Se los ve distendidos y sonrientes. Se los nota seguros. Se los escucha coherentes y firmes. El clima que se vive en los despachos de los principales referentes de Cambiemos en el Congreso Nacional contrasta con la intensidad de la maratón legislativa que se vivirá de aquí a fin de año.
«Vamos a sacar las siete leyes fundamentales en 20 días», asegura uno de los hombres fuertes del PRO. Se refiere a la reforma laboral, la tributaria, la fiscal y la previsional, junto con el revalúo de balances, el Presupuesto y el pacto fiscal. Este es el temario que Cambiemos se propone aprobar entre el 12 de diciembre y fin de año.
En los principales despachos oficialistas del Palacio Legislativo admiten que la reforma previsonal será por la que se pagará mayor costo político, y la laboral, la que más dificultades puede tener para ser aprobada. Saben que el ajuste a los jubilados toca una fibra íntima en la sociedad. Son conscientes según ellos de que se expondrán a chicanas que recuerden cuando el famoso Grupo A, de 2009, sancionó el 82% móvil que la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner decidió vetar. «Los roles se invierten», admite uno de los armadores políticos del PRO. «Cuando uno es oposición pide lo ideal, cuando uno es gobierno hace lo posible.»
Esta distensión con la que se viven los días previos al final de las sesiones ordinarias y al comienzo de las extraordinarias tiene una razón sencilla: el resultado electoral. No se trata sólo de los porcentajes obtenidos por Cambiemos. «Los gobernadores van a tener mucha más presencia. Eso hace que cambie la lógica. Las cosas acá van a llegar acordadas. No vamos a tener que acomodar el número nosotros», remarcan en el oficialismo.
El análisis que hacen en la mesa chica del bloque oficialista es que «lo que perdieron Cristina y Sergio Massa en Diputados lo ganaron los gobernadores» y que, en el Senado «la cosa sigue más o menos igual». Reconocen que en la Cámara Alta hay «un poco más de incertidumbre por la llegada de Cristina», pero confían en que Miguel Ángel Pichetto, titular del bloque del PJ, «siga jugando como hasta ahora». De hecho, con ironía, destacan: «Es el presidente del bloque del gobierno».
En un cálculo rápido, sostienen que CFK tendrá una baja incidencia en el desarrollo parlamentario. «Va a tener un bloque consolidado y duro, pero no va a tallar más allá de lo que pueda generar mediáticamente remarcan. A Cristina le quedan dos gobernadores: Alicia (Kirchner) y Gildo (Insfran). El resto ya no está y los que se fueron no van a volver.»
Para los armadores de la estrategia parlamentaria del macrismo «el PJ ya no es un problema». Lo dicen con una sonrisa, con un dejo de satisfacción indisimulable.
Cuando el ojo vuelve a la Cámara de Diputados, en el oficialismo tienen los números más finos. En caso de que sea necesario, planean una suerte de orden de mérito para las negociaciones, pensando en el año que viene. Advierten: «Esto es sólo el comienzo. Es el piso».
En la pizarra hay 109 diputados amarillos y dos aliados del bloque de Martín Lousteau. Esto deja a Cambiemos a sólo 18 votos de tener la mayoría. ¿De dónde saldrán esos votos que faltan? De los gobernadores, claro está. Legislativamente se trabajará sobre el universo de peronismo no kirchnerista y los bloques provinciales, que juntos suman cerca de 70 bancas. «Sólo tenemos que conseguir 18», destacan, con regocijo, en Cambiemos.
Esa tranquilidad sobrevuela en todos y cada uno de los despachos de los diputados oficialistas. Respecto de la modificación de la ley del Ministerio Público Fiscal, la posición que tienen es que «con la renuncia de (Alejandra) Gils Carbó ya no hay apuro». «Veremos si la tratamos el año que viene. En principio, no vamos a proponer reemplazante sino que va a asumir el que marque el orden jerárquico», anticipan.
El tablero legislativo pos electoral hizo que los jugadores de Cambiemos parasen la pelota, levantasen la cabeza y mirasen con calma el nuevo panorama.
En este marco, la caída de las acciones de Sergio Massa como dador voluntario de gobernabilidad ya no preocupa. «El PJ fue quien más no ayudó hasta hoy. Hace un tiempo el massismo se corrió. Es lógico porque hubo campaña. En la Rosada todavía están enojados, pero vamos a intentar reconstruir los puentes», señalan quienes conducen el oficialismo parlamentario.
Más allá de los lazos personales que unen a los operadores del PRO y a Massa, lo cierto es que, a partir de ahora, la negociación será casi exclusiva con aquellos actores que «tengan anclaje territorial y responsabilidades administrativas». Eso para el PRO es leído como una ventaja. «Nos amplía el crédito. Massa y Cristina pueden tensar más en época electoral, los que tienen responsabilidades reales tienen menos margen», explican.
En términos administrativos, Cambiemos hará valer sus votos. Reclamará la presidencia de cuatro comisiones, además de las que tiene en la actualidad, y la vicepresidencia primera de la Cámara Baja. Todo se pintará de amarillo en el Congreso hasta 2019. O eso parece. «