bala ingresó de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo, a 25 cm de distancia.

Dos semanas antes de su muerte, Mauro contó a su familia que sufría  hostigamientos de oficiales y suboficiales.

La causa por su fallecimiento fue archivada como suicidio en tres ocasiones: por la Justicia Provincial y luego por la Justicia Federal en dos instancias. Pero en el año 2016 la investigación se reabrió a partir de un dictamen de la Procuraduría General de la Nación, al advertir que el caso podría ser un hecho de violencia institucional. Su madre Susana Pintos sostiene que hubo un entramado de poder para ocultar el fusilamiento del joven.

Pablo Sebastián Guevara estaba en el Regimiento de Infantería de Paracaidistas del Tercer Cuerpo de Ejército de Córdoba. Fue encontrado muerto el 1° de enero de 2007, boca abajo y con los brazos en cruz.

Según el parte oficial, murió de insuficiencia cardiorrespiratoria causada por asma. Su familia denunció que él no tenía asma y que su cuerpo estaba desfigurado por los golpes. Tenía 23 años.

El subteniente Matías Ezequiel Chirino tenía 22 años y murió en su “fiesta de iniciación” el 19 de junio de 2022.

Esa noche Matias fue obligado a “celebrar”, junto a sus compañeros y jefes del Grupo de Artillería Nº 3, su «bautismo del Ejército», en la Unidad Militar de Paso de los Libres, Corrientes. Estaba iniciando su carrera como oficial y tuvo que afrontar los gastos de esa noche con su salario. Sentía miedo de lo que podía pasar.

El papá de Matías Chirino y un retrato de su hijo.

Como parte del “rito”, obligaron a Matías y a dos compañeros a sumergirse en la pileta del Casino de Suboficiales y a cantar la “Oración del soldado argentino”. Los tres perdieron el conocimiento y fueron abandonados en una habitación. Chirino terminó en un colchón sobre el piso, sin frazada, a pesar de las bajas temperaturas. Murió por broncoaspiración.

A la mañana siguiente, el padre de Matías, Ezequiel, recibió una llamada. Una voz al otro lado le informó: ¿Hablo con el papá de Matías Chirino? Venga a buscarlo, porque está muerto.

Ese día era domingo y se celebraba el día del padre.

En octubre de este año, los capitanes Rubén Ruiz, Hugo Martínez, Claudio Luna, y los tenientes Exequiel Aguilar, Darío Martínez y Luis Acosta fueron condenados a 8 años por «abandono de persona con abuso de autoridad». Aún no fueron juzgados por homicidio.

Pablo Jesús Córdoba formaba parte del Grupo de Artillería 16 de Zapala, Neuquén, el mismo lugar en donde Carrasco desapareció.

El 1 de junio de 2023 estaba de guardia en el cuartel en una zona aislada. Fue encontrado agonizando con dos heridas de bala de FAL en la cabeza: una que subía desde el mentón y otra desde su sien. Desde el Ejército buscaron instalar la hipótesis de suicidio pero su familia no lo aceptó.

Natalia Uribe y Juan José Córdoba, padres del soldado asesinado, denunciaron aprietes de las fuerzas e irregularidades en la causa, como el acceso del Ejército al expediente, contradicciones de testigos y el pedido de traslado de Juan José, militar, a otra provincia.

En noviembre de 2023, y tras una nueva autopsia, el juez Hugo Greca cambió la carátula del caso: pasó de muerte dudosa a homicidio.

En la actualidad el único procesado en “El caso Córdoba” es un artista plástico, Heber Hernández, acusado de realizar pintadas en la pared del juzgado.