Por primera vez en doce años, Mauricio Macri transita sus días sin otro mandato que sus propios intereses y deseos. Estuvo ocho años como jefe de Gobierno y otros cuatro como presidente. Ahora ni siquiera detenta la jefatura del PRO, pero el lunes pasado aprovechó el cuarto banderazo promovido contra el presidente Alberto Fernández para romper el silencio con una serie de entrevistas periodísticas. En cada una hizo valer sus acciones de oro dentro de la coalición opositora. Castigó al “ala dialoguista”, encarnada en Rogelio Frigerio y Emilio Monzó. Y buscó mantenerse expectante con un despliegue: posicionarse como “Gran Elector” dentro de su espacio para definir a los jugadores de las elecciones del año que viene. Desde esa plataforma discursiva, definirá si se postula a diputado nacional, pero hasta que lo haga, el expresidente se empeñará e fortalecer el vínculo con su electorado más duro.
Por fuera de las especulaciones electorales, en las entrañas del PRO, los más críticos del expresidente aseguran que lanzó este operativo público para anticiparse a la publicación de una investigación periodística sobre su hermano Mariano. El hijo menor de Franco es uno de los costados menos conocidos del clan Macri y las ventilaciones de esa obra podrían dañar su devaluada imagen. De acuerdo a mediciones que manejan en el partido amarillo, el fundador del PRO tiene una imagen negativa a nivel nacional del 60%, una porción de indecisos que no supera el 10% y un núcleo duro de seguidores que sigue en el 30%.
La posibilidad de una eventual candidatura en 2021 es considerada “un disparate” por su entorno. Pero Macri no develará el enigma hasta que haya medido la eficacia de su nueva reaparición pública. El líder del PRO hará foco en ese 30%, que reúne a su electorado más fiel, y por eso aludió a la derrota de las PASO en la primera entrevista que concedió. Sin más asesores que un puñado muy reducido de ex funcionarios, Macri decidió protagonizar un viaje al pasado muy reciente y aseguró que su gobierno se terminó en la derrota del 11 de agosto en las PASO.
El lunes 12 de agosto de 2019, pocas horas después de ese revés, una corrida cambiaria comenzó a licuar el poder que le quedaba a la administración de Cambiemos. Y abrumado, el entonces presidente culpó de todo a los votantes del Frente de Todos. Catorce meses después de ese momento traumático, Macri eligió reivindicarlo, pero sus exfuncionarios todavía recuerdan la desazón que tuvieron cuando vieron a su jefe político estallar de furia ante la frustración de la derrota y romper el espejo de moderación que su equipo de comunicación y marketing había construido por más de una década. Lo había hecho bajo la coordinación de su entonces jefe de gabinete Marcos Peña y el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba.
Ahora busca contener la desilusión de sus electores, que todavía no le perdonan los errores económicos de su gobierno que permitieron la unidad y el regreso del peronismo al poder. Con su mensaje Macri dejó en claro que no buscará seducir a las grandes mayorías con mensajes de moderación sino que volverá a aferrarse a la confrontación con el peronismo para mantenerse a flote, cuando ya no cuenta con la lapicera presidencial para ordenar los liderazgos y las internas de su partido.
El giro para contener a sus seguidores malheridos alimentó los tironeos entre sus socios. En la Coalición Cívica todos los dirigentes que responden a Elisa Carrió no pronunciaron una palabra sobre el regreso mediático. “Es más de lo mismo. No hay sorpresas: sigue haciendo medios”, opinó una fuente de ese espacio, mientras que los radicales se agazaparon con reserva cuando vieron que Macri decidió responsabilizar de sus errores a los negociadores políticos del “ala dialoguista”, encarnados en Frigerio, como exministro del Interior y Monzó, al frente de la Cámara de Diputados hasta diciembre de 2015.
Las acusaciones que les dedicó son parte de un operativo para arrinconarlos junto al alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que ya trabaja en su candidatura presidencial para 2023. Con ellos la cancha ya ha sido delimitada y Macri les hizo saber que deberán sentarse a negociar con él para seguir adelante con sus planes. “Estamos con el problema de los “grandes electores”: si hablan desde afuera es dañino y si están adentro hay que buscar que sirva”, graficó un exinquilino de la Casa Rosada.
Radicales, macristas y lilitos coinciden que existe una disputa abierta de poder dentro de Cambiemos con aquellos que Macri no nombró, como los tres gobernadores del radicalismo: el jujeño Gerardo Morales, el mendocino Rodolfo Suárez y el correntino Gustavo Valdés. Ellos se preparan para hacer valer su poder en el armado de las listas del año próximo. Lo mismo sucede con Larreta, aunque las incógnitas que lo rodean tienen que ver con el momento que elegirá para confrontar con Macri y disputar la orientación del PRO, entre la dureza que defiende la titular, Patricia Bullrich, y la moderación que pretende mantener junto a Frigerio y Monzó.
“No hay ruptura en el corto plazo, pero hay un proceso de mediano plazo que está en marcha”, confiaron entre los moderados. Los chispazos no serán salvajes porque los moderados no se piensan afuera de Juntos por el Cambio, pero no saben hasta cuando seguirán dentro del PRO. Para ellos, el espejo que Macri hizo trizas el 12 de agosto es una reincidencia innecesaria. “Mauricio volvió a sacar afuera lo peor que tiene, a demostrar que para él la política es una gerencia de SOCMA y que sólo hay empleados o enemigos”, lamentó un histórico ladero del expresidente. «