«Una relación que nunca tendría que haberse detenido». Así describió Luiz Inácio Lula da Silva este lunes en el Salón Blanco de la Casa Rosada, más de veinte años después de haber hecho el mismo viaje hasta Buenos Aires cuando su primera asunción como presidente, al tipo de unión entre Argentina y Brasil. A lo que aspira es a recomponer lo caído, lo perdido, lo olvidado en los últimos años de Bolsonaro y pero también de Temer, luego del impeachment contra Dilma Rousseff. Eso que nunca debió haberse detenido es la integración regional. A eso puede resumirse todo lo dicho entre él y Alberto Fernández en la previa del encuentro de la CELAC, que empieza este martes a primera hora. Pero esa integración, ¿qué implica?
Luego de las firmas de los acuerdos bilaterales de los que participaron Sergio Massa, Carla Vizzotti, Daniel Filmus y sus pares brasileños, vinieron los discursos de ambos presidentes, así como una conferencia de prensa casi sin concesiones. Entre las preguntas de locales y visitantes, el tono optimista contrastó con la posibilidad de definir concretamente decisiones políticas y económicas que surjan del Brasilia y Buenos Aires. Acaso convenga entender que este encuentro abre, como dijo el mismo Lula en una de sus intervenciones, los brazos de Brasil a la Argentina para encontrar el modo de encastrar mejor lo que ya es indisoluble. Podríamos resumirlo en tres ítems, uno político -rechazo a la ultraderecha en Latinoamérica- y dos económicos -moneda común e inversiones-. Veamos.
Alberto Fernández, casi al principio de su alocución, dijo sin mucha sutileza que «por Brasil pasó Bolsonaro y por Argentina pasó Macri, los desafíos que tenemos son muy parecidos». El presidente sigue subiendo al ring al más reciente ex, en un movimiento propio de quien está en campaña. La comparación toma aún más potencia cuando, minutos después, Lula pidió disculpas por las «groserías» que el mandatario saliente de Brasil había dicho sobre nuestro país, a la vez que afirmó que se trataba de un «genocida» por su desempeño durante la pandemia. A su vez, pidió que Argentina no permita que en las elecciones de 2023 la ultraderecha llegue al poder. En ese cúmulo de definiciones, los dos miembros más importantes de la reunión regional trazaron una frontera visible sobre la cual trabajar a partir del martes en la cumbre de la CELAC. Integración también es definir qué no debe suceder en tu espacio común.
En lo económico, lo abstracto y lo concreto. La moneda común quizás sea la más alta de las aspiraciones que Lula y Alberto Fernández comparten, dadas las dificultades que implicaría en el escenario de hoy, con monedas tan dispares en su comportamiento. Más abajo y un poco más cerca del suelo, en paralelo a él y con forma de tubo, la segunda etapa del gasoducto Néstor Kirchner busca financiamiento para llegar más allá de la localidad bonaerense de Salliqueló. El objetivo, que ya circula como trascendido y este lunes Alberto Fernández puso en palabras, es que el gas de Vaca Muerta se integre a la red nacional de Brasil. Para eso, el BNDes debería entrar en acción para construirlo. Los límites fácticos de la integración: unir un caño con otro a través de la frontera, unir el comercio exterior de dos países en una misma moneda.
Alberto Fernández señaló que «no sabemos cómo funcionaría» una moneda común «en nuestros países o en la región», pero que sí conocemos «de monedas extranjeras y lo nocivo de todo eso». Lula apuntó directo contra el dólar y las «dificultades» que le causa a algunos países como el que por estas horas está pisando. Por ahí pasa la búsqueda de ambos presidentes, en el día oficial de la recomposición de relaciones bilaterales. Una jornada de costuras oficiales, de suturas diplomáticas, de sinceros agradecimientos. El futuro es otra cosa porque dentro de él, dos más dos todavía no son cuatro. Probemos otra cosa, parece ser el mandato presidencial conjunto. Se verá qué pasa cuando los equipos de trabajo empiecen con la letra chica.