El juez federal Julián Ercolini llegó a la conclusión de que el fiscal Alberto Nisman fue asesinado porque si se hubiera querido suicidar se hubiera arrojado al vacío desde el piso 13 del departamento en el edificio Le Park de Puerto Madero. El magistrado parece haber penetrado en la psiquis de Nisman para determinar cómo debió haberse quitado la vida, si esa hubiera sido su decisión. Pero, según sus deducciones, no lo fue. Nisman fue asesinado y el empleado informático Diego Lagomarsino contribuyó no sólo con el aporte del arma, sino también con información muy precisa, al éxito del homicidio.
Si (Nisman) hubiese querido quitarse la vida, lo cierto es que poseía una pistola de idénticas características a su alcance para hacerlo, lo que desvirtúa la supuesta necesidad del préstamo; o, si se quiere, recordemos que vivía en un piso 13 de un edificio, sostuvo Ercolini en el fallo.
El juez no le creyó ni una palabra a Lagomarsino. Y esbozó una suerte de contubernio político-judicial para simular un suicidio y direccionar la investigación en ese sentido, desdeñando desde el vamos la intervención de un juez federal y la hipótesis de un asesinato. Con que sólo se hubiera barajado al inicio y formalmente la ocurrencia de una muerte dudosa, algo que es muy común en las prácticas, debería haberse comunicado y atribuido el hecho al fuero federal, ya que se trataba, nada menos, de la muerte con origen dudoso de un Fiscal Federal abocado a la investigación del atentado a la AMIA.
No se dio intervención a un juez federal, pese a la reconocida eficiencia, imparcialidad y celeridad de los tribunales de Comodoro Py en resolver casos complejos, porque según Ercolini- al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner le interesaba instalar la idea de un suicidio. Habría existido una intencionalidad, cuanto menos desde algún sector oficial, de instalar la idea de una muerte voluntaria, privada y en soledad de Nisman, y el primer paso habría sido precisamente encorsetar la investigación a la suposición de una decisión unilateral de Nisman de quitarse la vida. El juez resaltó, no obstante, que la ex presidenta primero habló de un suicidio y poco después se corrigió con homicidio, pero lo hizo en términos que a él no le quedaron claros. Y además, en una exégesis de medios de comunicación poco frecuente en un fallo judicial, explicó que después de la muerte de Nisman algunos comunicadores afines se permitían discrepar con las afirmaciones de la presidenta.
No es una broma. El fallo sostiene, en su página 604, que se pretendió instalar la idea del suicidio no como una derivación razonada de los hechos sino con una supuesta intención de encubrir un homicidio. Por eso, tras la muerte de Nisman, existió un acompañamiento posterior con afirmaciones públicas de diversos funcionarios oficiales abonando la idea de suicidio o de confusión y de algunos medios cercanos al oficialismo en ese momento.
Ercolini focalizó la imputación en Lagomarsino, quien aparece victimizado de un modo tal que ha generado públicamente una pérdida de la percepción de lo que debería haber sido desde el mismo momento del hallazgo del cadáver: un sospechoso central en un caso de homicidio. Sin nombrarla, el juez cargó las tintas sobre la fiscal Viviana Fein: La consideración de los investigadores iniciales de Lagomarsino como un desventurado que cándidamente le prestó su arma a un suicida y no como un sospechoso directo, aparece como algo insólito e inverosímil y sólo concatenable con una decisión de que se considerara que Nisman se quitó la vida.
Pero el juez también descartó las explicaciones de Lagomarsino pese a que a lo largo del expediente hay pruebas que parecen corroborarlas, cuanto menos con un margen razonable de duda que, en casos como este, juegan a favor del imputado. Dijo Ercolini: Es incomprobable, pero aparte debe ser tildado de inverosímil y como un intento defensista de quitarse responsabilidad, que el Fiscal Nisman le haya pedido en aquella ocasión a Lagomarsino un arma de fuego para la seguridad de sus hijas. Ante todo, porque ninguna de sus hijas se encontraba en el país.
Es cierto que las hijas de Nisman estaban en Europa. Pero también es cierto que el fiscal estaba preocupado por la seguridad de ambas. Así, al menos, se lo dijo a la entonces diputada y hoy titular de la Oficina Anticorrupción Laura Alonso. Al declarar como testigo en la causa, Alonso recordó que el mismo día en que Nisman presentó la denuncia se entrevistó con él. Le pregunté si tenía miedo, el respondió yo no tengo miedo, tengo miedo por mis hijas. La declaración de Laura Alonso no aparece citada en el fallo de Ercolini.
