El affaire Martín Insaurralde ingresó en la zona de una novela de John Le Carré mezclada con Relatos Salvajes y rociada con salsa bizarra. Una historia de supuesta prostitución VIP, ejercida por mujeres que al mismo tiempo son informantes de los servicios de inteligencia, es tan atrapante para el público que termina superando la indignación por la ostentación. Las andanzas del Tincho suman bulos aquí y allá. El escándalo compite con el del jarrón de Guillermo Coppola, que en el año 1996 derrotó a las entonces novelas de la tarde y lanzó a la fama a varias chicas.
La práctica no es nueva. En su libro HHhH, el escritor francés Laurent Binet cuenta la historia real de los dos jóvenes checoslovacos que tras la invasión alemana planean el asesinato de Reinhard Heydrich, el virrey de Adolf Hitler en Praga. El libro recorre el contexto histórico. En uno de sus capítulos narra una de las estrategias de Heydrich para mantener bajo control a sus funcionarios, los nazis y los colaboracionistas. El jerarca montó un prostíbulo en el corazón de Praga y colocó cámaras en todas las habitaciones. Los tenía filmados. Hay que preguntarle a Mauricio Macri, que algo sabe de espiar a propios y extraños para poder amenazarlos.
El intento de utilización política de un hecho absolutamente condenable se chocó con esta mezcla de cabaret y película de espías.
Mientras tanto, la Argentina decidirá en 15 días su destino para los próximos años y la posibilidad de que se desate una crisis que compita con la hiperinflación de 1989 o el crack del 2001 está a la vuelta de la esquina.
Cuando se alerta sobre las consecuencias de las propuestas de Javier Milei en todos los frentes (justificación del terrorismo de Estado, dolarización, libre portación de armas), los votantes del diputado de extrema derecha creen que la alarma es exagerada. Piensan que el objetivo es asustarlos y convencerlos de otra cosa. En jerga política parecen pensar que se los está “operando”. Por eso la respuesta es: “Y, bueno, de última, que explote todo”.
Hay una fantasía habitual en los seres humanos de que luego de la explosión viene el renacimiento. Vuela todo por el aire y se empieza de cero. Puede ser así en la ciencia ficción, un grupo se sube a una nave espacial y viaja a un planeta habitable para formar una nueva civilización. Lamentablemente, en la vida real esa metáfora no funciona. La casa explota y nada vuelve a empezar. Se está peor que antes y tapado por los escombros.
Son demasiados los argentinos que creen que las cosas no pueden empeorar, como si estuvieran parados sobre un piso firme. No se dan cuenta de que la motosierra de Milei viene a serruchar los pilares sobre los que están parados. Hay que reconocer que el líder de La Libertad Avanza lo dice sin tapujos: cuestiona la educación y la salud públicas; también el Nunca Más. Desprecia las mejores cosas que ha construido la Argentina, esas por las que es admirada en el mundo y por las que siguen viniendo inmigrantes de países hermanos a pesar de los tres dígitos de inflación. Hay algo suicida en ese imaginario de “que se pudra todo”. La lección histórica rozará la tragedia si esta mirada se impone.
Del otro lado está la posibilidad de la hazaña. Es lo que le toca a Sergio Massa. Ser candidato a presidente y ministro de Economía en una situación de crisis, que Massa logró que no se transformara en cataclismo, es un desafío titánico. La cancha está muy inclinada. No podía ser de otra forma con la inflación rondando el 100% anual. ¿Qué queda entonces? ¿Cómo se puede lograr que una sociedad frente al abismo de un paso atrás y no hacia adelante? Conciencia política. Si la población sólo votase por el bolsillo, algo absolutamente comprensible, la contienda estaría casi perdida. El bolsillo no mejoró mucho en estos cuatro años del Frente de Todos.
La conciencia política consiste justamente en poder pensar una situación más allá de la coyuntura, en imaginar las consecuencias del pirómano que propone quemar todo. Como diría Perón, un tanto retocado, en los cementerios hay mucha paz. Es lo que propone Milei: resolver los problemas de la casa prendiéndola fuego.
La conciencia política del pueblo argentino es la que puede salvar al país de hundirse en una nueva crisis que huele a catástrofe.