Lo dijo la radio más escuchada en el barrio: el supermercado –que por entonces se llamaba Abud- iba a entregar bolsones de alimentos. Era diciembre de 2001 y el hambre apremiaba en el barrio Maccarone, de Paraná, Entre Ríos. Igual que en el resto del país. Eloísa Rosa Paniagua estaba por cumplir 13 años. Junto a familiares, vecinos y vecinas fue en busca de esa comida anunciada, pero pegó la vuelta a mitad de camino: el clima estaba demasiado caldeado y quienes volvían tenían las manos vacías. Ella regresaba a su casa cuando recibió el balazo policial que la mató. Lo había disparado un cabo que fue enjuiciado y liberado tras cumplir su condena. Hoy, dos décadas después, la generación de amigos y amigas de Eloísa está al frente de la Comisión Vecinal que se ocupa del barrio. De allí surgió el impulso para que, desde el año pasado y tras muchos intentos fallidos, la calle donde vive la familia Paniagua lleve el nombre de Eloísa.

“Ella estaba cruzando el Parque Berduc cuando le dispararon. Llegando a la barranca. Estaba con su hermana. Eran como 16,17 pibes de 13 a 15 años”, hace memoria Julián Enrique Paniagua, de 54 años, papá de Eloísa y cinco hijos e hijas más. Poco antes de que la represión de diciembre de 2001 golpeara a esa familia, habían perdido a su mamá por un infarto. El barrio entero lloró a esa nena “alegre y compañera” que estudiaba en la escuela María Reina Inmaculada –la ‘guardería’, como se la conoce por allí- y ayudaba a cuidar a las y los más chiquitos, por iniciativa del párroco Alejandro Patterson, llegado a esos pagos desde Sudáfrica en los ’70 y devenido paranaense por elección.

Aquel 20 de diciembre de 2001, por la mañana, muchas familias de Maccarone ya se habían acercado en busca de alimentos, sin éxito, al supermercado que se encontraba a unas tres cuadras del barrio. Al mediodía y tras el anuncio radial, volvieron a ir. Lo hicieron a través del Parque Berduc y cruzando el arroyo que sirve como atajo. Cuando advirtieron demasiada presencia policial y un clima enrarecido, el grupo se separó: hombres por un lado y mujeres, niños y niñas por otro. Para intentar su resguardo.

“Ya habían llamado a la policía. Ahí apartamos a las mujeres para que volvieran, porque el tema no estaba como para ir. Un grupo de como 15 gurisas cortaron por el parque para llegar al barrio. Los grandes nos corrimos para el otro lado. Había un auto particular que era de la Comisaría Octava, andaban tres policías, eran bastante conocidos. Sentimos un par de tiros, pero pensamos que era algo dentro del barrio. Cuando volví por el arroyo me enteré: era Eloísa, le habían pegado en la nuca”, relata Julián.

Quien disparó fue el cabo Silvio Martínez, identificado y separado rápidamente de la fuerza, a diferencia de otros casos de víctimas de la represión del gobierno saliente de Fernando De La Rúa. En junio de 2003 fue condenado a diez años de prisión por haber matado a la nena. En 2009 salió en libertad condicional. “El caso mío se aclaró porque lo entregaron. Estuvo más de cinco años preso. Salió, pero ya no es policía”, cuenta el papá de Eloísa, y agrega que fue el único caso de un policía condenado por los crímenes represivos en Paraná, donde también mataron a Romina Iturrain y José Daniel Rodríguez.

Por la calle de Eloísa

Juan Jesús Gómez tiene 30 años y preside la Comisión Vecinal del Barrio Maccarone. Igual que muchos y muchas de quienes hoy la integran, era amigo de Eloísa. “Empezamos el año pasado, somos todos sub 35 y todos tenemos un recuerdo diferente de Eloísa. Somos de su edad. Por eso surgió la iniciativa del reconocimiento, lo pusimos como uno de los puntos al presentar nuestro proyecto para la Comisión Vecinal”, cuenta. No fue fácil: los primeros pedidos no fueron avalados por el Concejo Deliberante; hubo que juntar firmas y acudir al área de Derechos Humanos de Paraná, hasta que “el Concejo aflojó” y se pudo concretar.

“Estábamos todos en la ‘guarde’ –como llaman a la escuela, corazón del barrio-. Siempre estuvimos ahí colaborando. El barrio siempre fue humilde, en los 70 llegó el padre Patterson y puso una capillita y una escuela. Eloísa ayudaba ahí y con el cuidado de sus hermanos”, recuerda Juan. En diciembre del año pasado, finalmente, la calle Manuel Dorrego pasó a llamarse Eloísa Paniagua. “Fue la última de las víctimas de la represión que tuvo este reconocimiento. No sabemos por qué no se reconoció antes”, lamentó.

El año que viene se sumará otro homenaje a la nena asesinada por un policía en diciembre de 2001: un mural en el polideportivo de la escuela. Ese espacio que sigue cobijando a nenas, nenes y adolescentes de un barrio humilde de algo más de 700 familias, donde la mayoría vive de changas y adonde recién están llegando las cloacas. Ahí donde Eloísa quería seguir estudiando. Un plan que la represión estatal y la violencia policial dejaron trunco.