A Víctor Roberto Olivera los sobrevivientes de la Esma lo conocían por su alias Lindoro. Durante el megajuicio Esma, Olivera confesó que en ese centro clandestino de detención, cuando las víctimas morían a causa de las diversas torturas a los que los sometían, incineraban los cuerpos para hacerlos desaparecer. A esa práctica la llamaban “asadito”, y era la alternativa a los vuelos de la muerte. Ahora el represor Olivera está excarcelado.
La decisión la tomaron los jueces Adriana Palliotti, Daniel Obligado y Leopoldo Bruglia (TOF 5). Olivera fue condenado a 14 años de cárcel en 2017 junto con otros 53 represores. La Agrupación HIJOS repudió la decisión del tribunal y expresaron su repudio y manifestaron que “el único lugar para un genocida es la cárcel”.
Si bien algunos tribunales de justicia ya han actuado en esta sintonía, también es cierto que han dado marcha atrás por la presión de las agrupaciones de Derechos Humanos y de los vecinos que tuvieron la mala fortuna de encontrarse con un represor viviendo en su barrio. Sin ir más lejos, ese fue el caso de Miguel Etchecolatz.