El juez tampoco creyó que Nisman hubiera pedido un arma prestada. Debe descartarse por inverosímil la versión de que el arma por la que finalizó muerto Nisman fue pedida a Lagomarsino y prestada por éste. Sin embargo, uno de los custodios, Rubén Benítez, declaró que el fiscal le había pedido la compra de un arma sin registrar, un perro. Benítez fue procesado por Ercolini, razón por la cual su relato también fue considerado falso. Pero en todo caso falseó la declaración mucho antes de ahora e incluso en la intimidad de la relación con sus colegas y superiores. La versión de Benítez fue corroborada por el comisario Eduardo Andrés Soto en el cuerpo 22 del expediente.
En relación con la cuenta de Nisman en el banco Merril Lynch de Nueva York, el juez consideró que deben descartarse las argumentaciones acerca de los motivos por los que el imputado (Lagomarsino) aparece como co-titular de la cuenta junto a la madre y la hermana de Nisman. Y agregó: Más allá de que, nuevamente, solo podríamos confrontar su versión con la del Fiscal Nisman, algo imposible desde ya, se ha comprobado en autos que ningún familiar del fiscal tenía conocimiento de esta situación. Tampoco es cierto: la cuenta apareció en el expediente porque la mencionó la hermana de Nisman, Sandra, quien le informó de su existencia a la ex mujer del fiscal, la jueza Sandra Arroyo Salgado.
Dos elementos fundamentales del peritaje de la Gendarmería Nacional que arrojaron como conclusión que Nisman fue asesinado desaparecieron del fallo que procesó a Lagomarsino y a los custodios. La existencia de la ketamina, como sustancia que adormeció a Nisman para que pudieran matarlo, sólo aparece mencionada una vez, en la página 467 del extenso fallo del juez. Y como una cita, que no corrobora: Por su parte, la Gendarmería Nacional Argentina a los compuestos antes citados agregó la posible existencia de ketamina, haciendo la salvedad de que todos ellos fueron hallados en baja concentración (cercana al límite de detección no cuantificable).
La fractura de la nariz de Nisman, como presunto resultado de un golpe que le asestaron al abrir la puerta de su departamento para neutralizarlo, ni siquiera aparece mencionada a lo largo del fallo.
Para el juez, Lagomarsino fue parte de un plan en el que intervinieron otras personas no identificadas y probablemente imposibles de identificar. Será materia de la profundización de la investigación el ir estableciendo a los diversos protagonistas y sus grados de participación dentro de la organización necesaria para el logro de la compleja tarea.
Sin embargo, sus visitas fueron esenciales para conocer cómo se encontraba el Fiscal esa noche y así ser de utilidad al diseño de la logística del plan, ya que los autores materiales del hecho en base a ella pudieron ingresar y egresar del edificio, sin ser advertidos. Es decir que el homicidio de Nisman se resolvió sobre la base de la información que Nisman aportó el sábado a la tarde. Una suerte de planificación express.
El aporte de información se sumó al del arma amiga porque de haberse tratado de un arma de fuego cuyo origen se desconociera, habría derivado en que la línea de investigación se centrara en un homicidio en forma exclusiva y desde el inicio del proceso. Pero la introducción de un arma de fuego amiga que fue incluso dejada en el baño junto al cuerpo del Fiscal, ayudó a la consolidación de la versión del suicidio que excluía, en principio, la participación de otras personas en la causación del deceso del Fiscal.
Habría existido una concurrencia coordinada de varias personas, entre las cuales tenemos autores, cómplices y encubridores, siendo Lagomarsino un eslabón más de la compleja cadena de personas que de una u otra forma condujeron el destino de Nisman al conocido final. Los autores y los cómplices, ya lo dijo el propio juez, serán difíciles de encontrar. Pero los encubridores aparecen en el fallo como más sencillos: los ex funcionarios que no creen que Nisman haya sido asesinado, y los periodistas (afines, según la valoración del juez) que no suscribieron ni suscriben, porque no está aún probado fehacientemente, que el difunto fiscal haya sido víctima de terceras personas.