Miguel Etchecolatz y otros represores fueron indagados este martes por el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata, por las torturas, homicidios, abusos sexuales y ocultamiento de menores cometidos contra 400 víctimas alojadas, durante la última dictadura, en los centros clandestinos conocidos como Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y El Infierno.
“Me encuentro en una situación muy difícil de poder aclarar, todo lo que me está sucediendo desde hace 24 años a la fecha, sometido a los tribunales federales. Yo no maté, yo batí en combate, que es distinto», dijo Etchecolatz al momento de ser indagado.
Nuevamente, el represor no reconoció a la justicia civil y reclamó ser juzgado por un tribunal militar. «¿Ante quién voy a declarar? Ustedes no tienen autoridad para actuar. Necesito que me interroguen los jueces que estaban en ejercicio de sus funciones en ese momento; es decir la justicia militar”, dijo.
“Hay mucho para declarar de esos acontecimientos que pusieron en peligro a la Patria. Es mucho lo que tengo por decir pero no lo puedo hacer ante ustedes. Por razones éticas y de moral, no puedo y no debo responder preguntas», afirmó al negarse a declarar.
“Acá, existe la necesidad de venganza, no hay necesidad de los tribunales de profundizar e investigar a fondo lo sucedido, solo se quiere condenar, y eso lo tengo yo como prueba en los ocho juicios que se me imputan. Procésenme y me van a condenar, ya no siento dolor por eso, siento tristeza de cómo se está manejando la justicia,” se justificó.
El TOF, integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico, comenzó este martes a indagar a Etchecolatz y otros 17 represores, entre ellos al ex ministro de Gobierno bonaerense durante la dictadura, Jaime Smart y al ex médico policial Jorge Antonio Berges. Durante la audiencia de estuvieron presentes 16 imputados, ya que de los otros dos restantes se aguardan los informes médicos que avalen si pueden ser sometidos a una indagatoria.
De los 16, 14 gozan de arresto domiciliario y Etchecolatz y Jorge Di Pasquale están presos en el penal de Campo de Mayo.
“Usted y el conjunto del tribunal no tienen autoridad para actuar en estos juicios”, dijo desafiante Etchecolatz por videoconferencia desde ese penal, vestido con una chomba a rayas celestes y blancas, sobre la que colgaba un crucifijo plateado.
“La Constitución se siente herida por esa transgresión y si yo respondo sus preguntas voy a convalidar que transgredo la Constitución y la Patria, admitiría una irregularidad”, puntualizó e insistió: “No puedo ni debo, por razones éticas y morales, responder a preguntas porque no es el canal que yo necesito para decir lo acontecido y aun asumir responsabilidades”.
Acusó al Tribunal de “no querer poner en el tapete que hubo una guerra y lamentablemente en una guerra, con mucho dolor, todo tiene su motivo. Los códigos (penales) callan, la única voz que se encuentra es la de los fusiles, así de triste”.
“He tenido enfrentamientos, con riesgo de vida, pero he trabajado para evitar que se siga rompiendo el tejido de la República Argentina, la paz”, aseguró y preguntó al Tribunal: “¿Creen que estarían presentes si hubieran triunfado los idealistas jóvenes que pretendían tomar el poder de las armas? Usted sería fusilado por ser integrante de la burguesía judicial y quien les habla fusilado por ser policía”.
Sentado en silla de ruedas, Etchecolatz sostuvo que detrás de este juicio y otros a los que fue sometido “hay una necesidad única distorsionando la verdad, que es el deseo de venganza, no hay voluntad de investigar a fondo. Ustedes procésenme, me van a condenar, eso no me lastima para nada, no siento dolor, sino tristeza de cómo se maneja la justicia argentina”, dijo con displicencia.
Y agregó: “Dicen que yo maté, usan esa palabra hiriente; y yo no maté, yo batí en combate que es distinto, yo respondí a la agresión con el personal que tenía, murieron muchos de los nuestros y de esos pobres jóvenes equivocados o mal orientados. Me iré de este mundo, ya me queda poco por vivir, sabiendo que nadie me puede señalar que me quedé con algo, sin embargo otros que vaciaron los tesoros de la Nación están en libertad, con derechos, y nos siguen gobernando”, remarcó.
Para la próxima audiencia quedaron los testimonios de mujeres que sobrevivieron al terror, pero que fallecieron esperando conseguir algo de justicia. Son Nilda Eloy, Cristina Giglio y Adriana Calvo que declararon hace algunos años en el marco de otros juicios de lesa humanidad.
El testimonio de Adriana Calvo es de 2006 y lo brindó en el juicio contra Etchecolatz. La mujer pasó por la Brigada de Investigaciones de La Plata, por el Pozo de Arana, la Comisaría V de La Plata y el Pozo de Banfield. Adriana parió a su hija Teresa, mientras era trasladada en un patrullero con una venda en los ojos y las manos atadas detrás de la espalda.
Nilda Eloy fue secuestrada en octubre de 1976 en la casa de sus padres y permaneció en cautiverio en varios centros clandestinos de detención bajo jurisdicción del por entonces jefe de la Policía bonaerense, Ramón Camps, hasta que fue liberada en 1979. Fue testigo clave para lograr la condena a Etchecolatz en el juicio de 2006 y fue una de las primeras personas en denunciar la desaparición de Jorge Julio López.